El Señor nos hace referencia en las Escrituras a Su Viña. ¿Pero a que se refiere El con este mensaje, puesto en términos de nuestros tiempos?. La viña del Señor es Su obra, el lugar donde se trabaja para la misión de la Salvación. ¿Cuál es tu actitud de vida frente a la Viña de Cristo?.
Tenemos en el mundo tres clases de actitudes frente al llamado del Cielo:
1. La de aquellos que se involucran en trabajar activamente, como obreros cotidianos, integrando el plantel de trabajadores de la obra de la Redención.
2. La de aquellos que trabajan activamente también, pero en contra de la obra del Cielo. Y esto es muy peligroso, porque es un pecado contra el Espíritu Santo, el más grave que se puede cometer. Negar a Dios activamente, frenando Su obra, es la forma mas directa de condenarse.
3. Aquellos tibios que, sabiendo de un modo u otro del llamado de Dios, no se comprometen. ¡Y ya sabemos que dijo Jesús respecto de los tibios!.
¿En que categoría estás tú?. ¿Lo tienes claro, te animas a responder?.
Para aquellos que creen estar en la primer categoría, o al menos desean estar en ella: no nos equivoquemos. Nuestra vida no está dividida: no existe el trabajo, la familia y luego la Viña del Señor (como asistir a Misa el domingo, por ejemplo). Nuestra vida es una, integral e indivisible. La Viña debe ser nuestra vida, nuestra realidad cotidiana.
Trabajar como viñateros para Jesús es obrar para Su causa en forma permanente.
En términos prácticos, todos debemos tener una participación dentro de la inmensidad de Viñas que existen en el mundo, y debemos ser activos trabajadores en al menos una de ellas. La oración es una parte fundamental del trabajo del Viñatero, por eso los grupos de oración son tan importantes. También el dar testimonio, el difundir la necesidad de la conversión del alma, el volcar a las personas a la lectura diaria de las Escrituras. El ser evidencia viva de un cristiano comprometido con la obra de Dios es parte central de nuestro rol de obreros. El ayudar a los pobres y necesitados, haciéndolo en nombre de la caridad que Jesús nos enseñó
Viña, es un campo plantado o sembrado de vid, la vid es el arbol que produce uvas, al campo se le dice: viñedo o viña.
Biblicamente, es una alegoría, (asi hablaba Jesús, con metaforas y alegorías), refiriendose a la viña, como el campo de trabajo de su Padre.
Mira, te lo pondré de esta manera:
LOS OBREROS DE LA VIÑA DEL SEÑOR
Buenos administradores de la multiforme gracia de Dios
LAS DIFERENTES VOCACIONES PERSONALES.
1- Según la parábola evangélica, el "dueño de casa" llama a los obreros a su viña a distintas horas de la jornada: a algunos al alba, a otros hacia las nueve de la mañana, todavía a otros al mediodía y a las tres, a los últimos hacia las cinco (cf. Mt 20, 1 ss.). San Gregorio Magno interpreta las diversas horas de la llamada poniéndolas en relación con las edades de la vida. "Es posible —escribe— aplicar la diversidad de las horas a las diversas edades del hombre. En esta interpretación nuestra, la mañana puede representar ciertamente la infancia. Después, la tercera hora se puede entender como la adolescencia: el sol sube hacia lo alto del cielo, es decir crece el ardor de la edad. La sexta hora es la juventud: el sol está como en el medio del cielo, esto es, en esta edad se refuerza la plenitud del vigor. La ancianidad representa la hora novena, porque como el sol declina desde lo alto de su eje, así comienza a perder esta edad el ardor de la juventud. La hora undécima es la edad de aquéllos muy avanzados en los años (...). Los obreros, por tanto, son llamados a la viña a distintas horas, como para indicar que a la vida santa uno es conducido durante la infancia, otro en la juventud, otro en la ancianidad y otro en la edad más avanzada"
2- Podemos asumir y ampliar el comentario de San Gregorio Magno en relación a la extraordinaria variedad de personas presentes en la Iglesia, todas y cada una llamadas a trabajar por el advenimiento del Reino de Dios, según la diversidad de vocaciones y situaciones, carismas y funciones. Es una variedad ligada no sólo a la edad, sino también a las diferencias de sexo y a la diversidad de dotes, a las vocaciones y condiciones de vida; es una variedad que hace más viva y concreta la riqueza de la Iglesia.
