La palabra educación es rescatada por el humanismo. Su expresión en castellano data de mediados del siglo XVII. Según Corominas: “educar, del latín educare (emparentado con ducere ‘conducir’ y educere ‘sacar afuera’, ‘criar’). Primera documentación 1623. Hasta entonces se había dicho siempre criar, que es la voz que emplea todavía Cipr. Varela en su traducción de la Biblia, a fines del S. XVI, allí donde Scío, siglos más tarde, escribió educar”. El parentesco que menciona Corominas corresponde a la raíz de la palabra, el término latino ducere. Este término significa conducir y forma parte de muchos términos castellanos como inducción, conducción, producción, abducción, etc. Educere es la contracción de ex ducere, perdiéndose la x, y de esa manera compone la idea de “sacar afuera”, quizás más correctamente de “conducir afuera”, es decir, sacar.
Los romanos tenían dos verbos relacionados con la educación y que son considerados como antecedentes de la palabra castellana: educere y educare. Si bien ambos términos significaban lo que nosotros llamamos educar, no sólo significaban eso, y en la vastedad de sus significados componían dos nociones diferentes que la moderna educación occidental engloba. Educere, como explica Corominas, significa “sacar”, pero también significa otras cosas. El diccionario latín-castellano de Manuel de Valbuena establece las siguientes acepciones: “echar afuera, arrojar, citar judicialmente // sustraer // pasar el tiempo, emplearlo en // llevar, conducir // alzar, levantar // agotar, apurar // educar, criar // engendrar, producir”. Para educare, en cambio, establece las siguientes: “criar un niño, darle de mamar, cuidarle, enseñar, instruir, formar, dar educación”.
Las dos palabras latinas evocan dos aspectos diferentes de la educación. Así tenemos, por un lado, la instrucción y, por otro, la crianza. Según Manuel de Valbuena, “educare, educere e instituere se diferencian en que educere es sacar fuera, educare criar, instituire dar buena crianza o mala, y educit: la comadre, educat: la ama de leche, instituit el ayo”. Esta distancia práctica que separa educare y educere se reducirá drásticamente, y cada vez más, desde la hegemonización educativa de la escuela moderna, su avance sobre el ámbito familiar y la “alianza escuela-familia” que viabiliza este avance y establece responsabilidades escolares que obligan a los padres. Actualmente, en argentina, un niño es escolarizado obligatoriamente desde los cinco años, y es generalmente enviado al jardín de infantes a partir de los tres. Las guarderías encierran miles de niños cuyos padres, obligados al trabajo durante el día, no tienen dónde “dejarlos”. La utilización (o empleo) de niñeras es una práctica también generalizada en cierto estrato social dando a la crianza una ámbito alienado en el seno familiar, una dimensión laboral en lo que antiguamente existía una relación de esclavitud.
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La palabra educación es rescatada por el humanismo. Su expresión en castellano data de mediados del siglo XVII. Según Corominas: “educar, del latín educare (emparentado con ducere ‘conducir’ y educere ‘sacar afuera’, ‘criar’). Primera documentación 1623. Hasta entonces se había dicho siempre criar, que es la voz que emplea todavía Cipr. Varela en su traducción de la Biblia, a fines del S. XVI, allí donde Scío, siglos más tarde, escribió educar”. El parentesco que menciona Corominas corresponde a la raíz de la palabra, el término latino ducere. Este término significa conducir y forma parte de muchos términos castellanos como inducción, conducción, producción, abducción, etc. Educere es la contracción de ex ducere, perdiéndose la x, y de esa manera compone la idea de “sacar afuera”, quizás más correctamente de “conducir afuera”, es decir, sacar.
Los romanos tenían dos verbos relacionados con la educación y que son considerados como antecedentes de la palabra castellana: educere y educare. Si bien ambos términos significaban lo que nosotros llamamos educar, no sólo significaban eso, y en la vastedad de sus significados componían dos nociones diferentes que la moderna educación occidental engloba. Educere, como explica Corominas, significa “sacar”, pero también significa otras cosas. El diccionario latín-castellano de Manuel de Valbuena establece las siguientes acepciones: “echar afuera, arrojar, citar judicialmente // sustraer // pasar el tiempo, emplearlo en // llevar, conducir // alzar, levantar // agotar, apurar // educar, criar // engendrar, producir”. Para educare, en cambio, establece las siguientes: “criar un niño, darle de mamar, cuidarle, enseñar, instruir, formar, dar educación”.
Las dos palabras latinas evocan dos aspectos diferentes de la educación. Así tenemos, por un lado, la instrucción y, por otro, la crianza. Según Manuel de Valbuena, “educare, educere e instituere se diferencian en que educere es sacar fuera, educare criar, instituire dar buena crianza o mala, y educit: la comadre, educat: la ama de leche, instituit el ayo”. Esta distancia práctica que separa educare y educere se reducirá drásticamente, y cada vez más, desde la hegemonización educativa de la escuela moderna, su avance sobre el ámbito familiar y la “alianza escuela-familia” que viabiliza este avance y establece responsabilidades escolares que obligan a los padres. Actualmente, en argentina, un niño es escolarizado obligatoriamente desde los cinco años, y es generalmente enviado al jardín de infantes a partir de los tres. Las guarderías encierran miles de niños cuyos padres, obligados al trabajo durante el día, no tienen dónde “dejarlos”. La utilización (o empleo) de niñeras es una práctica también generalizada en cierto estrato social dando a la crianza una ámbito alienado en el seno familiar, una dimensión laboral en lo que antiguamente existía una relación de esclavitud.