El tamaño de los seres vivos sigue dando que hablar. Y el origen de la vida, también. Porque un grupo australiano comandado por Philippa Uwins, de la universidad de Queensland (Australia), afirma haber encontrado los seres vivientes más pequeños que se puedan imaginar: los nanobios. Los nanobios son increíble, inverosímilmente chicos: –del orden del millonésimo de milímetro–, resultan diez veces más chicos que las bacterias más chicas que la ciencia conoce. Es toda una novedad y hasta cierto punto un sacudón científico, ya que según los cánones más o menos establecidos por la biología, seres vivientes tan pequeños simplemente no podrían existir. Aunque pequeños, los nanobios pueden tener consecuencias de peso, o por lo menos pueden reabrir una controversia interesante sobre el origen de la vida en la Tierra y la existencia misma de la vida en otros planetas.
Y bien, ahí están los nanobios, que tal vez no consigan alcanzar el status de existencia, pero sí lograron que el equipo australiano consiguiera fama y reconocimiento en el ámbito académico. No es la primera vez que aparecen seres vivos dudosos (en el siglo pasado Huxley creyó haber hallado un “barro primordial vivo” que era el eslabón perdido entre lo orgánico y lo mineral, y la discusión se prolongó bastante, hasta que pudo comprobarse que se trataba de un error). Y el “problema nanobio” no se va a resolver de la noche a la mañana: uno de los problemas en este tipo de descubrimiento es que no existen parámetros exactos y consensuados de medición, para organismos que puedan sobrevivir en forma autónoma. Es que no sólo resulta difícil buscar la mejor manera para medir el tamaño de los seres vivos, sino que resulta complicado lograr el acuerdo de la comunidad científica en general sobre la forma de medir. Lo que cuesta aceptar, y efectivamente establecer, es, en este caso, si estos supuestos seres vivos –o “nanobios”– son efectivamente seres vivos tal como la biología los concibe. Al fin y al cabo, todo aquello que esté basado en el ADN y en alguna proteína en particular, o en el ARN, necesita, obviamente, un cierto tamaño mínimo para poder sobrevivir. Por lo menos hasta ahora.
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El tamaño de los seres vivos sigue dando que hablar. Y el origen de la vida, también. Porque un grupo australiano comandado por Philippa Uwins, de la universidad de Queensland (Australia), afirma haber encontrado los seres vivientes más pequeños que se puedan imaginar: los nanobios. Los nanobios son increíble, inverosímilmente chicos: –del orden del millonésimo de milímetro–, resultan diez veces más chicos que las bacterias más chicas que la ciencia conoce. Es toda una novedad y hasta cierto punto un sacudón científico, ya que según los cánones más o menos establecidos por la biología, seres vivientes tan pequeños simplemente no podrían existir. Aunque pequeños, los nanobios pueden tener consecuencias de peso, o por lo menos pueden reabrir una controversia interesante sobre el origen de la vida en la Tierra y la existencia misma de la vida en otros planetas.
Y bien, ahí están los nanobios, que tal vez no consigan alcanzar el status de existencia, pero sí lograron que el equipo australiano consiguiera fama y reconocimiento en el ámbito académico. No es la primera vez que aparecen seres vivos dudosos (en el siglo pasado Huxley creyó haber hallado un “barro primordial vivo” que era el eslabón perdido entre lo orgánico y lo mineral, y la discusión se prolongó bastante, hasta que pudo comprobarse que se trataba de un error). Y el “problema nanobio” no se va a resolver de la noche a la mañana: uno de los problemas en este tipo de descubrimiento es que no existen parámetros exactos y consensuados de medición, para organismos que puedan sobrevivir en forma autónoma. Es que no sólo resulta difícil buscar la mejor manera para medir el tamaño de los seres vivos, sino que resulta complicado lograr el acuerdo de la comunidad científica en general sobre la forma de medir. Lo que cuesta aceptar, y efectivamente establecer, es, en este caso, si estos supuestos seres vivos –o “nanobios”– son efectivamente seres vivos tal como la biología los concibe. Al fin y al cabo, todo aquello que esté basado en el ADN y en alguna proteína en particular, o en el ARN, necesita, obviamente, un cierto tamaño mínimo para poder sobrevivir. Por lo menos hasta ahora.
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