Etimológicamente, el término iconoclasta se refiere a quien practica la iconoclasia, esto es a quien destruye pinturas o esculturas sagradas (iconos). Un ejemplo de iconoclasia fue la tradición bizantina, sobre todo León III, que ordenó la destrucción de todas las representaciones de Jesús, de la Virgen María y, especialmente, de los santos. En lenguaje coloquial se utiliza también para referirse a aquella persona que va a contracorriente y cuyo comportamiento es contrario a los ideales, normas o modelos o estatutos de la sociedad actual o a la autoridad de maestros dentro de esta, sin que implique una connotación negativa de su figura. Las creencias de los iconoclastas son contrarias a las de los iconódulos. Se denomina iconodulía o iconodulia a la veneración (dulía) de imágenes (iconos).En el Catolicismo se diferencia de la Idolatría en que esta última tiene un carácter hereje, y por tanto está perseguida por la religión predominante. Sin embargo, la iconodulía no estaría perseguida, sino que de acuerdo con la doctrina católica, sería acorde con los preceptos religiosos, y su practicante recibe el nombre de iconódulo,
El emperador León III el Isaurio prohibió la adoración de las imágenes que representaban a Cristo y a los santos en 726. Lo hizo por razones de orden religioso y político. Su hijo, Constantino V (741-775), heredó un grave enfrentamiento entre la población mayormente a favor del uso de imágenes y la postura oficial, que finalmente concluyó utilizando su poderío militar.
Tras el segundo concilio de Nicea en 787 se afirmó la veneración de iconos, con base en la encarnación de Jesucristo en hombre.
El emperador León V (813-820) instauró un segundo periodo de luchas en 813, continuado por los siguientes emperadores hasta Teófilo. Al morir este, su esposa Teodora movilizó a los iconódulos y proclamó la restauración de iconos en 843.
Los musulmanes tienen la prohibición de representar figuras humanas en las mezquitas, no la prohibición general del uso de la figura humana en otros ámbitos, como ejemplifican los testimonios musivos conservados en los llamados Palacios del desierto.
De todas formas, ha estado siempre completamente prohibido el representar imágenes divinas (de hecho, en las representaciones de Mahoma su rostro nunca aparece).
Uno de los episodios más interesantes de la historia humana fue el que protagonizaron los emperadores isáuricos (717-820) en el Imperio Bizantino, especialmente en lo tocante a la religión. El gran tema a tratar fue el culto a las imágenes y su papel en la vida cristiana. ¿Era lícito el culto a las imágenes o por el contrario era un culto idólatra que repugnaba a Dios?. Estos emperadores con gran devoción cristiana (mal tratados después por la historia oficial) demostraron en su día, movidos por un gran temor de Dios, que la verdadera religión cristiana abomina del culto idólatra a las imágenes y que tales cosas sólo acarrean males y desgracias.
La historia comienza tras el peor siglo al que tuvo que enfrentarse la cristiandad, el siglo VII. Fue la época en la que los seguidores de la joven religión islámicas desplegaron sus ejércitos por toda África (la África cristiana del norte) y por Asia (tanto Persia como la cristiana Palestina y Siria). El Imperio Cristiano de Oriente, el Imperio Bizantino que un siglo atrás había intentado reconstruir el Imperio Romano, ahora se enfrentaba a una gran pérdida territorial: Egipto, Siria y Palestina caían en manos del Islam y del Califato de los Omeyas. Millones de cristianos ciudadanos del Imperio se veían obligados a pasar a la clandestinidad, negociar con los nuevos invasores (que en un primer momento se mostraron respetuosos) o bien cambiar de religión para buscar nuevas oportunidades en el mundo que les dominaba. La fe del pueblo se derrumbaba: ¿Dónde estaba Dios que permitía que la mitad de los cristianos acabasen señoreados por invasores no cristianos? ¿Dónde estaba el Imperio bendecido por Dios para librarles de esas desgracias?