3-Obreros de la viña son todos los miembros del Pueblo de Dios: los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los fieles laicos, todos a la vez objeto y sujeto de la comunión de la Iglesia y de la participación en su misión de salvación. Todos y cada uno trabajamos en la única y común viña del Señor con carismas y ministerios diversos y complementarios.
Ya en el plano del ser, antes todavía que en el del obrar, los cristianos son sarmientos de la única vid fecunda que es Cristo; son miembros vivos del único Cuerpo del Señor edificado en la fuerza del Espíritu. En el plano del ser: no significa sólo mediante la vida de gracia y santidad, que es la primera y más lozana fuente de fecundidad apostólica y misionera de la Santa Madre Iglesia; sino que significa también el estado de vida que caracteriza a los sacerdotes y los diáconos, los religiosos y religiosas, los miembros de institutos seculares, los fieles laicos.
En la Iglesia-Comunión los estados de vida están de tal modo relacionados entre sí que están ordenados el uno al otro. Ciertamente es común —mejor dicho, único— su profundo significado: el de ser modalidad según la cual se vive la igual dignidad cristiana y la universal vocación a la santidad en la perfección del amor. Son modalidades a la vez diversas y complementarias, de modo que cada una de ellas tiene su original e inconfundible fisionomía, y al mismo tiempo cada una de ellas está en relación con las otras y a su servicio.
Así el estado de vida laical tiene en la índole secular su especificidad y realiza un servicio eclesial testificando y volviendo a hacer presente, a su modo, a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, el significado que tienen las realidades terrenas y temporales en el designio salvífico de Dios. A su vez, el sacerdocio ministerial representa la garantía permanente de la presencia sacramental de Cristo Redentor en los diversos tiempos y lugares. El estado religioso testifica la índole escatológica de la Iglesia, es decir, su tensión hacia el Reino de Dios, que viene prefigurado y, de algún modo, anticipado y pregustado por los votos de castidad, pobreza y obediencia.
Todos los estados de vida, ya sea en su totalidad como cada uno de ellos en relación con los otros, están al servicio del crecimiento de la Iglesia; son modalidades distintas que se unifican profundamente en el "misterio de comunión" de la Iglesia y que se coordinan dinámicamente en su única misión.
De este modo, el único e idéntico misterio de la Iglesia revela y revive, en la diversidad de estados de vida y en la variedad de vocaciones, la infinita riqueza del misterio de Jesucristo. Como gusta repetir a los Padres, la Iglesia es como un campo de fascinante y maravillosa variedad de hierbas, plantas, flores y frutos. San Ambrosio escribe: "Un campo produce muchos frutos, pero es mejor el que abunda en frutos y en flores. Ahora bien, el campo de la santa Iglesia es fecundo en unos y otras. Aquí puedes ver florecer las gemas de la virginidad, allá la viudez dominar austera como los bosques en la llanura; más allá la rica cosecha de las bodas bendecidas por la Iglesia colmar de mies abundante los grandes graneros del mundo, y los lagares del Señor Jesús sobreabundar de los frutos de vid lozana, frutos de los cuales están llenos los matrimonios cristianos" .
