El edificio fue comenzado a construir en 1904, con el objetivo de reemplazar al demolido Teatro Nacional. El proyecto estuvo a cargo del arquitecto Adamo Boari. El edificio debía ocupar el área comprendida entre las calles La Mariscala, Puente de San Francisco, Santa Isabel y Mirador de la alameda (hoy llamadas avenida Hidalgo, avenida Juárez, Eje Central Lázaro Cárdenas y Ángela Peralta). Debido a problemas técnicos de hundimiento de suelo, problemas económicos, la salida de Boari del país y la Revolución Mexicana, la construcción fue suspendida y reanudada varias veces durante treinta años, en vez de terminarse en los cuatro años originalmente programados.
Originalmente la construcción del edificio durarÃa cuatro años, pero se fue alargando a causa de los hundimientos del terreno y del movimiento armado de 1910. Hacia 1915 era poco lo que se hacÃa; Boari deja el paÃs en 1916 y a lo largo de los siguientes tres lustros se hicieron algunos trabajos de poca envergadura, hasta que se reinician las obras en 1932, bajo la dirección del arquitecto mexicano Federico Mariscal, quien las concluyó totalmente en marzo de 1934.
En el interior del hall y de la sala, Federico Mariscal aplicó un revestimiento de diversos mármoles nacionales y una espectacular decoración art dèco realizada en ParÃs por la casa Edgar Brandt, que incorpora motivos mexicanos, como mascarones mayas en acero y cactáceas en bronce.
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El edificio fue comenzado a construir en 1904, con el objetivo de reemplazar al demolido Teatro Nacional. El proyecto estuvo a cargo del arquitecto Adamo Boari. El edificio debía ocupar el área comprendida entre las calles La Mariscala, Puente de San Francisco, Santa Isabel y Mirador de la alameda (hoy llamadas avenida Hidalgo, avenida Juárez, Eje Central Lázaro Cárdenas y Ángela Peralta). Debido a problemas técnicos de hundimiento de suelo, problemas económicos, la salida de Boari del país y la Revolución Mexicana, la construcción fue suspendida y reanudada varias veces durante treinta años, en vez de terminarse en los cuatro años originalmente programados.
Durante el porfiriato en México surgió entre la alta sociedad una tendencia por imitar los estilos europeos, tanto en costumbres de la vida cotidiana como en modelos arquitectónicos. Esto dio como resultado que, a principios de este siglo, se ideara el proyecto para la construcción del nuevo Teatro Nacional. AsÃ, se demolió el que ya existÃa y el 1 de octubre de 1904, frente a la Alameda Central, se comenzó la construcción de los cimientos del que se convertirÃa en el Palacio de Bellas Artes.
El proyecto fue realizado por el arquitecto italiano Adamo Boari, quien diseñó un edificio que incorporaba los avances tecnológicos de los mejores teatros de la época. El edificio se caracterizaba por organizar las salas en torno a un gran hall, rematado por una triple cúpula situada entre el vestÃbulo y la sala de espectáculos. Esta sala tendrÃa forma de embudo, para lograr asà los mejores efectos acústicos y visuales. Su cupo serÃa de 1791 personas distribuidas entre palcos aislados, generales, lunetas y galerÃas. También contarÃa con un palco presidencial, situado exactamente a media sala, con dos elevadores privados y un gabinete de aseo.
La orquesta se ubicarÃa a nivel inferior de la luneta. Se proyectó un escenario de 24 metros de longitud, con instalaciones mecánicas completas. HabrÃa también una gran sala de fiestas, comunicada con siete loggias y terrazas, un restaurante y un acceso cubierto para descender de los carruajes.
Originalmente la construcción del edificio durarÃa cuatro años, pero se fue alargando a causa de los hundimientos del terreno y del movimiento armado de 1910. Hacia 1915 era poco lo que se hacÃa; Boari deja el paÃs en 1916 y a lo largo de los siguientes tres lustros se hicieron algunos trabajos de poca envergadura, hasta que se reinician las obras en 1932, bajo la dirección del arquitecto mexicano Federico Mariscal, quien las concluyó totalmente en marzo de 1934.
El mármol de las fachadas es de distintas procedencias; las numerosas esculturas que las ornamentan y las columnas son de Carrara. Las esculturas se deben a diversos artistas. El grupo central, llamado La armonÃa, es de Leonardo Bistolfi. Los mascarones son de Gianetti Fiorenzo y hay otras figuras de A. Boari. Igualmente deben mencionarse las de André Allar, ubicadas en la fachada principal, a nivel del piso. No olvidamos el grupo escultórico en bronce de Géza Maroti, que remata la cúpula principal, asà como los pegasos de AgustÃn Querol, en la Plaza de Bellas Artes, la que se realizó en 1994 a partir de las ideas de Adamo Boari, incorporando fuentes y jardines. Bajo esta plaza existe un estacionamiento con capacidad para 470 automóviles.
No se puede dejar de mencionar la famosa cortina de mosaicos de cristal sobre lámina de acero, realizada por Tiffany Studios de Nueva York. Esta impresionante obra, que representa una vista del valle de México, está hecha con más de un millón de piezas de cristal opalescente, cuya elaboración tardó casi dos años y es única en el mundo por su mérito artÃstico.
En el interior del hall y de la sala, Federico Mariscal aplicó un revestimiento de diversos mármoles nacionales y una espectacular decoración art dèco realizada en ParÃs por la casa Edgar Brandt, que incorpora motivos mexicanos, como mascarones mayas en acero y cactáceas en bronce.
Entre todas estas impresionantes obras de arte se encuentran los no menos famosos murales realizados por Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo y Jorge González Camarena, pensados por sus autores para el espacio en que se encuentran. Además, están otros murales de Roberto Montenegro y Manuel RodrÃguez Lozano.
Después de inaugurarse el Palacio, se alojaron en el edificio el teatro y sus dependencias anexas, el Museo Nacional de Artes Plásticas, la Sala de Exposiciones Temporales, el Museo del Libro, la biblioteca y el restaurante. En 1946, año de creación del INBA, el Palacio de Bellas Artes pasó a ser sede de esta institución.
Hoy en dÃa, el Palacio de Bellas Artes es considerado uno de los teatros más importantes y grandes del mundo. Su función como museo es también sobresaliente. Es una gran obra arquitectónica que, desde su fundación, ha sido el centro cultural más importante de la República Mexicana.
A 62 años de concluida su construcción, el Palacio de Bellas Artes, además de conjugar la preservación, la difusión y la confirmación de su vocación cultural, con un amplio programa tanto de espectáculos como presentaciones artÃsticas de carácter y calidad internacionales, ha sido objeto de acciones diversas en género y magnitud, tendientes no sólo a restaurar y conservar el edificio sino a mejorar sus condiciones, con fidelidad al proyecto original. Nuevos sistemas de iluminación y acústica, restitución o sustitución de materiales en distintas áreas, remodelación de salas de exposición, mantenimiento general, instalación de nuevos servicios y reacondicionamiento de sus espacios, contribuyen a conservar e incrementar su esplendor.