Se puede decir que el siglo XVIII proporcionó a Venezuela sus primeras infraestructuras culturales. Así llegó a contar con la Universidad de Caracas (1721), el Consulado de Comercio (1793), la Academia de Práctica Forense (vinculada a Miguel José Sanz, 1790), la Universidad de Mérida (1806, hoy de los Andes) y las Academias de Matemáticas de Cumaná y Caracas (1808), regidas por ingenieros militares.
También revistieron gran interés los resultados de las expediciones científicas que tuvieron a Venezuela como escenario. Es el caso de la Expedición de Límites al Orinoco, que permitió la colonización de territorios desatendidos como la Guayana y posibilitó la obra científica del malogrado botánico Pehr Löfling. Es el caso también, en menor medida, de la rama local de la Expedición de la vacuna, que quedó institucionalizada a través de la Junta Central de Vacunación (1804-1809).
Venezuela contó, además, con algunas notables figuras ilustradas, como el rector Agustín de la Torre, propugnador de una fallida Cátedra de Matemáticas, Simón Rodríguez, impulsor de la reforma de la enseñanza elemental, Baltasar de los Reyes Marrero, que introdujo la filosofía natural en la Catedra de Filosofía de la Universidad, y sobre todo Miguel José Sanz, miembro del Consulado, impulsor de la citada Academia de Práctica Forense y autor de informes sobre la necesaria reforma de la enseñanza universitaria para ponerla al servicio de la causa de la utilidad pública.
El balance, sin embargo, no es muy halagador, ya que las iniciativas de mayor alcance (una Academia de Matemáticas distinta de la existente impulsada desde el Consulado para la formación de ingenieros, la Cátedra de Matemáticas de la Universidad o la también aludida reforma de la educación de primeras letras) no llegaron nunca a buen puerto. De este modo, Venezuela fue un sector marginal dentro del proceso de creación y de difusión de las Luces en la América española.
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Se puede decir que el siglo XVIII proporcionó a Venezuela sus primeras infraestructuras culturales. Así llegó a contar con la Universidad de Caracas (1721), el Consulado de Comercio (1793), la Academia de Práctica Forense (vinculada a Miguel José Sanz, 1790), la Universidad de Mérida (1806, hoy de los Andes) y las Academias de Matemáticas de Cumaná y Caracas (1808), regidas por ingenieros militares.
También revistieron gran interés los resultados de las expediciones científicas que tuvieron a Venezuela como escenario. Es el caso de la Expedición de Límites al Orinoco, que permitió la colonización de territorios desatendidos como la Guayana y posibilitó la obra científica del malogrado botánico Pehr Löfling. Es el caso también, en menor medida, de la rama local de la Expedición de la vacuna, que quedó institucionalizada a través de la Junta Central de Vacunación (1804-1809).
Venezuela contó, además, con algunas notables figuras ilustradas, como el rector Agustín de la Torre, propugnador de una fallida Cátedra de Matemáticas, Simón Rodríguez, impulsor de la reforma de la enseñanza elemental, Baltasar de los Reyes Marrero, que introdujo la filosofía natural en la Catedra de Filosofía de la Universidad, y sobre todo Miguel José Sanz, miembro del Consulado, impulsor de la citada Academia de Práctica Forense y autor de informes sobre la necesaria reforma de la enseñanza universitaria para ponerla al servicio de la causa de la utilidad pública.
El balance, sin embargo, no es muy halagador, ya que las iniciativas de mayor alcance (una Academia de Matemáticas distinta de la existente impulsada desde el Consulado para la formación de ingenieros, la Cátedra de Matemáticas de la Universidad o la también aludida reforma de la educación de primeras letras) no llegaron nunca a buen puerto. De este modo, Venezuela fue un sector marginal dentro del proceso de creación y de difusión de las Luces en la América española.
http://www.revistadefilosofia.com/9Bolivar.pdf