Las diversas vocaciones laicales
1- La rica variedad de la Iglesia encuentra su ulterior manifestación dentro de cada uno de los estados de vida. Así, dentro del estado de vida laical se dan diversas "vocaciones", o sea, diversos caminos espirituales y apostólicos que afectan a cada uno de los fieles laicos. En el álveo de una vocación laical "común" florecen vocaciones laicales "particulares". En este campo podemos recordar también la experiencia espiritual que ha madurado recientemente en la Iglesia con el florecer de diversas formas de Institutos seculares. A los fieles laicos, y también a los mismos sacerdotes, está abierta la posibilidad de profesar los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia a través de los votos o las promesas, conservando plenamente la propia condición laical o clerical 2-Como han puesto de manifiesto los Padres sinodales, "el Espíritu Santo promueve también otras formas de entrega de sí mismo a las que se dedican personas que permanecen plenamente en la vida laical"
3-Podemos concluir releyendo una hermosa página de San Francisco de Sales, que tanto ha promovido la espiritualidad de los laicos. Hablando de la "devoción", es decir de la perfección cristiana o "vida según el Espíritu", presenta de manera simple y espléndida la vocación de todos los cristianos a la santidad y, al mismo tiempo, el modo específico con que cada cristiano la realiza: "En la Creación Dios mandó a las plantas producir sus frutos, cada una "según su especie" (Gn 1, 11). El mismo mandamiento dirige a los cristianos, que son plantas vivas de su Iglesia, para que produzcan frutos de devoción, cada uno según su estado y condición. La devoción debe ser practicada en modo diverso por el hidalgo, por el artesano, por el sirviente, por el príncipe, por la viuda, por la mujer soltera y por la casada. Pero esto no basta; es necesario además conciliar la práctica de la devoción con las fuerzas, con las obligaciones y deberes de cada persona . Es un error —mejor dicho, una herejía— pretender excluir el ejercicio de la devoción del ambiente militar, del taller de los artesanos, de la corte de los príncipes, de los hogares de los casados. Es verdad, Filotea, que la devoción puramente contemplativa, monástica y religiosa sólo puede ser vivida en estos estados, pero además de estos tres tipos de devoción, hay muchos otros capaces de hacer perfectos a quienes viven en condiciones seculares. Por eso, en cualquier lugar que nos encontremos, podemos y debemos aspirar a la vida perfecta"
4-Colocándose en esa misma línea, el Concilio Vaticano II escribe: "Este comportamiento espiritual de los laicos debe asumir una peculiar característica del estado de matrimonio y familia, de celibato o de viudez, de la condición de enfermedad, de la actividad profesional y social. No dejen, por tanto, de cultivar constantemente las cualidades y las dotes otorgadas correspondientes a tales condiciones, y de servirse de los propios dones recibidos del Espíritu Santo"
5-Lo que vale para las vocaciones espirituales vale también, y en cierto sentido con mayor motivo, para las infinitas diversas modalidades según las cuales todos y cada uno de los miembros de la Iglesia son obreros que trabajan en la viña del Señor, edificando el Cuerpo místico de Cristo. En verdad, cada uno es llamado por su nombre, en la unicidad e irrepetibilidad de su historia personal, a aportar su propia contribución al advenimiento del Reino de Dios. Ningún talento, ni siquiera el más pequeño, puede ser escondido o quedar inutilizado (cf. Mt 25, 24-27).
El apóstol Pedro nos advierte: "Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios"
Los relatos históricos coinciden en que no es sino hasta la segunda mitad del primer siglo, cuando los cristianos son expulsados de las sinagogas judías, que el cristianismo zanja definitivamente con el judaísmo.
Antes que eso ocurriera, la identidad hebrea de la nueva religión era más que evidente. El liderazgo cristiano era casi por completo de origen israelita y la preponderancia hebrea era notoria. Las reuniones seguían celebrándose en torno al Templo de Jerusalén y en cada ciudad los apóstoles continuaban acudiendo a las sinagogas.
No debe sorprender, por ello, que la relación entre el cristianismo y la simbología de la vid tuviera fundamento no solo en la orden de Jesús de conmemorar su muerte y resurrección cada vez que, ritualmente, se bebiera el vino y se comiese el pan, sino también en la tradición judía pos exílica, que le da un lugar preponderante, como ya hemos visto, en la celebración de la Pascua y los rituales de bendición (Pablo lo confirma cuando menciona en 1 Corintios 10:16 “la copa de bendición que bendecimos”, clara alusión judía refiriéndose a la comunión cristiana).
Resulta sugerente que el primer milagro de Jesús registrado por los evangelios ocurriese en una boda en torno al vino. Allí se puede observar también algo de las costumbres sociales judías, influidas por la cultura grecolatina, de entregar primero el mejor vino y al final el de menor calidad. Pero también se atisba una nueva relación del creyente para con Dios (Nuevo Pacto) cuando se comenta negativamente que Jesús es un hombre que bebe vino sin restricciones (Mateo 9: 10-17), a diferencia de Juan el Bautista (profeta típico del Antiguo Pacto), a quien se le prohibió beber vino o licores desde su nacimiento (Lucas 1:15).