La lucha contra el culto de las imágenes tuvo en Oriente dos fases. La primera fue promovida, y con bastante violencia, por el emperador León III el Isáurico, el año 725 con una serie de edictos que proscribían el culto y el uso de las imágenes de los santos y de los ángeles, de Cristo y de la Virgen; acabó esta fase con la muerte del emperador León IV, el año 780. A una fanática destrucción de todo un patrimonio artístico y religioso, expresión viva de la piedad popular, siguió una reacción no menos enérgica por parte de San Germán, patriarca de Constantinopla, depuesto por el emperador el año 730, y de San Juan Damasceno, los cuales, con sus escritos, no sólo refutaron la acusación de idolatría lanzada contra la Iglesia, sino que explicaron además la legitimidad y la naturaleza del culto a las imágenes; otros obispos orientales y el Papa Gregorio III condenaron el iconoclastismo. A la lucha contra las imágenes, siguió bien pronto la persecución que contó con no pocos mártires. Constantino V Coprónimo (741-775) continuó la obra de su padre; lo mismo hizo León IV (775-780), si bien este último estuvo mejor dispuesto a un restablecimiento de la paz, gracias a las instigaciones de su mujer Irene, la cual, una vez que se quedó viuda y emperatriz, convocó de acuerdo con el Papa Adriano I y con el patriarca de Constantinopla, San Tarasio, el II Concilio de Nicea (VII ecuménico), el año 787.
En este Concilio se definió la legitimidad del culto a las imágenes y se condenó el error iconoclasta en estos términos: "Decidimos restablecer, junto a la Cruz preciosa y vivífica de Cristo, las santas y venerables imágenes: o sea, las imágenes de Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Salvador, la de Nuestra Señora Inmaculada, la santa Madre de Dios, la de los honorables ángeles y de todos los píos y santos personajes, puesto que más se pensará en ellos a través de las imágenes que los representan y más, aquellos que los contemplan, se sentirán excitados al recuerdo y al deseo de imitarlos; decidimos rendirle un homenaje y adoración de honor, no ese culto de latría que proviene y que compete sólo a Dios, sino de honor, ese honor y veneración que se presta a la Cruz preciosa, a los santos Evangelios y a los objetos sagrados; decidimos también encenderles incienso en su honor y encenderles velas, como era costumbre entre los antiguos cristianos. Puesto que el honor rendido a la imagen se traspasa al prototipo que representa y el que venera la imagen venera la persona que la imagen representa".
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Etimológicamente, el término iconoclasta se refiere a quien practica la iconoclasia, esto es a quien destruye pinturas o esculturas sagradas (iconos). Un ejemplo de iconoclasia fue la tradición bizantina, sobre todo León III, que ordenó la destrucción de todas las representaciones de Jesús, de la Virgen María y, especialmente, de los santos. En lenguaje coloquial se utiliza también para referirse a aquella persona que va a contracorriente y cuyo comportamiento es contrario a los ideales, normas o modelos o estatutos de la sociedad actual o a la autoridad de maestros dentro de esta, sin que implique una connotación negativa de su figura. Las creencias de los iconoclastas son contrarias a las de los iconódulos. Se denomina iconodulía o iconodulia a la veneración (dulía) de imágenes (iconos).En el Catolicismo se diferencia de la Idolatría en que esta última tiene un carácter hereje, y por tanto está perseguida por la religión predominante. Sin embargo, la iconodulía no estaría perseguida, sino que de acuerdo con la doctrina católica, sería acorde con los preceptos religiosos, y su practicante recibe el nombre de iconódulo,
El emperador León III el Isaurio prohibió la adoración de las imágenes que representaban a Cristo y a los santos en 726. Lo hizo por razones de orden religioso y político. Su hijo, Constantino V (741-775), heredó un grave enfrentamiento entre la población mayormente a favor del uso de imágenes y la postura oficial, que finalmente concluyó utilizando su poderío militar.
Tras el segundo concilio de Nicea en 787 se afirmó la veneración de iconos, con base en la encarnación de Jesucristo en hombre.
El emperador León V (813-820) instauró un segundo periodo de luchas en 813, continuado por los siguientes emperadores hasta Teófilo. Al morir este, su esposa Teodora movilizó a los iconódulos y proclamó la restauración de iconos en 843.
Los musulmanes tienen la prohibición de representar figuras humanas en las mezquitas, no la prohibición general del uso de la figura humana en otros ámbitos, como ejemplifican los testimonios musivos conservados en los llamados Palacios del desierto.
