dejen de ser tan resentidos, y fijensen bien que es y como piensa, utilisen su inteligencia no su perpectiva para ver el lado malo de la iglesia, es hermosa, la iglesia es el pueblo de Dios instituida por Cristo.
Deja de ser tan cerrado y conocela.....veras q no todo es malo y sabras q el fin de ella es la salvacion de las almas.
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Con el término «Iglesia» se designa al pueblo que Dios convoca y reúne desde todos los confines de la tierra, para constituir la asamblea de todos aquellos que, por la fe y el Bautismo, han sido hechos hijos de Dios, miembros de Cristo y templo del Espíritu Santo.
En la Sagrada Escritura encontramos muchas imágenes que ponen de relieve aspectos complementarios del misterio de la Iglesia. El Antiguo Testamento prefiere imágenes ligadas al Pueblo de Dios; el Nuevo Testamento aquellas vinculadas a Cristo como Cabeza de este pueblo, que es su Cuerpo, y las imágenes sacadas de la vida pastoril (redil, grey, ovejas), agrícola (campo, olivo, viña), de la construcción (morada, piedra, templo) y familiar (esposa, madre, familia).
La Iglesia tiene su origen y realización en el designio eterno de Dios. Fue preparada en la Antigua Alianza con la elección de Israel, signo de la reunión futura de todas las naciones. Fundada por las palabras y las acciones de Jesucristo, fue realizada, sobre todo, mediante su muerte redentora y su Resurrección. Más tarde, se manifestó como misterio de salvación mediante la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. Al final de los tiempos, alcanzará su consumación como asamblea celestial de todos los redimidos.
La misión de la Iglesia es la de anunciar e instaurar entre todos los pueblos el Reino de Dios inaugurado por Jesucristo. La Iglesia es el germen e inicio sobre la tierra de este Reino de salvación.
La Iglesia es Misterio en cuanto que en su realidad visible se hace presente y operante una realidad espiritual y divina, que se percibe solamente con los ojos de la fe.
La Iglesia es sacramento universal de salvación en cuanto es signo e instrumento de la reconciliación y la comunión de toda la humanidad con Dios, así como de la unidad de todo el género humano.
La Iglesia es el Pueblo de Dios porque Él quiso santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sino constituyéndolos en un solo pueblo, reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Este pueblo, del que se llega a ser miembro mediante la fe en Cristo y el Bautismo, tiene por origen a Dios Padre, por cabeza a Jesucristo, por condición la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, por ley el mandamiento nuevo del amor, por misión la de ser sal de la tierra y luz del mundo, por destino el Reino de Dios, ya iniciado en la Tierra.
El Pueblo de Dios participa del oficio sacerdotal de Cristo en cuanto los bautizados son consagrados por el Espíritu Santo para ofrecer sacrificios espirituales; participa de su oficio profético cuando, con el sentido sobrenatural de la fe, se adhiere indefectiblemente a ella, la profundiza y la testimonia; participa de su función regia con el servicio, imitando a Jesucristo, quien siendo rey del universo, se hizo siervo de todos, sobre todo de los pobres y los que sufren.
La Iglesia es cuerpo de Cristo porque, por medio del Espíritu, Cristo muerto y resucitado une consigo íntimamente a sus fieles. De este modo los creyentes en Cristo, en cuanto íntimamente unidos a Él, sobre todo en la Eucaristía, se unen entre sí en la caridad, formando un solo cuerpo, la Iglesia. Dicha unidad se realiza en la diversidad de miembros y funciones.
Cristo «es la Cabeza del Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1, 18). La Iglesia vive de Él, en Él y por Él. Cristo y la Iglesia forman el «Cristo total» (San Agustín); «la Cabeza y los miembros, como si fueran una sola persona mística» (Santo Tomás de Aquino).
Llamamos a la Iglesia esposa de Cristo porque el mismo Señor se definió a sí mismo como «el esposo» (Mc 2, 19), que ama a la Iglesia uniéndola a sí con una Alianza eterna. Cristo se ha entregado por ella para purificarla con su sangre, «santificarla» (Ef 5, 26) y hacerla Madre fecunda de todos los hijos de Dios. Mientras el término «cuerpo» manifiesta la unidad de la «cabeza» con los miembros, el término «esposa» acentúa la distinción de ambos en la relación personal.