Algunos autores encuentran aquí una referencia a Dionisos, a quien se le atribuye también transformar el agua en vino. Si se piensa que el apóstol Juan escribió su relato finalizando el siglo I, cuando ya circulaban herejías cristianas de corte gnóstico (una religión sincretista que tomaba elementos de distintos cultos religiosos grecorromanos y orientales), no sería extraño que el escritor haya querido resaltar la figura de Jesús por sobre toda divinidad pagana.
La siguiente referencia, fundamental en lo que se refiere a la relación del vino y la religión cristiana, se encuentra en los relatos de la última cena. En esa oportunidad, Jesús instaura el ritual más importante, cuyas connotaciones no son interpretadas de manera unánime en el mundo cristiano.
El Hijo de Dios establece una relación entre el vino y él al levantar la copa y decir “Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados. Les digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mateo capítulo 26, versículos 28 y 29).
En el siglo XVI y XVII la cristiandad se dividió entre quienes consideraban que la presencia de Jesús en el vino era real (catolicismo romano), “mística” (luteranismo) o simbólica (calvinismo y demás ramas protestantes). Lo cierto es que en los primeros siglos del cristianismo todos los miembros de la iglesia (clero y pueblo) participaban plenamente del vino. En el siglo XI se impuso la costumbre de que los seglares no comulgasen con el vino. Hoy sólo la rama protestante de la iglesia cristiana lo hace.
Con todo, ningún aspecto del culto a Baco relaciona el simbolismo del vino con el sacrificio expiatorio, con la paga de los pecados que efectúa el dios-hombre (Cristo) por la humanidad.
Pero la relación vino-sangre de Cristo también provocó en su momento muchos malentendidos y no pocos sufrimientos para el pueblo cristiano. Debido a que las reuniones para celebrar la comunión cristiana con el vino y el pan se celebraba a puerta cerrada, circuló en Roma el rumor de que en el ritual se realizaban sacrificios humanos y se bebía la sangre, acusación que valió varias persecuciones oficiales.
Como una probable intento de establecer una diferencia total con los cultos dionisiacos aparece en el Nuevo Testamento una orden apostólica: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos del Espíritu Santo” (Efesios 5:18). La disolución o desenfreno parece una alusión a las orgías báquicas que hemos descrito al hablar del culto a Dionisos.
Pero eso no impide al mismo autor, el apóstol Pablo, aconsejar a su discípulo Timoteo que beba vino en lugar de agua a causa de sus constantes males estomacales (1 Timoteo 5:23).
El simbolismo vitivinícola del cristianismo no se reduce al vino. Se extiende también a la planta. En varias parábolas, Jesús describe a la heredad de su padre (el pueblo de Dios), como una viña que ha sido mal administrada por obreros malvados.
Además, el propio Cristo se propone, en uno de las alegorías más bellas del Nuevo Testamento, como la vid verdadera, a su Padre como el labrador o viñatero y a sus discípulos como pámpanos, como sarmientos jóvenes. En esta alegoría hace una referencia a la poda de los viñedos y su relación con el rendimiento de la planta (Juan, capítulo 15).
La historia posterior de la iglesia no ha hecho más que refrendar la importancia de este imaginario cristiano en torno a la vid y al vino. No solamente en su arte (decorados, pinturas y grabados suelen representar las labores en viñedo, amén de imágenes del niño Jesús comiendo racimos de uvas que representan su muerte y sacrificio), sino también en sus labores vitivinícolas: es reconocido que durante la Edad Media, sin la iglesia, el trabajo en las viñas, la elaboración y comercio del vino pudo haberse perdido irremediablemente.
Es un terreno plantado de muchas vides o planta vivaz y trepadora de la familia de las Vitáceas, con tronco retorcido, vástagos muy largos, flexibles y nudosos, hojas alternas, pecioladas, grandes y partidas en cinco lóbulos puntiagudos, flores verdosas en racimoscuyo fruto es la uva.
Expresión coloquial para indicar que en todo hay cosas buenas y malas, ejemplo: de todo hay en la viña del Señor. Conjunto de fieles guiados o doctrinados por un ministro del Señor.
