Micaela, una mujer de clase acomodada, estaba muy ilusionada con su boda. Cuando llegó el día, mientras caminaba hacia el altar el velo se enganchó con algún saliente y ella tiró levemente de él. El encaje se desgarró y en el momento en que ella recobraba la compostura advirtió la mirada airada del novio y sus labios contraídos. Sintió en su pecho, mucho más que si la hubiese pronunciado, la completa desaprobación del que iba a ser su marido. Con ese solo gesto ella comprendió la vida que le esperaba, y decidió plantar allí mismo a su novio, ante el asombro de los presentes.
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Autora: Emilia Pardo Bazán
Micaela, una mujer de clase acomodada, estaba muy ilusionada con su boda. Cuando llegó el día, mientras caminaba hacia el altar el velo se enganchó con algún saliente y ella tiró levemente de él. El encaje se desgarró y en el momento en que ella recobraba la compostura advirtió la mirada airada del novio y sus labios contraídos. Sintió en su pecho, mucho más que si la hubiese pronunciado, la completa desaprobación del que iba a ser su marido. Con ese solo gesto ella comprendió la vida que le esperaba, y decidió plantar allí mismo a su novio, ante el asombro de los presentes.