La Iglesia es llamada templo del Espíritu Santo porque el Espíritu vive en el cuerpo que es la Iglesia: en su Cabeza y en sus miembros; Él además edifica la Iglesia en la caridad con la Palabra de Dios, los sacramentos, las virtudes y los carismas.
«Lo que nuestro espíritu, es decir, nuestra alma, es para nuestros miembros, eso mismo es el Espíritu Santo para los miembros de Cristo, para el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia» (San Agustín).
Los carismas son dones especiales del Espíritu Santo concedidos a cada uno para el bien de los hombres, para las necesidades del mundo y, en particular, para la edificación de la Iglesia, a cuyo Magisterio compete el discernimiento sobre ellos.
La Iglesia es una, santa, católica y apostólica
La Iglesia es una porque tiene como origen y modelo la unidad de un solo Dios en la Trinidad de las Personas; como fundador y cabeza a Jesucristo, que restablece la unidad de todos los pueblos en un solo cuerpo; como alma al Espíritu Santo que une a todos los fieles en la comunión en Cristo. La Iglesia tiene una sola fe, una sola vida sacramental, una única sucesión apostólica, una común esperanza y la misma caridad.
La única Iglesia de Cristo, como sociedad constituida y organizada en el mundo, subsiste (subsistit in) en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él. Sólo por medio de ella se puede obtener la plenitud de los medios de salvación, puesto que el Señor ha confiado todos los bienes de la Nueva Alianza únicamente al colegio apostólico, cuya cabeza es Pedro.
En las Iglesias y comunidades eclesiales que se separaron de la plena comunión con la Iglesia católica, se hallan muchos elementos de santificación y verdad. Todos estos bienes proceden de Cristo e impulsan hacia la unidad católica. Los miembros de estas Iglesias y comunidades se incorporan a Cristo en el Bautismo, por ello los reconocemos como hermanos.
El deseo de restablecer la unión de todos los cristianos es un don de Cristo y un llamamiento del Espíritu; concierne a toda la Iglesia y se actúa mediante la conversión del corazón, la oración, el recíproco conocimiento fraterno y el diálogo teológico.
La Iglesia es santa porque Dios santísimo es su autor; Cristo se ha entregado a sí mismo por ella, para santificarla y hacerla santificante; el Espíritu Santo la vivifica con la caridad. En la Iglesia se encuentra la plenitud de los medios de salvación. La santidad es la vocación de cada uno de sus miembros y el fin de toda su actividad. Cuenta en su seno con la Virgen María e innumerables santos, como modelos e intercesores. La santidad de la Iglesia es la fuente de la santificación de sus hijos, los cuales, aquí en la tierra, se reconocen todos pecadores, siempre necesitados de conversión y de purificación.
La Iglesia es católica, es decir universal, en cuanto en ella Cristo está presente: «Allí donde está Cristo Jesús, está la Iglesia Católica» (San Ignacio de Antioquía). La Iglesia anuncia la totalidad y la integridad de la fe; lleva en sí y administra la plenitud de los medios de salvación; es enviada en misión a todos los pueblos, pertenecientes a cualquier tiempo o cultura.
Es católica toda Iglesia particular, (esto es la diócesis y la eparquía), formada por la comunidad de los cristianos que están en comunión, en la fe y en los sacramentos, con su obispo ordenado en la sucesión apostólica y con la Iglesia de Roma, «que preside en la caridad» (San Ignacio de Antioquía).
Todos los hombres, de modos diversos, pertenecen o están ordenados a la unidad católica del Pueblo de Dios. Está plenamente incorporado a la Iglesia Católica quien, poseyendo el Espíritu de Cristo, se encuentra unido a la misma por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión. Los bautizados que no realizan plenamente dicha unidad católica están en una cierta comunión, aunque imperfecta, con la Iglesia católica.
