Dos son, pues, los grandes logros de la obra de Kant. En primer lugar, ofrecer un fundamento epistemológico a la Ciencia Natural, esto es, decirnos bajo qué condiciones se han establecido las ciencias, condiciones que son las que precisamente hacen posible que la Ciencia sea universal y necesaria. Pero por otra parte, el segundo logro, abrir las puertas de un nuevo enfoque en la Filosofía, que será precisamente gran parte del camino que la filosofía vaya a recorrer durante el siglo XIX.
Cuando Copérnico se planteó la posibilidad de que fuera la Tierra quien se movía alrededor del Sol, comprendió inmediatamente que era muy difícil determinar, sin puntos de referencia, cuando un cuerpo se mueve con respecto a otro, cuál de los dos se mueve. Todos hemos tenido la experiencia en una estación de ferrocarril, situados dos trenes en vías adyacentes, si uno empieza a moverse, no podemos saber cuál de los dos se mueve (el nuestro o el de al lado) si no encontramos un punto de referencia que nos permita determinar que nos movemos respecto del otro tren (o viceversa). El movimiento es el mismo; la diferencia es la situación del observador.
Pues Kant descubre que el progreso de las ciencias matemáticas y Física se había producido precisamente porque se había cambiado la perspectiva en la que se realizaba el conocimiento. Así, si en vez de determinar el conocimiento del sujeto por el objeto, se determina el conocimiento del objeto por la estructura del sujeto es posible incluir elementos a priori en el conocimiento del objeto, y en caso contrario no. Y de la misma manera que las ciencias habían logrado encontrar la "senda segura de la ciencia" precisamente por un cambio de método, seguramente será posible empujar a la Metafísica por esa segura senda si realizamos la revolución que en orden al movimiento de los cuerpos realizó Copérnico. Por eso Kant habla de Giro copernicano.
Dicho de otra manera, el Giro copernicano consiste en invertir la relación entre el sujeto que conoce y el objeto a conocer. Si es el objeto a conocer el que determina las condiciones del conocimiento, nada me será conocido hasta que no me sea dado; y ningún conocimiento a priori, es decir, antes de que me sea dado, será posible sobre el objeto. Sin embargo, si es el sujeto el que determina las condiciones del objeto, podemos saber del mismo algunos datos antes de que el objeto nos sea presentado. Y esta inversión en el conocimiento iniciada, de alguna manera, por Hume al afirmar que no conocemos cosas, sino sólo las representaciones de las cosas en la medida que es posible a causa de los límites y debilidad de la razón, es lo que se viene llamando revolución copernicana...
El idealismo trascendental: fenómeno y noúmeno
Las categorías no son aplicables más allá de la experiencia, más allá de lo dado en el espacio y en el tiempo. Lo dado, lo intuido en el espacio y en el tiempo se denomina "fenómeno" (lo que aparece o se muestra al sujeto). Ahora bien, la idea misma de algo que aparece implica, correlativamente, la idea de algo que no aparece, la idea de algo en sí. El objeto, en tanto que aparece y es conocido, se denomina fenómeno, y el correlato del objeto, considerado al margen de su relación a la sensibilidad, lo denomina Kant "cosa en sí" o "noúmeno".
La distinción entre fenómeno y noúmeno es fundamental en el sistema kantiano. Al tratar acerca de esta cuestión en la Crítica de la Razón Pura Kant distingue dos sentidos del concepto de noúmeno: un concepto negativo y otro positivo. Negativamente, "noúmeno significa una cosa en la medida en que no puede ser reconocida por medio de la intuición sensible"; positivamente, significa un "objeto que puede ser conocido por medio de la intuición no sensible", por tanto, por medio de la intuición intelectual. Ahora bien, puesto que carecemos de intuición intelectual y solamente poseemos intuición sensible, nuestro conocimiento se halla limitado a los fenómenos y, por consiguiente, el concepto de noúmeno queda como un concepto negativo, como límite de la experiencia, como límite de lo que puede ser conocido. No hay conocimiento de las cosas en sí, de los noúmenos; el acceso a las cosas en sí no se halla en la Razón Teórica, sino en la Razón Práctica.
La distinción entre fenómeno y noúmeno permite comprender por qué Kant denomina a su doctrina "idealismo trascendental". Esta formación de idealismo consiste en la afirmación de que el espacio, el tiempo y las categorías son condiciones de posibilidad de experiencia, de los fenómenos, y no propiedades de las cosas.
#En la Metafísica de la ética (1797) Kant describe su sistema ético, basado en la idea de que la razón es la autoridad última de la moral. Afirmaba en sus páginas que los actos de cualquier clase han de ser emprendidos desde un sentido del deber que dictase la razón, y que ningún acto realizado por conveniencia o sólo por obediencia a la ley o costumbre puede considerarse como moral. Kant describió dos tipos de órdenes dadas por la razón: el imperativo hipotético que dispone un curso dado de acción para lograr un fin específico; y el imperativo categórico que dicta una trayectoria de actuación que debe ser seguida por su exactitud y necesidad. El imperativo categórico es la base de la moral y fue resumido por Kant en estas palabras claves: "Actúa de forma que la máxima de tu conducta pueda ser siempre un principio de Ley natural y universal".
"Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal
Answers & Comments
Verified answer
Dos son, pues, los grandes logros de la obra de Kant. En primer lugar, ofrecer un fundamento epistemológico a la Ciencia Natural, esto es, decirnos bajo qué condiciones se han establecido las ciencias, condiciones que son las que precisamente hacen posible que la Ciencia sea universal y necesaria. Pero por otra parte, el segundo logro, abrir las puertas de un nuevo enfoque en la Filosofía, que será precisamente gran parte del camino que la filosofía vaya a recorrer durante el siglo XIX.
Cuando Copérnico se planteó la posibilidad de que fuera la Tierra quien se movía alrededor del Sol, comprendió inmediatamente que era muy difícil determinar, sin puntos de referencia, cuando un cuerpo se mueve con respecto a otro, cuál de los dos se mueve. Todos hemos tenido la experiencia en una estación de ferrocarril, situados dos trenes en vías adyacentes, si uno empieza a moverse, no podemos saber cuál de los dos se mueve (el nuestro o el de al lado) si no encontramos un punto de referencia que nos permita determinar que nos movemos respecto del otro tren (o viceversa). El movimiento es el mismo; la diferencia es la situación del observador.
Pues Kant descubre que el progreso de las ciencias matemáticas y Física se había producido precisamente porque se había cambiado la perspectiva en la que se realizaba el conocimiento. Así, si en vez de determinar el conocimiento del sujeto por el objeto, se determina el conocimiento del objeto por la estructura del sujeto es posible incluir elementos a priori en el conocimiento del objeto, y en caso contrario no. Y de la misma manera que las ciencias habían logrado encontrar la "senda segura de la ciencia" precisamente por un cambio de método, seguramente será posible empujar a la Metafísica por esa segura senda si realizamos la revolución que en orden al movimiento de los cuerpos realizó Copérnico. Por eso Kant habla de Giro copernicano.
Dicho de otra manera, el Giro copernicano consiste en invertir la relación entre el sujeto que conoce y el objeto a conocer. Si es el objeto a conocer el que determina las condiciones del conocimiento, nada me será conocido hasta que no me sea dado; y ningún conocimiento a priori, es decir, antes de que me sea dado, será posible sobre el objeto. Sin embargo, si es el sujeto el que determina las condiciones del objeto, podemos saber del mismo algunos datos antes de que el objeto nos sea presentado. Y esta inversión en el conocimiento iniciada, de alguna manera, por Hume al afirmar que no conocemos cosas, sino sólo las representaciones de las cosas en la medida que es posible a causa de los límites y debilidad de la razón, es lo que se viene llamando revolución copernicana...
El idealismo trascendental: fenómeno y noúmeno
Las categorías no son aplicables más allá de la experiencia, más allá de lo dado en el espacio y en el tiempo. Lo dado, lo intuido en el espacio y en el tiempo se denomina "fenómeno" (lo que aparece o se muestra al sujeto). Ahora bien, la idea misma de algo que aparece implica, correlativamente, la idea de algo que no aparece, la idea de algo en sí. El objeto, en tanto que aparece y es conocido, se denomina fenómeno, y el correlato del objeto, considerado al margen de su relación a la sensibilidad, lo denomina Kant "cosa en sí" o "noúmeno".
La distinción entre fenómeno y noúmeno es fundamental en el sistema kantiano. Al tratar acerca de esta cuestión en la Crítica de la Razón Pura Kant distingue dos sentidos del concepto de noúmeno: un concepto negativo y otro positivo. Negativamente, "noúmeno significa una cosa en la medida en que no puede ser reconocida por medio de la intuición sensible"; positivamente, significa un "objeto que puede ser conocido por medio de la intuición no sensible", por tanto, por medio de la intuición intelectual. Ahora bien, puesto que carecemos de intuición intelectual y solamente poseemos intuición sensible, nuestro conocimiento se halla limitado a los fenómenos y, por consiguiente, el concepto de noúmeno queda como un concepto negativo, como límite de la experiencia, como límite de lo que puede ser conocido. No hay conocimiento de las cosas en sí, de los noúmenos; el acceso a las cosas en sí no se halla en la Razón Teórica, sino en la Razón Práctica.
La distinción entre fenómeno y noúmeno permite comprender por qué Kant denomina a su doctrina "idealismo trascendental". Esta formación de idealismo consiste en la afirmación de que el espacio, el tiempo y las categorías son condiciones de posibilidad de experiencia, de los fenómenos, y no propiedades de las cosas.
#En la Metafísica de la ética (1797) Kant describe su sistema ético, basado en la idea de que la razón es la autoridad última de la moral. Afirmaba en sus páginas que los actos de cualquier clase han de ser emprendidos desde un sentido del deber que dictase la razón, y que ningún acto realizado por conveniencia o sólo por obediencia a la ley o costumbre puede considerarse como moral. Kant describió dos tipos de órdenes dadas por la razón: el imperativo hipotético que dispone un curso dado de acción para lograr un fin específico; y el imperativo categórico que dicta una trayectoria de actuación que debe ser seguida por su exactitud y necesidad. El imperativo categórico es la base de la moral y fue resumido por Kant en estas palabras claves: "Actúa de forma que la máxima de tu conducta pueda ser siempre un principio de Ley natural y universal".
"Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal