Cuando el año 330 el Emperador Constantino convirtió a la antigua Bizancio en la nueva capital del Imperio Romano de Oriente, concediéndole su propio nombre, quiso el Patriarca allí residente emular en lo eclesiástico las prerrogativas adquiridas por la primera autoridad civil de su ciudad, pese a no tratarse de una sede de origen apostólico. En el primer Concilio celebrado en Constantinopla el año 381, segundo de los ecuménicos, logró introducir un canon por el que se le reconocía la máxima autoridad en la Iglesia universal, después del Papa u Obispo de Roma. Siempre, desde los inicios, y sin que nadie hubiese puesto en duda, ni teórica ni práctica, la primacía de la Iglesia Romana sobre la Iglesia Universal -como patentizan las Cartas de S. Clemente Romano y S. Ignacio de Antioquía, los escritos de S. Ireneo y la actitud, poco diplomática pero por nadie contestada, del Papa S. Victor-, existieron diferencias notables entre las iglesias asentadas en Oriente u Occidente, tanto desde el punto de vista litúrgico como pastoral. Las disensiones surgieron fundamentalmente por el afán de Constantinopla y sus Patriarcas de heredar en el orden religioso, como había ocurrido en el político, el lugar preeminente que había ocupado Roma antes del hundimiento del imperio romano occidental y de la postura, no siempre respetuosa, de algunos legados papales hacia sus legitimas diferencias. Ya en el último tercio del siglo V apareció el problema con el llamado Cisma de Acacio. Era éste Patriarca de Constantinopla cuando recibió una comunicación del Papa Félix III, en la primavera del año 484, conminándole a abandonar la herejía monofisita, que habla sido condenada en el Concilio de Calcedonia, bajo la pena de excomunión y deposición. Reaccionó éste borrando del canon el nombre del Papa y rompiendo sus relaciones con Roma. Los Patriarcas de Alejandría y Antioquía siguieron su ejemplo y se ajustaron a su voluntad. La ascensión al trono del emperador Justino I, el año 518, acabó con un cisma que había durado treinta y cuatro años.
El Cisma de Oriente y Occidente, también conocido como Gran Cisma (aunque éste último término a veces suele aplicarse también -aunque en menor medida- al Cisma de Occidente) es el nombre dado al evento que separó a las Iglesias Católica Romana de Occidente de la Iglesia Ortodoxa de Oriente en el siglo XI (1054). El Cardenal Humberto, un representante del Papa León IX y Miguel Cerulario, Patriarca de Constantinopla, decretaron cada uno la excomunión del otro. Algunos historiadores ven este acto como la iniciación del Gran Cisma entre las Iglesias Católica Romana y Ortodoxa. Algunos otros historiadores alegan que en el momento de la excomunión, León IX había muerto y por lo tanto el acto del Cardenal Humberto no tenía validez. Además se excomulgaron individuos, no Iglesias enteras.
El Cisma de Oriente y Occidente fue en realidad el resultado de un largo período de relaciones difíciles entre las dos Iglesias. Las causas primarias del cisma fueron las disputas sobre la autoridad papal -el Obispo de Roma reclamaba autoridad sobre los cuatro Patriarcas de Oriente, mientras los Patriarcas alegaban que el Obispo de Roma era apenas un "primero entre iguales" o "primus inter pares". También influyó la inclusión de la cláusula filioque en el Credo de Nicea. Hubo otros catalizadores en el Cisma, incluyendo variaciones en las prácticas litúrgicas y disputas sobre la jurisdicción.
La Iglesia se dividió a lo largo de líneas doctrinales, teológicas, lingüísticas y políticas y la ruptura básica no ha sanado. Se puede alegar que las dos Iglesias se reunieron en 1274, en el Segundo Concilio de Lyons y en 1439, en el Concilio de Basilea, pero en cada uno de estos casos hubo repudio de la Iglesia Ortodoxa como un todo, dado que los Jerarcas habían sobrepasado su autoridad al consentir en las llamadas uniones. Algunas comunidades eclesiásticas que inicialmente seguían la Iglesia Ortodoxa cambiaron sus lineamientos y sigueron a la Iglesia Católica Romana, y ahora se denominan Iglesias Católicas del Rito Oriental. Cada una se llama a sí misma "Una, Santa, Católica y Apostólica" implicando que fue la otra la que dejó a la iglesia verdadera durante el Gran Cisma.