La Iglesia católica se reconoce en relación con el pueblo judío por el hecho de que Dios eligió a este pueblo, antes que a ningún otro, para que acogiera su Palabra. Al pueblo judío pertenecen «la adopción como hijos, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas, los patriarcas; de él procede Cristo según la carne» (Rm 9, 4-5). A diferencia de las otras religiones no cristianas, la fe judía es ya una respuesta a la Revelación de Dios en la Antigua Alianza.
El vínculo entre la Iglesia católica y las religiones no cristianas proviene, ante todo, del origen y el fin comunes de todo el género humano. La Iglesia católica reconoce que cuanto de bueno y verdadero se encuentra en las otras religiones viene de Dios, es reflejo de su verdad, puede preparar para la acogida del Evangelio y conducir hacia la unidad de la humanidad en la Iglesia de Cristo.
La afirmación «fuera de la Iglesia no hay salvación» significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por medio de la Iglesia, que es su Cuerpo. Por lo tanto no pueden salvarse quienes, conociendo la Iglesia como fundada por Cristo y necesaria para la salvación, no entran y no perseveran en ella. Al mismo tiempo, gracias a Cristo y a su Iglesia, pueden alcanzar la salvación eterna todos aquellos que, sin culpa alguna, ignoran el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan sinceramente a Dios y, bajo el influjo de la gracia, se esfuerzan en cumplir su voluntad, conocida mediante el dictamen de la conciencia.
La Iglesia debe anunciar el Evangelio a todo el mundo porque Cristo ha ordenado: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19). Este mandato misionero del Señor tiene su fuente en el amor eterno de Dios, que ha enviado a su Hijo y a su Espíritu porque «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tm 2, 4)
La Iglesia es misionera porque, guiada por el Espíritu Santo, continúa a lo largo de los siglos la misión del mismo Cristo. Por tanto, los cristianos deben anunciar a todos la Buena Noticia traída por Jesucristo, siguiendo su camino y dispuestos incluso al sacrificio de sí mismos hasta el martirio.
La Iglesia es apostólica por su origen, ya que fue construida «sobre el fundamento de los Apóstoles» (Ef 2, 20); por su enseñanza, que es la misma de los Apóstoles; por su estructura, en cuanto es instruida, santificada y gobernada, hasta la vuelta de Cristo, por los Apóstoles, gracias a sus sucesores, los obispos, en comunión con el sucesor de Pedro.
La palabra Apóstol significa enviado. Jesús, el Enviado del Padre, llamó consigo a doce de entre sus discípulos, y los constituyó como Apóstoles suyos, convirtiéndolos en testigos escogidos de su Resurrección y en fundamentos de su Iglesia. Jesús les dio el mandato de continuar su misión, al decirles: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20, 21) y al prometerles que estaría con ellos hasta el fin del mundo.
La sucesión apostólica es la transmisión, mediante el sacramento del Orden, de la misión y la potestad de los Apóstoles a sus sucesores, los obispos. Gracias a esta transmisión, la Iglesia se mantiene en comunión de fe y de vida con su origen, mientras a lo largo de los siglos ordena todo su apostolado a la difusión del Reino de Cristo sobre la tierra.
Los fieles son aquellos que, incorporados a Cristo mediante el Bautismo, han sido constituidos miembros del Pueblo de Dios; han sido hecho partícipes, cada uno según su propia condición, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, y son llamados a llevar a cabo la misión confiada por Dios a la Iglesia. Entre ellos hay una verdadera igualdad en su dignidad de hijos de Dios.
En la Iglesia, por institución divina, hay ministros sagrados, que han recibido el sacramento del Orden y forman la jerarquía de la Iglesia. A los demás fieles se les llama laicos. De unos y otros provienen fieles que se consagran de modo especial a Dios por la profesión de los consejos evangélicos: castidad en el celibato, pobreza y obediencia.