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El Señor nos hace referencia en las Escrituras a Su Viña. ¿Pero a que se refiere El con este mensaje, puesto en términos de nuestros tiempos?. La viña del Señor es Su obra, el lugar donde se trabaja para la misión de la Salvación. ¿Cuál es tu actitud de vida frente a la Viña de Cristo?.
Tenemos en el mundo tres clases de actitudes frente al llamado del Cielo:
1. La de aquellos que se involucran en trabajar activamente, como obreros cotidianos, integrando el plantel de trabajadores de la obra de la Redención.
2. La de aquellos que trabajan activamente también, pero en contra de la obra del Cielo. Y esto es muy peligroso, porque es un pecado contra el Espíritu Santo, el más grave que se puede cometer. Negar a Dios activamente, frenando Su obra, es la forma mas directa de condenarse.
3. Aquellos tibios que, sabiendo de un modo u otro del llamado de Dios, no se comprometen. ¡Y ya sabemos que dijo Jesús respecto de los tibios!.
¿En que categoría estás tú?. ¿Lo tienes claro, te animas a responder?.
Para aquellos que creen estar en la primer categoría, o al menos desean estar en ella: no nos equivoquemos. Nuestra vida no está dividida: no existe el trabajo, la familia y luego la Viña del Señor (como asistir a Misa el domingo, por ejemplo). Nuestra vida es una, integral e indivisible. La Viña debe ser nuestra vida, nuestra realidad cotidiana.
Trabajar como viñateros para Jesús es obrar para Su causa en forma permanente.
En términos prácticos, todos debemos tener una participación dentro de la inmensidad de Viñas que existen en el mundo, y debemos ser activos trabajadores en al menos una de ellas. La oración es una parte fundamental del trabajo del Viñatero, por eso los grupos de oración son tan importantes. También el dar testimonio, el difundir la necesidad de la conversión del alma, el volcar a las personas a la lectura diaria de las Escrituras. El ser evidencia viva de un cristiano comprometido con la obra de Dios es parte central de nuestro rol de obreros. El ayudar a los pobres y necesitados, haciéndolo en nombre de la caridad que Jesús nos enseñó
L a viña es donde esta el huerto de vino..no se si me explique
Viña, es un campo plantado o sembrado de vid, la vid es el arbol que produce uvas, al campo se le dice: viñedo o viña.
Biblicamente, es una alegoría, (asi hablaba Jesús, con metaforas y alegorías), refiriendose a la viña, como el campo de trabajo de su Padre.
Mira, te lo pondré de esta manera:
LOS OBREROS DE LA VIÑA DEL SEÑOR
Buenos administradores de la multiforme gracia de Dios
LAS DIFERENTES VOCACIONES PERSONALES.
1- Según la parábola evangélica, el "dueño de casa" llama a los obreros a su viña a distintas horas de la jornada: a algunos al alba, a otros hacia las nueve de la mañana, todavía a otros al mediodía y a las tres, a los últimos hacia las cinco (cf. Mt 20, 1 ss.). San Gregorio Magno interpreta las diversas horas de la llamada poniéndolas en relación con las edades de la vida. "Es posible —escribe— aplicar la diversidad de las horas a las diversas edades del hombre. En esta interpretación nuestra, la mañana puede representar ciertamente la infancia. Después, la tercera hora se puede entender como la adolescencia: el sol sube hacia lo alto del cielo, es decir crece el ardor de la edad. La sexta hora es la juventud: el sol está como en el medio del cielo, esto es, en esta edad se refuerza la plenitud del vigor. La ancianidad representa la hora novena, porque como el sol declina desde lo alto de su eje, así comienza a perder esta edad el ardor de la juventud. La hora undécima es la edad de aquéllos muy avanzados en los años (...). Los obreros, por tanto, son llamados a la viña a distintas horas, como para indicar que a la vida santa uno es conducido durante la infancia, otro en la juventud, otro en la ancianidad y otro en la edad más avanzada"
2- Podemos asumir y ampliar el comentario de San Gregorio Magno en relación a la extraordinaria variedad de personas presentes en la Iglesia, todas y cada una llamadas a trabajar por el advenimiento del Reino de Dios, según la diversidad de vocaciones y situaciones, carismas y funciones. Es una variedad ligada no sólo a la edad, sino también a las diferencias de sexo y a la diversidad de dotes, a las vocaciones y condiciones de vida; es una variedad que hace más viva y concreta la riqueza de la Iglesia.
