La reforma en filosofía era necesaria. El sensualismo de Condillac y el empirismo de Locke, durante el siglo XVIII, se había enseñoreado, de todos los espíritus; dominaba, con incontrastable poderío, en las inteligencias más vigorosas, llevando en sí gérmenes fecundos de errores los más trascendentales, en las diferentes esferas de la vida. Semejante filosofía, por otra parte, era insuficiente e incapaz para explicar los fenómenos psicológicos y la vida interna de nuestro ser, para dirigir las operaciones del alma, para descubrir los pliegues misteriosos del corazón humano, para penetrar en lo más recóndito de nuestra íntima naturaleza, para elevarnos al mundo de lo infinito, traspasando los reducidos límites de la mera exterioridad, para presentar del hombre un acabado y completo análisis de sus facultades y sus varios modos de ejercicio, para hacer ver, de una manera concluyente, que la fuente de nuestros conocimientos, el origen de las ideas no son sólo los sentidos, sino que, por el contrario, existen además la conciencia y la razón; para demostrar, en fin, que la sensación [6] de Condillac con la reflexión de Locke nos informan y nos dan exclusivamente el conocimiento sensible, concreto, particular, individual, determinado, sin que por este medio, admitiendo tan sólo esta fuente de conocimiento, podamos penetrar en el mundo moral al cual se llega por la conciencia, y el mundo del infinito, al cual nos elevamos mediante razón. En este estado se presenta, en el vasto campo de la ciencia, un genio superior, original, fecundo, dotado de brillantes aptitudes para la filosofía, iniciando el movimiento intelectual de Europa; abriendo nuevos horizontes a las ciencias y las artes; echando los cimientos de una escuela cuyos numerosos adeptos y ardientes partidarios encuéntranse esparcidos en diversas naciones. Este segundo Sócrates, como algunos le llaman, es Manuel Kant, nacido en Koenigsberg el 24 de abril de 1724, proponiéndonos, al presente, trazar un bosquejo de su doctrina.
De claro talento, cultivado con especial cuidado, de vasta comprensión, de penetrante mirada, de condiciones relevantes para el estudio, amante de la verdad, con decidida vocación para desentrañar los problemas más arduos de la ciencia filosófica; reconcéntrase en él la fuerza, la profundidad y el genio, operando una gran revolución en la esfera científica, cuyas consecuencias habrán de ser en alto grado trascendentales, cambiando la dirección de la ciencia y haciéndola marchar por nuevos derroteros.
Advertido por el escepticismo de Hume, se fija su atención en los resultados evidentes de las matemáticas, tratando de averiguar las causas de la desigualdad observada en la filosofía: al efecto, el examen de sus diversos sistemas y especialmente el dogmatismo de la escuela de Wolf, le pone en el caso de indagar un conocimiento filosófico, concluyendo de aquí ser indispensable, a este fin, la crítica de las diversas fuentes del conocimiento, y completando de esta suerte el trabajo comenzado por Locke. Desde luego conoce que la filosofía y las matemáticas son ciencias puramente racionales: distingue a su vez los conocimientos racionales de los empíricos y el carácter de necesidad y universalidad asignado a los primeros. De la posibilidad de los conocimientos [7] racionales dependen absolutamente los filosóficos, siendo de dos clases, sintéticos y analíticos, formando dos órdenes de leyes intelectuales, descansando los segundos sobre los primeros. La existencia de los conocimientos a priori es garantía para las matemáticas y fundamento de la metafísica; y como ciencia de lo puro racional, se consagra a comprobar la posibilidad de estos conocimientos, su fundamento y origen es una ciencia necesaria al espíritu humano y de la más alta importancia. Kant traza una línea de separación entre la filosofía y las matemáticas, estudiando la facultad de conocer de una manera profunda en sí misma y en sus diversos aspectos. Su penetración le hace percibir ser los conocimientos sintéticos a priori los constitutivos de su forma, no pudiendo ser fundados en las leyes del individuo.
