En la segunda parte, la vida de Zezé da un importante giro debido su encuentro con el dueño del mejor coche de la ciudad, un portugués llamado Manuel Valadares a quien Zezé le pondrá el apodo de "Portuga". Se conocen cuando el niño se cuelga de la parte trasera de su auto y el portugués lo descubrele, dándole una palmada como castigo. Pero otro día, haciendo una de sus travesuras, Zezé se corta el pie con un vidrio. El Portuga lo ve y lo lleva a curarse. A partir de allí nace entre ambos una tierna amistad, una relación muy parecida a la de un padre con su hijo.
Un día, después de recibir una terrible paliza de su padre, Zezé va a ver al Portuga y le dice que se va a tirar debajo del tren “Mangaratiba”, pero el Portuga lo convence de que no lo haga. Al día siguiente, el niño le cuenta todas las desgracias que afronta su familia y le pide que lo adopte como a un hijo. El Portuga le explica que no puede hacer eso, pero agrega que de ahí en adelante lo va a tratar como a un hijo.
Tiempo después, estando en clase, Zezé se entera de qué el Mangaratiba, el tren de la ciudad, acaba de arrollar y matar a su amigo el Portuga.
La familia de Zezé trata de consolarlo creyendo que está triste porque van a cortar a Minguito (su planta de naranja-lima) para ensanchar la calle, pero él enferma y desea morir para encontrarse en el cielo con el Portuga. Pero de a poco se va recuperando y un día recibe una flor blanca que había dado Minguito. Entonces se da cuenta que es el adiós de su planta de naranja-lima, ya que él había crecido de golpe y no podría volver a hablarle.
Como Zezé seguía muy triste, su padre le cuenta que consiguió trabajo y que ya nunca le iban a faltar los regalos en Navidad. Le dice que van a tener una casa grande con muchos árboles sólo para él, y que cuando corten a Minguito van a estar muy lejos, pero Zezé le responde: “Ya la cortaron, papá, hace más de una semana que cortaron mi planta de naranja-lima”.
La obra acaba con una carta de Zezé (que ya tiene cuarenta y ocho años) agradeciéndole al Portuga todo el cariño que en vida le brindó. También le dice que conoció el dolor demasiado pronto, y que por eso tuvo que crecer precozmente.
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En la segunda parte, la vida de Zezé da un importante giro debido su encuentro con el dueño del mejor coche de la ciudad, un portugués llamado Manuel Valadares a quien Zezé le pondrá el apodo de "Portuga". Se conocen cuando el niño se cuelga de la parte trasera de su auto y el portugués lo descubrele, dándole una palmada como castigo. Pero otro día, haciendo una de sus travesuras, Zezé se corta el pie con un vidrio. El Portuga lo ve y lo lleva a curarse. A partir de allí nace entre ambos una tierna amistad, una relación muy parecida a la de un padre con su hijo.
Un día, después de recibir una terrible paliza de su padre, Zezé va a ver al Portuga y le dice que se va a tirar debajo del tren “Mangaratiba”, pero el Portuga lo convence de que no lo haga. Al día siguiente, el niño le cuenta todas las desgracias que afronta su familia y le pide que lo adopte como a un hijo. El Portuga le explica que no puede hacer eso, pero agrega que de ahí en adelante lo va a tratar como a un hijo.
Tiempo después, estando en clase, Zezé se entera de qué el Mangaratiba, el tren de la ciudad, acaba de arrollar y matar a su amigo el Portuga.
La familia de Zezé trata de consolarlo creyendo que está triste porque van a cortar a Minguito (su planta de naranja-lima) para ensanchar la calle, pero él enferma y desea morir para encontrarse en el cielo con el Portuga. Pero de a poco se va recuperando y un día recibe una flor blanca que había dado Minguito. Entonces se da cuenta que es el adiós de su planta de naranja-lima, ya que él había crecido de golpe y no podría volver a hablarle.
Como Zezé seguía muy triste, su padre le cuenta que consiguió trabajo y que ya nunca le iban a faltar los regalos en Navidad. Le dice que van a tener una casa grande con muchos árboles sólo para él, y que cuando corten a Minguito van a estar muy lejos, pero Zezé le responde: “Ya la cortaron, papá, hace más de una semana que cortaron mi planta de naranja-lima”.
La obra acaba con una carta de Zezé (que ya tiene cuarenta y ocho años) agradeciéndole al Portuga todo el cariño que en vida le brindó. También le dice que conoció el dolor demasiado pronto, y que por eso tuvo que crecer precozmente.