3-Obreros de la viña son todos los miembros del Pueblo de Dios: los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los fieles laicos, todos a la vez objeto y sujeto de la comunión de la Iglesia y de la participación en su misión de salvación. Todos y cada uno trabajamos en la única y común viña del Señor con carismas y ministerios diversos y complementarios.
Ya en el plano del ser, antes todavía que en el del obrar, los cristianos son sarmientos de la única vid fecunda que es Cristo; son miembros vivos del único Cuerpo del Señor edificado en la fuerza del Espíritu. En el plano del ser: no significa sólo mediante la vida de gracia y santidad, que es la primera y más lozana fuente de fecundidad apostólica y misionera de la Santa Madre Iglesia; sino que significa también el estado de vida que caracteriza a los sacerdotes y los diáconos, los religiosos y religiosas, los miembros de institutos seculares, los fieles laicos.
En la Iglesia-Comunión los estados de vida están de tal modo relacionados entre sí que están ordenados el uno al otro. Ciertamente es común —mejor dicho, único— su profundo significado: el de ser modalidad según la cual se vive la igual dignidad cristiana y la universal vocación a la santidad en la perfección del amor. Son modalidades a la vez diversas y complementarias, de modo que cada una de ellas tiene su original e inconfundible fisionomía, y al mismo tiempo cada una de ellas está en relación con las otras y a su servicio.
Así el estado de vida laical tiene en la índole secular su especificidad y realiza un servicio eclesial testificando y volviendo a hacer presente, a su modo, a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, el significado que tienen las realidades terrenas y temporales en el designio salvífico de Dios. A su vez, el sacerdocio ministerial representa la garantía permanente de la presencia sacramental de Cristo Redentor en los diversos tiempos y lugares. El estado religioso testifica la índole escatológica de la Iglesia, es decir, su tensión hacia el Reino de Dios, que viene prefigurado y, de algún modo, anticipado y pregustado por los votos de castidad, pobreza y obediencia.
Todos los estados de vida, ya sea en su totalidad como cada uno de ellos en relación con los otros, están al servicio del crecimiento de la Iglesia; son modalidades distintas que se unifican profundamente en el "misterio de comunión" de la Iglesia y que se coordinan dinámicamente en su única misión.
De este modo, el único e idéntico misterio de la Iglesia revela y revive, en la diversidad de estados de vida y en la variedad de vocaciones, la infinita riqueza del misterio de Jesucristo. Como gusta repetir a los Padres, la Iglesia es como un campo de fascinante y maravillosa variedad de hierbas, plantas, flores y frutos. San Ambrosio escribe: "Un campo produce muchos frutos, pero es mejor el que abunda en frutos y en flores. Ahora bien, el campo de la santa Iglesia es fecundo en unos y otras. Aquí puedes ver florecer las gemas de la virginidad, allá la viudez dominar austera como los bosques en la llanura; más allá la rica cosecha de las bodas bendecidas por la Iglesia colmar de mies abundante los grandes graneros del mundo, y los lagares del Señor Jesús sobreabundar de los frutos de vid lozana, frutos de los cuales están llenos los matrimonios cristianos" .