Cristo instituyó la jerarquía eclesiástica con la misión de apacentar al Pueblo de Dios en su nombre, y para ello le dio autoridad. La jerarquía está formada por los ministros sagrados: obispos, presbíteros y diáconos. Gracias al sacramento del Orden, los obispos y presbíteros actúan, en el ejercicio de su ministerio, en nombre y en la persona de Cristo cabeza; los diáconos sirven al Pueblo de Dios en la diaconía (servicio) de la palabra, de la liturgia y de la caridad.
A ejemplo de los doce Apóstoles, elegidos y enviados juntos por Cristo, la unión de los miembros de la jerarquía eclesiástica está al servicio de la comunión de todos los fieles. Cada obispo ejerce su ministerio como miembro del colegio episcopal, en comunión con el Papa, haciéndose partícipe con él de la solicitud por la Iglesia universal. Los sacerdotes ejercen su ministerio en el presbiterio de la Iglesia particular, en comunión con su propio obispo y bajo su guía.
El ministerio eclesial tiene también un carácter personal, en cuanto que, en virtud del sacramento del Orden, cada uno es responsable ante Cristo, que lo ha llamado personalmente, confiriéndole la misión.
El Papa, Obispo de Roma y sucesor de san Pedro, es el perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad de la Iglesia. Es el Vicario de Cristo, cabeza del colegio de los obispos y pastor de toda la Iglesia, sobre la que tiene, por institución divina, la potestad plena, suprema, inmediata y universal.
El colegio de los obispos, en comunión con el Papa y nunca sin él, ejerce también él la potestad suprema y plena sobre la Iglesia.
Los obispos, en comunión con el Papa, tienen el deber de anunciar a todos el Evangelio, fielmente y con autoridad, como testigos auténticos de la fe apostólica, revestidos de la autoridad de Cristo. Mediante el sentido sobrenatural de la fe, el Pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente a la fe, bajo la guía del Magisterio vivo de la Iglesia.
La infalibilidad del Magisterio se ejerce cuando el Romano Pontífice, en virtud de su autoridad de Supremo Pastor de la Iglesia, o el colegio de los obispos en comunión con el Papa, sobre todo reunido en un Concilio Ecuménico, proclaman con acto definitivo una doctrina referente a la fe o a la moral; y también cuando el Papa y los obispos, en su Magisterio ordinario, concuerdan en proponer una doctrina como definitiva. Todo fiel debe adherirse a tales enseñanzas con el obsequio de la fe.
Los obispos ejercen su función de santificar a la Iglesia cuando dispensan la gracia de Cristo, mediante el ministerio de la palabra y de los sacramentos, en particular de la Eucaristía; y también con su oración, su ejemplo y su trabajo.
Cada obispo, en cuanto miembro del colegio episcopal, ejerce colegialmente la solicitud por todas las Iglesias particulares y por toda la Iglesia, junto con los demás obispos unidos al Papa. El obispo, a quien se ha confiado una Iglesia particular, la gobierna con la autoridad de su sagrada potestad propia, ordinaria e inmediata, ejercida en nombre de Cristo, Buen Pastor, en comunión con toda la Iglesia y bajo la guía del sucesor de Pedro.
Los fieles laicos tienen como vocación propia la de buscar el Reino de Dios, iluminando y ordenando las realidades temporales según Dios. Responden así a la llamada a la santidad y al apostolado, que se dirige a todos los bautizados.
Los laicos participan en la misión sacerdotal de Cristo cuando ofrecen como sacrificio espiritual «agradable a Dios por mediación de Jesucristo» (1 P 2, 5), sobre todo en la Eucaristía, la propia vida con todas las obras, oraciones e iniciativas apostólicas, la vida familiar y el trabajo diario, las molestias de la vida sobrellevadas con paciencia, así como los descansos físicos y consuelos espirituales. De esta manera, también los laicos, dedicados a Cristo y consagrados por el Espíritu Santo, ofrecen a Dios el mundo mismo.
Los laicos participan en la misión profética de Cristo cuando acogen cada vez mejor en la fe la Palabra de Cristo, y la anuncian al mundo con el testimonio de la vida y de la palabra, mediante la evangelización y la catequesis. Este apostolado «adquiere una eficacia particular porque se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo» (Lumen Gentium 35).