La filosofía para Kant puede ser considerada bajo tres puntos de vista: dogmática, cuando se funda en principios que supone y reconoce como verdaderos; escéptica, cuando descubre la insuficiencia de principios adoptados por él; dogmatista y crítica, cuando después de haber adoptado las objeciones del escéptico, sin satisfacerle el estado de duda, procede a investigar cuáles son los principios de la naturaleza humana, origen de las ilusiones del dogmático, y mediante una análisis escrupuloso de las potencias llamadas cognitivas, trazó todo el sistema de los conocimientos en las distintas modificaciones de sus elementos originales con el auxilio de las formas independientes y fundamentales del pensamiento. Esto constituye el espíritu de la filosofía crítica. Todo lo que es objeto del entendimiento es compuesto, siendo sus part
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Exposición y crítica de la doctrina de Kant
La reforma en filosofía era necesaria. El sensualismo de Condillac y el empirismo de Locke, durante el siglo XVIII, se había enseñoreado, de todos los espíritus; dominaba, con incontrastable poderío, en las inteligencias más vigorosas, llevando en sí gérmenes fecundos de errores los más trascendentales, en las diferentes esferas de la vida. Semejante filosofía, por otra parte, era insuficiente e incapaz para explicar los fenómenos psicológicos y la vida interna de nuestro ser, para dirigir las operaciones del alma, para descubrir los pliegues misteriosos del corazón humano, para penetrar en lo más recóndito de nuestra íntima naturaleza, para elevarnos al mundo de lo infinito, traspasando los reducidos límites de la mera exterioridad, para presentar del hombre un acabado y completo análisis de sus facultades y sus varios modos de ejercicio, para hacer ver, de una manera concluyente, que la fuente de nuestros conocimientos, el origen de las ideas no son sólo los sentidos, sino que, por el contrario, existen además la conciencia y la razón; para demostrar, en fin, que la sensación [6] de Condillac con la reflexión de Locke nos informan y nos dan exclusivamente el conocimiento sensible, concreto, particular, individual, determinado, sin que por este medio, admitiendo tan sólo esta fuente de conocimiento, podamos penetrar en el mundo moral al cual se llega por la conciencia, y el mundo del infinito, al cual nos elevamos mediante razón. En este estado se presenta, en el vasto campo de la ciencia, un genio superior, original, fecundo, dotado de brillantes aptitudes para la filosofía, iniciando el movimiento intelectual de Europa; abriendo nuevos horizontes a las ciencias y las artes; echando los cimientos de una escuela cuyos numerosos adeptos y ardientes partidarios encuéntranse esparcidos en diversas naciones. Este segundo Sócrates, como algunos le llaman, es Manuel Kant, nacido en Koenigsberg el 24 de abril de 1724, proponiéndonos, al presente, trazar un bosquejo de su doctrina.
De claro talento, cultivado con especial cuidado, de vasta comprensión, de penetrante mirada, de condiciones relevantes para el estudio, amante de la verdad, con decidida vocación para desentrañar los problemas más arduos de la ciencia filosófica; reconcéntrase en él la fuerza, la profundidad y el genio, operando una gran revolución en la esfera científica, cuyas consecuencias habrán de ser en alto grado trascendentales, cambiando la dirección de la ciencia y haciéndola marchar por nuevos derroteros.
Advertido por el escepticismo de Hume, se fija su atención en los resultados evidentes de las matemáticas, tratando de averiguar las causas de la desigualdad observada en la filosofía: al efecto, el examen de sus diversos sistemas y especialmente el dogmatismo de la escuela de Wolf, le pone en el caso de indagar un conocimiento filosófico, concluyendo de aquí ser indispensable, a este fin, la crítica de las diversas fuentes del conocimiento, y completando de esta suerte el trabajo comenzado por Locke. Desde luego conoce que la filosofía y las matemáticas son ciencias puramente racionales: distingue a su vez los conocimientos racionales de los empíricos y el carácter de necesidad y universalidad asignado a los primeros. De la posibilidad de los conocimientos [7] racionales dependen absolutamente los filosóficos, siendo de dos clases, sintéticos y analíticos, formando dos órdenes de leyes intelectuales, descansando los segundos sobre los primeros. La existencia de los conocimientos a priori es garantía para las matemáticas y fundamento de la metafísica; y como ciencia de lo puro racional, se consagra a comprobar la posibilidad de estos conocimientos, su fundamento y origen es una ciencia necesaria al espíritu humano y de la más alta importancia. Kant traza una línea de separación entre la filosofía y las matemáticas, estudiando la facultad de conocer de una manera profunda en sí misma y en sus diversos aspectos. Su penetración le hace percibir ser los conocimientos sintéticos a priori los constitutivos de su forma, no pudiendo ser fundados en las leyes del individuo.
La filosofía para Kant puede ser considerada bajo tres puntos de vista: dogmática, cuando se funda en principios que supone y reconoce como verdaderos; escéptica, cuando descubre la insuficiencia de principios adoptados por él; dogmatista y crítica, cuando después de haber adoptado las objeciones del escéptico, sin satisfacerle el estado de duda, procede a investigar cuáles son los principios de la naturaleza humana, origen de las ilusiones del dogmático, y mediante una análisis escrupuloso de las potencias llamadas cognitivas, trazó todo el sistema de los conocimientos en las distintas modificaciones de sus elementos originales con el auxilio de las formas independientes y fundamentales del pensamiento. Esto constituye el espíritu de la filosofía crítica. Todo lo que es objeto del entendimiento es compuesto, siendo sus part