De todas formas, ha estado siempre completamente prohibido el representar imágenes divinas (de hecho, en las representaciones de Mahoma su rostro nunca aparece).
Uno de los episodios más interesantes de la historia humana fue el que protagonizaron los emperadores isáuricos (717-820) en el Imperio Bizantino, especialmente en lo tocante a la religión. El gran tema a tratar fue el culto a las imágenes y su papel en la vida cristiana. ¿Era lícito el culto a las imágenes o por el contrario era un culto idólatra que repugnaba a Dios?. Estos emperadores con gran devoción cristiana (mal tratados después por la historia oficial) demostraron en su día, movidos por un gran temor de Dios, que la verdadera religión cristiana abomina del culto idólatra a las imágenes y que tales cosas sólo acarrean males y desgracias.
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La historia comienza tras el peor siglo al que tuvo que enfrentarse la cristiandad, el siglo VII. Fue la época en la que los seguidores de la joven religión islámicas desplegaron sus ejércitos por toda África (la África cristiana del norte) y por Asia (tanto Persia como la cristiana Palestina y Siria). El Imperio Cristiano de Oriente, el Imperio Bizantino que un siglo atrás había intentado reconstruir el Imperio Romano, ahora se enfrentaba a una gran pérdida territorial: Egipto, Siria y Palestina caían en manos del Islam y del Califato de los Omeyas. Millones de cristianos ciudadanos del Imperio se veían obligados a pasar a la clandestinidad, negociar con los nuevos invasores (que en un primer momento se mostraron respetuosos) o bien cambiar de religión para buscar nuevas oportunidades en el mundo que les dominaba. La fe del pueblo se derrumbaba: ¿Dónde estaba Dios que permitía que la mitad de los cristianos acabasen señoreados por invasores no cristianos? ¿Dónde estaba el Imperio bendecido por Dios para librarles de esas desgracias?
La lucha contra el culto de las imágenes tuvo en Oriente dos fases. La primera fue promovida, y con bastante violencia, por el emperador León III el Isáurico, el año 725 con una serie de edictos que proscribían el culto y el uso de las imágenes de los santos y de los ángeles, de Cristo y de la Virgen; acabó esta fase con la muerte del emperador León IV, el año 780. A una fanática destrucción de todo un patrimonio artístico y religioso, expresión viva de la piedad popular, siguió una reacción no menos enérgica por parte de San Germán, patriarca de Constantinopla, depuesto por el emperador el año 730, y de San Juan Damasceno, los cuales, con sus escritos, no sólo refutaron la acusación de idolatría lanzada contra la Iglesia, sino que explicaron además la legitimidad y la naturaleza del culto a las imágenes; otros obispos orientales y el Papa Gregorio III condenaron el iconoclastismo. A la lucha contra las imágenes, siguió bien pronto la persecución que contó con no pocos mártires. Constantino V Coprónimo (741-775) continuó la obra de su padre; lo mismo hizo León IV (775-780), si bien este último estuvo mejor dispuesto a un restablecimiento de la paz, gracias a las instigaciones de su mujer Irene, la cual, una vez que se quedó viuda y emperatriz, convocó de acuerdo con el Papa Adriano I y con el patriarca de Constantinopla, San Tarasio, el II Concilio de Nicea (VII ecuménico), el año 787.
En este Concilio se definió la legitimidad del culto a las imágenes y se condenó el error iconoclasta en estos términos: "Decidimos restablecer, junto a la Cruz preciosa y vivífica de Cristo, las santas y venerables imágenes: o sea, las imágenes de Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Salvador, la de Nuestra Señora Inmaculada, la santa Madre de Dios, la de los honorables ángeles y de todos los píos y santos personajes, puesto que más se pensará en ellos a través de las imágenes que los representan y más, aquellos que los contemplan, se sentirán excitados al recuerdo y al deseo de imitarlos; decidimos rendirle un homenaje y adoración de honor, no ese culto de latría que proviene y que compete sólo a Dios, sino de honor, ese honor y veneración que se presta a la Cruz preciosa, a los santos Evangelios y a los objetos sagrados; decidimos también encenderles incienso en su honor y encenderles velas, como era costumbre entre los antiguos cristianos. Puesto que el honor rendido a la imagen se traspasa al prototipo que representa y el que venera la imagen venera la persona que la imagen representa".
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