Los laicos participan en la misión regia de Cristo porque reciben de Él el poder de vencer el pecado en sí mismos y en el mundo, por medio de la abnegación y la santidad de la propia vida. Los laicos ejercen diversos ministerios al servicio de la comunidad, e impregnan de valores morales las actividades temporales del hombre y las instituciones de la sociedad.
La vida consagrada es un estado de vida reconocido por la Iglesia; una respuesta libre a una llamada particular de Cristo, mediante la cual los consagrados se dedican totalmente a Dios y tienden a la perfección de la caridad, bajo la moción del Espíritu Santo. Esta consagración se caracteriza por la práctica de los consejos evangélicos.
La vida consagrada participa en la misión de la Iglesia mediante una plena entrega a Cristo y a los hermanos, dando testimonio de la esperanza del Reino de los Cielos.
¿Te interesa una respuesta honesta o solo quieres de que digamos que tienes razon?.
Soy católico y lo he sido toda mi vida. Estudié muchos años en escuelas católicas y al final de cuentas, aunque sigo creyendo en todos los dogmas de fe católica, abandoné la institución de la iglesia y sucedió un dÃa que traté de solicitar una misa en memorÃa de mi padre y la respuesta fue "que claro que si, de a cuanto $$$ la quieres?. No tenia ningún problema de cooperar con la iglesia, pero que directamente me pidieran dinero a cambio me recordó las razones de porque Martin Luteron los mandó al D iablo,
Después, fue porque no entendÃa que hubiera tanto sacerdote inculto, cerrado y carente de experiencia que se atreviera a exigirte o darte consejos para que vivieras mejor tu vida Cuando ellos mismos no sabÃan que hacer con la suya (y eso que todavÃa no se conocian el asunto de los Pedofilos). Igual te reconozco que he conocido sacerdotes, principalmente jesuitas, que he admirado mucho, pero no por ser sacerdotes sino como seres humanos, pero igual he conocido judios, protestantes, musulmanes y hasta ateos por quienes me quitarÃa el sobrero sin pensarlo.
Tiempo despues, estudiando la historia decubrà muchos hechos que solo sirvieron para confirmar mi decisión. Primero los fundamentos de la existencia de la Iglesia Catolica, no la original que se creó en Contastinopla después del Concilio de Nicea, sino la que quedó en Roma despues de la lucha politica entre los Patriarcas romanos (conocidos como Papas) y los de Constatinopla, una lucha que nada tuvo que ver con Dios, sino con la ambición del poder. Si Constatinopla no hubiera caido y Roma si, la historia hubiera sido mucho muy diferente y esto no sucedió porque Dios asi lo hubiera querido, sino porque Constatinopla estaba rodeado de musulmanes con muy poco sentido del humor y los Papas de Roma, por esa misma lucha de poderes, jamás hicieron nada por ayudarla (con excepción de un pequeño intento durante la primera cruzada)
Y finalmente por todas las atrocidades que la iglesia ha cometido para tratar de mantener su poder. Tal ves hubieran tenido mejores resultados si hubieran habido mas Juan Pablos y Madres Teresas (a los cuales personalmente admiro mucho) y menos inquisidores.
Para resumir, no tengo nada en contra de los dogmas de la fe que la Iglesia Catolica me inculcó, los acepto, pero creo que ya me quedan chicos. El Dios en el que ahora yo creo, no es humano, ni creado por humanos, es el Dios que se encuentra en mi interior y de quien formo parte y al que espero regresar el dÃa de mi muerte.
... Siglos de opresión...
El que deberÃa de usar la inteligencia eres TU, los resentimientos que le tenemos a la iglesia católica van más allá de la fe que profesas, no es posible que una religión que "se basa en el amor y los valores" haya protegido a genocidas, patrocinado guerras santas, proteja a pederastas y narcotraficantes, lave dinero desde el vaticano y dicte la moral de todo el mundo aunque sus creencias no sean católicas, si sus vidas se basan en la humildad, que contradictorios son, las paredes del vaticano están cubiertas de oro traÃdo de la conquista española, obtenido de una matanza desdomunal. ¿pero para qué dar más razones, si la gente esta ciega? eso es lo que provoca la fe, que la gente no sea reflexiva.