Las diversas vocaciones laicales
1- La rica variedad de la Iglesia encuentra su ulterior manifestación dentro de cada uno de los estados de vida. Así, dentro del estado de vida laical se dan diversas "vocaciones", o sea, diversos caminos espirituales y apostólicos que afectan a cada uno de los fieles laicos. En el álveo de una vocación laical "común" florecen vocaciones laicales "particulares". En este campo podemos recordar también la experiencia espiritual que ha madurado recientemente en la Iglesia con el florecer de diversas formas de Institutos seculares. A los fieles laicos, y también a los mismos sacerdotes, está abierta la posibilidad de profesar los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia a través de los votos o las promesas, conservando plenamente la propia condición laical o clerical 2-Como han puesto de manifiesto los Padres sinodales, "el Espíritu Santo promueve también otras formas de entrega de sí mismo a las que se dedican personas que permanecen plenamente en la vida laical"
3-Podemos concluir releyendo una hermosa página de San Francisco de Sales, que tanto ha promovido la espiritualidad de los laicos. Hablando de la "devoción", es decir de la perfección cristiana o "vida según el Espíritu", presenta de manera simple y espléndida la vocación de todos los cristianos a la santidad y, al mismo tiempo, el modo específico con que cada cristiano la realiza: "En la Creación Dios mandó a las plantas producir sus frutos, cada una "según su especie" (Gn 1, 11). El mismo mandamiento dirige a los cristianos, que son plantas vivas de su Iglesia, para que produzcan frutos de devoción, cada uno según su estado y condición. La devoción debe ser practicada en modo diverso por el hidalgo, por el artesano, por el sirviente, por el príncipe, por la viuda, por la mujer soltera y por la casada. Pero esto no basta; es necesario además conciliar la práctica de la devoción con las fuerzas, con las obligaciones y deberes de cada persona . Es un error —mejor dicho, una herejía— pretender excluir el ejercicio de la devoción del ambiente militar, del taller de los artesanos, de la corte de los príncipes, de los hogares de los casados. Es verdad, Filotea, que la devoción puramente contemplativa, monástica y religiosa sólo puede ser vivida en estos estados, pero además de estos tres tipos de devoción, hay muchos otros capaces de hacer perfectos a quienes viven en condiciones seculares. Por eso, en cualquier lugar que nos encontremos, podemos y debemos aspirar a la vida perfecta"
4-Colocándose en esa misma línea, el Concilio Vaticano II escribe: "Este comportamiento espiritual de los laicos debe asumir una peculiar característica del estado de matrimonio y familia, de celibato o de viudez, de la condición de enfermedad, de la actividad profesional y social. No dejen, por tanto, de cultivar constantemente las cualidades y las dotes otorgadas correspondientes a tales condiciones, y de servirse de los propios dones recibidos del Espíritu Santo"
5-Lo que vale para las vocaciones espirituales vale también, y en cierto sentido con mayor motivo, para las infinitas diversas modalidades según las cuales todos y cada uno de los miembros de la Iglesia son obreros que trabajan en la viña del Señor, edificando el Cuerpo místico de Cristo. En verdad, cada uno es llamado por su nombre, en la unicidad e irrepetibilidad de su historia personal, a aportar su propia contribución al advenimiento del Reino de Dios. Ningún talento, ni siquiera el más pequeño, puede ser escondido o quedar inutilizado (cf. Mt 25, 24-27).
El apóstol Pedro nos advierte: "Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios"
UUUUUUUUUUUUFFFFFFFFFFFFFFFF
CREO QUE YA ME PERDÍ. JE JE JE
El vino y el cristianismo
Los relatos históricos coinciden en que no es sino hasta la segunda mitad del primer siglo, cuando los cristianos son expulsados de las sinagogas judías, que el cristianismo zanja definitivamente con el judaísmo.
Antes que eso ocurriera, la identidad hebrea de la nueva religión era más que evidente. El liderazgo cristiano era casi por completo de origen israelita y la preponderancia hebrea era notoria. Las reuniones seguían celebrándose en torno al Templo de Jerusalén y en cada ciudad los apóstoles continuaban acudiendo a las sinagogas.
No debe sorprender, por ello, que la relación entre el cristianismo y la simbología de la vid tuviera fundamento no solo en la orden de Jesús de conmemorar su muerte y resurrección cada vez que, ritualmente, se bebiera el vino y se comiese el pan, sino también en la tradición judía pos exílica, que le da un lugar preponderante, como ya hemos visto, en la celebración de la Pascua y los rituales de bendición (Pablo lo confirma cuando menciona en 1 Corintios 10:16 “la copa de bendición que bendecimos”, clara alusión judía refiriéndose a la comunión cristiana).
Resulta sugerente que el primer milagro de Jesús registrado por los evangelios ocurriese en una boda en torno al vino. Allí se puede observar también algo de las costumbres sociales judías, influidas por la cultura grecolatina, de entregar primero el mejor vino y al final el de menor calidad. Pero también se atisba una nueva relación del creyente para con Dios (Nuevo Pacto) cuando se comenta negativamente que Jesús es un hombre que bebe vino sin restricciones (Mateo 9: 10-17), a diferencia de Juan el Bautista (profeta típico del Antiguo Pacto), a quien se le prohibió beber vino o licores desde su nacimiento (Lucas 1:15).
