era el cumpleaños de la infanta, aunque realmente era princesa y era la infanta de España y el rey hizo traer para su fiesta todo un circo, hubo corridas de toros y demas espectaculos, pero la parte más divertida de toda la fiesta matinal fue, indudablemente, el baile del enanito. Cuando entró al redondel, tropezando, tambaleándose sobre sus piernas torcidas y sacudiendo la enorme y deforme cabeza a uno y otro lado, los niños lanzaron gritos de placer, y la infanta estaba encantada. El enano era irresistible, y aun en la corte de España, famosa siempre por su culta afición a lo horrible, nunca se había visto monstruecillo tan fantástico. Y era la primera aparición que hacía. Le habían descubierto apenas el día anterior, corriendo en salvaje libertad.
Quizá lo más divertido en él era su incompleta inconsciencia: no se daba cuenta de su aire grotesco. En realidad, parecía feliz y estaba lleno de vivacidad. Cuando los niños se reían, él se reía tan alegre y tan libremente como cualquiera de ellos, y al acabar cada baile les hacía la más ridícula de las reverencias, sonriéndoles y saludándolos como si fuera uno de ellos, en vez de ser una cosa deforme que la naturaleza en momento de humorismo había modelado para diversión de los demás.
En cuanto vio a la princesa se enamoro de ella y cuando termino la fiesta se quedo a buscarla en el palacio, la busco en muchas habitaciones hasta que entro en una llena de espejos, ahi vió a un monstruo horrible que lo imitaba en todo lo que hacia, se enfureció y le gritó, hasta que se dió cuenta de que era su reflejo el que estaba mirando.
al poco tiempo, la infanta entró a aquella habitación con su cortejo y demás niños, todos sonrieron al ver que ahí estaba acostado el enanito,
-quiero que bailes para mí- pidio la princesa
pero él no se movió, le pidio a su tío que lo obligara a bailar, el tio se acercó al enanito y le dijo que tenia que bailar para la princesa pero él no respondió.
--Tienes que bailar -le dijo-, petit monstre. Tienes que bailar. La infanta de España y de las Indias quiere divertirse.
Pero el Enanito no se movió.
-Hay que llamar a un azotador -dijo don Pedro con fastidio, y se volvió a la terraza.
Pero el chambelán tomó aspecto grave y se arrodilló junto al Enanito y le tocó el corazón. Después de breves momentos se encogió de hombros, se levantó, y, haciendo reverencia a la infanta, le dijo:
-Mi bella princesa, vuestro divertido Enanito no volverá a bailar más.
-Pero ¿por qué no ha de bailar más? -preguntó la infanta riendo.
-Porque se le ha roto el corazón -respondió el chambelán.
Y la infanta frunció el ceño, y sus finos labios de rosa se plegaron con desdén.
-En adelante, que los que vengan a jugar conmigo no tengan corazón -exclamó.
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el cumpleaños de la infanta, de Oscar Wilde
era el cumpleaños de la infanta, aunque realmente era princesa y era la infanta de España y el rey hizo traer para su fiesta todo un circo, hubo corridas de toros y demas espectaculos, pero la parte más divertida de toda la fiesta matinal fue, indudablemente, el baile del enanito. Cuando entró al redondel, tropezando, tambaleándose sobre sus piernas torcidas y sacudiendo la enorme y deforme cabeza a uno y otro lado, los niños lanzaron gritos de placer, y la infanta estaba encantada. El enano era irresistible, y aun en la corte de España, famosa siempre por su culta afición a lo horrible, nunca se había visto monstruecillo tan fantástico. Y era la primera aparición que hacía. Le habían descubierto apenas el día anterior, corriendo en salvaje libertad.
Quizá lo más divertido en él era su incompleta inconsciencia: no se daba cuenta de su aire grotesco. En realidad, parecía feliz y estaba lleno de vivacidad. Cuando los niños se reían, él se reía tan alegre y tan libremente como cualquiera de ellos, y al acabar cada baile les hacía la más ridícula de las reverencias, sonriéndoles y saludándolos como si fuera uno de ellos, en vez de ser una cosa deforme que la naturaleza en momento de humorismo había modelado para diversión de los demás.
En cuanto vio a la princesa se enamoro de ella y cuando termino la fiesta se quedo a buscarla en el palacio, la busco en muchas habitaciones hasta que entro en una llena de espejos, ahi vió a un monstruo horrible que lo imitaba en todo lo que hacia, se enfureció y le gritó, hasta que se dió cuenta de que era su reflejo el que estaba mirando.
al poco tiempo, la infanta entró a aquella habitación con su cortejo y demás niños, todos sonrieron al ver que ahí estaba acostado el enanito,
-quiero que bailes para mí- pidio la princesa
pero él no se movió, le pidio a su tío que lo obligara a bailar, el tio se acercó al enanito y le dijo que tenia que bailar para la princesa pero él no respondió.
--Tienes que bailar -le dijo-, petit monstre. Tienes que bailar. La infanta de España y de las Indias quiere divertirse.
Pero el Enanito no se movió.
-Hay que llamar a un azotador -dijo don Pedro con fastidio, y se volvió a la terraza.
Pero el chambelán tomó aspecto grave y se arrodilló junto al Enanito y le tocó el corazón. Después de breves momentos se encogió de hombros, se levantó, y, haciendo reverencia a la infanta, le dijo:
-Mi bella princesa, vuestro divertido Enanito no volverá a bailar más.
-Pero ¿por qué no ha de bailar más? -preguntó la infanta riendo.
-Porque se le ha roto el corazón -respondió el chambelán.
Y la infanta frunció el ceño, y sus finos labios de rosa se plegaron con desdén.
-En adelante, que los que vengan a jugar conmigo no tengan corazón -exclamó.
Y salió corriendo hacia el jardín.