Muchos sacerdotes tienen la culpa por difamar a lla iglesia católica. Por eso la falta de testimonio hace que muchos se resientan con ella. Eso solo una parte.
porque mejor en lugar de promover la iglesia catolica no promueves a Cristo? creo que la gente que le hablas de una iglesia de una denominacion de una religion ya esta harta de eso, y no porque la iglesia sea mala no, sino porque desgraciadamente los lideres si son malos, precisamente el viernes que lleve a mi hijo al dentista me comento el doctor que estaba muy molesto porque una paciente de el la encontro teniendo relaciones con un sacerdote de una iglesia catolica y lo peor de todo es que es una niña tiene 15 años, en pleno acto los encontro el doctor estacionados en una carretera solitaria y oscura, el se dio cuenta porque penso que estaban atacando a alguien en ese carro pero cual fue su sorpresa encontrar a ese cura y que creen? era el mismo que hacia como 2 semanas atras lo criticaba porque no llegaba a misa y porque se hechaba sus tragos, yo me pregunto con que calidad moral hacen eso, pero en fin
Querido amigo, yo tengo 40 años, cuando nacÃ, antes de hablar, antes de andar, antes de que me saliera el primer diente, me bautizaron, esto significaba que tenia que ser católico, me gustara o no, no me dieron opciones... Después vino la educación y bueno los primeros años en una dictadura (soy español y hablo de la dictadura de Franco), apoyada por la iglesia católica, pues fue una educación muy católica.
Con el paso de los años fui abriendo mi mente, me intereso mucho el estudio de las religiones. Utilicé mi inteligencia, no la que ellos querÃa que utilizara. Estudie, investigue, y al final me di cuenta de que todo es mentira, a si que apostaté.
Yo no estoy resentido con el catolicismo, cada uno es libre de creer lo que quiera, pero nunca imponer a los demás esas creencia. No creo en ningún Dios, ni pertenezco a ninguna religión. Soy feliz, si tu crees en tu Dios, y eres feliz, pues fenomenal, me alegro por ti.
jajajajaja es muy estúpido lo k dices la salvación de las almas?????' como ? soy católica pero no estoy muy de acuerdo con lo que dice la iglesia y no esque este "cerrada" no creo que muchas desiciones sean las correctas para nosotros y que quede claro no creo que dios este mal solo los que la predican ok! por ejemplo la prohibición del uso del condón todavÃa dicen los hijos que dios te mande es una vil falsÃa como es posible que te abstengas de decidir a cuantos niños puedes darles de comer educación y demás es muy estúpido por que no permiten la unión libre???' es muy buena para saber como quien duermes por eso existen tantos divorcios hoy en dÃa deben de tomar eso en cuenta creo en dios y en la iglesia pero s muy estúpido creer en los que a predican
Totalmente en desacuerdo, acaso no sabes lo que nos han hecho?, nos torturaron -a nuestras antiguas generaciones-, nos roban, nos retrazaron casi quinientos años, y esa de CONOCELA, los ateos no pueden ser ateos, sin haber salido de una religion, nadie es ateo por que les dicen que lo sean, como las religiones lo hacen, y mas la catolica bautizando bebes, los enmarrocan a su creencia, sin consultarle antes a esa vida, no te parace suficiente para vivir renegado con esta "religion", lo unico que quiero es que caida esa religion para que no haga mas daño...
por las barbaridades que cometieron hace mucho tiempo, ellos fueron los culpables de tantas muertes que para la humanidad es muy dificil perdonarlos.
ademas fuernon los sacerdotes catolicos quienes apoyaron en el matar a cristo
te invito a q te fijes http://ar.answers.yahoo.com/question/index;_ylt=Au...
y si tenes tiempo q me contestes http://ar.answers.yahoo.com/question/index;_ylt=Ar...