La palabra cisma se deriva del griego ÏÏιÏμα, schisma, significando división o separación (de ÏÏιζο, schizo). Un cismático es una persona que crea o inicia un cisma en una iglesia u otra organización o es un miembro de una iglesia cismática. Cismático como un adjetivo se refiere a ideas, polÃticas, etc. que se creen llevan hacia o promueven el cisma, o describe una iglesia cristiana que se ha alejado de cualquier comunión que el que emplea la palabra cisma considera la verdadera iglesia cristiana
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El Cisma de Oriente. Por Jesús Simón Pardo:
Germen de la Ruptura:
Cuando el año 330 el Emperador Constantino convirtió a la antigua Bizancio en la nueva capital del Imperio Romano de Oriente, concediéndole su propio nombre, quiso el Patriarca allí residente emular en lo eclesiástico las prerrogativas adquiridas por la primera autoridad civil de su ciudad, pese a no tratarse de una sede de origen apostólico. En el primer Concilio celebrado en Constantinopla el año 381, segundo de los ecuménicos, logró introducir un canon por el que se le reconocía la máxima autoridad en la Iglesia universal, después del Papa u Obispo de Roma. Siempre, desde los inicios, y sin que nadie hubiese puesto en duda, ni teórica ni práctica, la primacía de la Iglesia Romana sobre la Iglesia Universal -como patentizan las Cartas de S. Clemente Romano y S. Ignacio de Antioquía, los escritos de S. Ireneo y la actitud, poco diplomática pero por nadie contestada, del Papa S. Victor-, existieron diferencias notables entre las iglesias asentadas en Oriente u Occidente, tanto desde el punto de vista litúrgico como pastoral. Las disensiones surgieron fundamentalmente por el afán de Constantinopla y sus Patriarcas de heredar en el orden religioso, como había ocurrido en el político, el lugar preeminente que había ocupado Roma antes del hundimiento del imperio romano occidental y de la postura, no siempre respetuosa, de algunos legados papales hacia sus legitimas diferencias. Ya en el último tercio del siglo V apareció el problema con el llamado Cisma de Acacio. Era éste Patriarca de Constantinopla cuando recibió una comunicación del Papa Félix III, en la primavera del año 484, conminándole a abandonar la herejía monofisita, que habla sido condenada en el Concilio de Calcedonia, bajo la pena de excomunión y deposición. Reaccionó éste borrando del canon el nombre del Papa y rompiendo sus relaciones con Roma. Los Patriarcas de Alejandría y Antioquía siguieron su ejemplo y se ajustaron a su voluntad. La ascensión al trono del emperador Justino I, el año 518, acabó con un cisma que había durado treinta y cuatro años.
El Cisma de Oriente y Occidente, también conocido como Gran Cisma (aunque éste último término a veces suele aplicarse también -aunque en menor medida- al Cisma de Occidente) es el nombre dado al evento que separó a las Iglesias Católica Romana de Occidente de la Iglesia Ortodoxa de Oriente en el siglo XI (1054). El Cardenal Humberto, un representante del Papa León IX y Miguel Cerulario, Patriarca de Constantinopla, decretaron cada uno la excomunión del otro. Algunos historiadores ven este acto como la iniciación del Gran Cisma entre las Iglesias Católica Romana y Ortodoxa. Algunos otros historiadores alegan que en el momento de la excomunión, León IX había muerto y por lo tanto el acto del Cardenal Humberto no tenía validez. Además se excomulgaron individuos, no Iglesias enteras.
El Cisma de Oriente y Occidente fue en realidad el resultado de un largo período de relaciones difíciles entre las dos Iglesias. Las causas primarias del cisma fueron las disputas sobre la autoridad papal -el Obispo de Roma reclamaba autoridad sobre los cuatro Patriarcas de Oriente, mientras los Patriarcas alegaban que el Obispo de Roma era apenas un "primero entre iguales" o "primus inter pares". También influyó la inclusión de la cláusula filioque en el Credo de Nicea. Hubo otros catalizadores en el Cisma, incluyendo variaciones en las prácticas litúrgicas y disputas sobre la jurisdicción.
La Iglesia se dividió a lo largo de líneas doctrinales, teológicas, lingüísticas y políticas y la ruptura básica no ha sanado. Se puede alegar que las dos Iglesias se reunieron en 1274, en el Segundo Concilio de Lyons y en 1439, en el Concilio de Basilea, pero en cada uno de estos casos hubo repudio de la Iglesia Ortodoxa como un todo, dado que los Jerarcas habían sobrepasado su autoridad al consentir en las llamadas uniones. Algunas comunidades eclesiásticas que inicialmente seguían la Iglesia Ortodoxa cambiaron sus lineamientos y sigueron a la Iglesia Católica Romana, y ahora se denominan Iglesias Católicas del Rito Oriental. Cada una se llama a sí misma "Una, Santa, Católica y Apostólica" implicando que fue la otra la que dejó a la iglesia verdadera durante el Gran Cisma.
Cisma es una palabra que significa separación, discordia o desavenencia entre los individuos de una misma comunidad. Por antonomasia se habla del Gran Cisma de Occidente refiriéndose a la ruptura del año 1054 y a la del periodo comprendido entre 1378 y 1417, fechas en que hubo una ruptura de la iglesia oriental y occidental y una ruptura dentro de la iglesia occidental respectivamente.
Cisma de Oriente y Occidente
Cisma de Occidente
La palabra cisma se deriva del griego ÏÏιÏμα, schisma, significando división o separación (de ÏÏιζο, schizo). Un cismático es una persona que crea o inicia un cisma en una iglesia u otra organización o es un miembro de una iglesia cismática. Cismático como un adjetivo se refiere a ideas, polÃticas, etc. que se creen llevan hacia o promueven el cisma, o describe una iglesia cristiana que se ha alejado de cualquier comunión que el que emplea la palabra cisma considera la verdadera iglesia cristiana
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