Algunos autores encuentran aquí una referencia a Dionisos, a quien se le atribuye también transformar el agua en vino. Si se piensa que el apóstol Juan escribió su relato finalizando el siglo I, cuando ya circulaban herejías cristianas de corte gnóstico (una religión sincretista que tomaba elementos de distintos cultos religiosos grecorromanos y orientales), no sería extraño que el escritor haya querido resaltar la figura de Jesús por sobre toda divinidad pagana.
La siguiente referencia, fundamental en lo que se refiere a la relación del vino y la religión cristiana, se encuentra en los relatos de la última cena. En esa oportunidad, Jesús instaura el ritual más importante, cuyas connotaciones no son interpretadas de manera unánime en el mundo cristiano.
El Hijo de Dios establece una relación entre el vino y él al levantar la copa y decir “Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados. Les digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mateo capítulo 26, versículos 28 y 29).
En el siglo XVI y XVII la cristiandad se dividió entre quienes consideraban que la presencia de Jesús en el vino era real (catolicismo romano), “mística” (luteranismo) o simbólica (calvinismo y demás ramas protestantes). Lo cierto es que en los primeros siglos del cristianismo todos los miembros de la iglesia (clero y pueblo) participaban plenamente del vino. En el siglo XI se impuso la costumbre de que los seglares no comulgasen con el vino. Hoy sólo la rama protestante de la iglesia cristiana lo hace.
Con todo, ningún aspecto del culto a Baco relaciona el simbolismo del vino con el sacrificio expiatorio, con la paga de los pecados que efectúa el dios-hombre (Cristo) por la humanidad.
Pero la relación vino-sangre de Cristo también provocó en su momento muchos malentendidos y no pocos sufrimientos para el pueblo cristiano. Debido a que las reuniones para celebrar la comunión cristiana con el vino y el pan se celebraba a puerta cerrada, circuló en Roma el rumor de que en el ritual se realizaban sacrificios humanos y se bebía la sangre, acusación que valió varias persecuciones oficiales.
Como una probable intento de establecer una diferencia total con los cultos dionisiacos aparece en el Nuevo Testamento una orden apostólica: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos del Espíritu Santo” (Efesios 5:18). La disolución o desenfreno parece una alusión a las orgías báquicas que hemos descrito al hablar del culto a Dionisos.
Pero eso no impide al mismo autor, el apóstol Pablo, aconsejar a su discípulo Timoteo que beba vino en lugar de agua a causa de sus constantes males estomacales (1 Timoteo 5:23).
El simbolismo vitivinícola del cristianismo no se reduce al vino. Se extiende también a la planta. En varias parábolas, Jesús describe a la heredad de su padre (el pueblo de Dios), como una viña que ha sido mal administrada por obreros malvados.
Además, el propio Cristo se propone, en uno de las alegorías más bellas del Nuevo Testamento, como la vid verdadera, a su Padre como el labrador o viñatero y a sus discípulos como pámpanos, como sarmientos jóvenes. En esta alegoría hace una referencia a la poda de los viñedos y su relación con el rendimiento de la planta (Juan, capítulo 15).
La historia posterior de la iglesia no ha hecho más que refrendar la importancia de este imaginario cristiano en torno a la vid y al vino. No solamente en su arte (decorados, pinturas y grabados suelen representar las labores en viñedo, amén de imágenes del niño Jesús comiendo racimos de uvas que representan su muerte y sacrificio), sino también en sus labores vitivinícolas: es reconocido que durante la Edad Media, sin la iglesia, el trabajo en las viñas, la elaboración y comercio del vino pudo haberse perdido irremediablemente.
Es un terreno plantado de muchas vides o planta vivaz y trepadora de la familia de las Vitáceas, con tronco retorcido, vástagos muy largos, flexibles y nudosos, hojas alternas, pecioladas, grandes y partidas en cinco lóbulos puntiagudos, flores verdosas en racimoscuyo fruto es la uva.
Expresión coloquial para indicar que en todo hay cosas buenas y malas, ejemplo: de todo hay en la viña del Señor. Conjunto de fieles guiados o doctrinados por un ministro del Señor.