En un pueblito lejano, vivÃa un molinero muy pobre cuya única posesión valiosa era su hermosa hija. El pobre hombre no tenÃa dinero y hacÃa mucho tiempo que no pagaba sus impuestos.
- Majestad, no tengo dinero, pero tengo una hija que puede hacer hilos de oro con ****.
El rey exigió que la llevaran ante su presencia. Cuando la hija del molinero llegó a palacio, el rey la introdujo en una habitación repleta de **** y le ordenó que convirtiera aquella **** en hilos de oro, de lo contrario, tomarÃa represalias contra ella y su padre.
Como es de suponerse, la pobre joven no tenÃa idea de cómo lograr lo que le pedÃan. Entonces rompió a llorar.
El hombrecito extraño aceptó el collar y convirtió la **** en hilos de oro.
Al dÃa siguiente, el rey complacido, comprobó que habÃa logrado su deseo. La codicia se encendió en su mente, y le exigió que hiciera nuevamente lo mismo, pero con una habitación más grande.
La joven lloraba abrumada por el enorme volumen de la **** que el rey esperaba que convirtiera en hilos de oro. Pero por más que pensaba, no podÃa adivinar, cómo habÃa hecho el hombrecillo.
Cunado las lágrimas brotaban de sus ojos, apareció nuevamente el misterioso hombrecillo, y ofreció un trato similar al del dÃa anterior. La niña ofreció entonces, su anillo de oro.
A la mañana, el rey quedó extasiado con el resultado y encerró a la hija del molinero en la torre real para que convirtiera todo su contenido en hilos de oro. Sentenciando:
Nuevamente la joven lloró amargamente, y de nuevo el hombrecito misterioso apareció para ofrecerle hacer el trabajo. El problema estaba en que la joven ya no tenÃa nada que intercambiar. Entonces el hombrecito ofreció un trato.
- Cuando te cases, tendrás que darme tu primer hijo en pago.
La muchacha no tenÃa una mejor opción para proponer, por lo que aceptó el trato.
Al dÃa siguiente, cuando llegó el rey y comprobó que toda la **** se habÃa convertido en hilos de oro, se casó con la hija del molinero. Un año más tarde nació una hija.
Para ese entonces, la reina ya no recordaba al hombrecillo y su promesa, estaba feliz con su hija. Pero un buen dÃa, el hombrecito apareció a reclamar su pago.
La reina intentó convencerlo de que aceptase enormes tesoros en lugar de llevarse a su hija, pero el hombrecito se negaba. Entonces, acongojada, comenzó a llorar.
Conmovido por las lágrimas de la reina, el hombrecito le dijo:
La reina pasó la noche entera construyendo una enorme lista con todos los nombres que habÃa oÃdo en su vida. Al dÃa siguiente, leyó la lista al hombrecito, quien negó cada nombre que la reina pronunció.
Sin darse por vencida, la reina envió emisarios por toda la ciudad para que buscaran los nombres más extravagantes. Cuando regresaron, traÃan nombres como Areopajita, Buenasnoches. Pero ninguno era el correcto.
Al tercer dÃa, ya desesperada, la reina envió a sus emisarios a los rincones más alejados del reino para buscar el nombre misterioso.
Muy tarde, regresó el último emisario, con una extraña historia para contar.
- Majestad, me he topado con un raro hombrecillo en el bosque. Bailaba y cantaba junto a una hoguera. Y decÃa: “La reina perderá, pues mi nombre nunca sabrá. Soy el gran Rumpelstiltskin”.
Sin perder tiempo, la reina interrogó al hombrecito:
- ¿Acaso te llamas Alfalfa?
- No, ese no es mi nombre.
- ¿Tal vez sea Zebulón?
- Tampoco.
- ¿Entonces, será que te llamas Rumpelstiltkin?- preguntó la reina.
Dichas estas palabras, el hombrecito se puso azul de rabia, golpeó muy fuerte el piso con su pie, tanto, que abrió una gran grieta, por la cual desapareció.
Nunca se volvió a escuchar del hombrecito, y la reina vivió feliz para siempre con su esposo y su hija.
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No, yo no hago tarea de los demás
En un pueblito lejano, vivÃa un molinero muy pobre cuya única posesión valiosa era su hermosa hija. El pobre hombre no tenÃa dinero y hacÃa mucho tiempo que no pagaba sus impuestos.
Un buen dÃa, el rey lo mandó llamar para exigirle que pagara su deuda. El molinero no sabÃa qué contestar y tuvo una ocurrencia.
- Majestad, no tengo dinero, pero tengo una hija que puede hacer hilos de oro con ****.
El rey exigió que la llevaran ante su presencia. Cuando la hija del molinero llegó a palacio, el rey la introdujo en una habitación repleta de **** y le ordenó que convirtiera aquella **** en hilos de oro, de lo contrario, tomarÃa represalias contra ella y su padre.
Como es de suponerse, la pobre joven no tenÃa idea de cómo lograr lo que le pedÃan. Entonces rompió a llorar.
De pronto, se abrió la puerta y entró un extraño hombrecito que le preguntó por qué lloraba. La joven le contó su desgracia y el hombrecito le ofreció su ayuda, a cambio de algo. La niña ofreció su collar.
El hombrecito extraño aceptó el collar y convirtió la **** en hilos de oro.
Al dÃa siguiente, el rey complacido, comprobó que habÃa logrado su deseo. La codicia se encendió en su mente, y le exigió que hiciera nuevamente lo mismo, pero con una habitación más grande.
La joven lloraba abrumada por el enorme volumen de la **** que el rey esperaba que convirtiera en hilos de oro. Pero por más que pensaba, no podÃa adivinar, cómo habÃa hecho el hombrecillo.
Cunado las lágrimas brotaban de sus ojos, apareció nuevamente el misterioso hombrecillo, y ofreció un trato similar al del dÃa anterior. La niña ofreció entonces, su anillo de oro.
A la mañana, el rey quedó extasiado con el resultado y encerró a la hija del molinero en la torre real para que convirtiera todo su contenido en hilos de oro. Sentenciando:
- Si mañana por la mañana, has logrado convertir toda esa **** en hilos de oro, me casaré contigo.
Nuevamente la joven lloró amargamente, y de nuevo el hombrecito misterioso apareció para ofrecerle hacer el trabajo. El problema estaba en que la joven ya no tenÃa nada que intercambiar. Entonces el hombrecito ofreció un trato.
- Cuando te cases, tendrás que darme tu primer hijo en pago.
La muchacha no tenÃa una mejor opción para proponer, por lo que aceptó el trato.
Al dÃa siguiente, cuando llegó el rey y comprobó que toda la **** se habÃa convertido en hilos de oro, se casó con la hija del molinero. Un año más tarde nació una hija.
Para ese entonces, la reina ya no recordaba al hombrecillo y su promesa, estaba feliz con su hija. Pero un buen dÃa, el hombrecito apareció a reclamar su pago.
La reina intentó convencerlo de que aceptase enormes tesoros en lugar de llevarse a su hija, pero el hombrecito se negaba. Entonces, acongojada, comenzó a llorar.
Conmovido por las lágrimas de la reina, el hombrecito le dijo:
- Te doy tres dÃas para que adivines mi nombre. Si no puedes hacerlo, me quedaré con la niña.
La reina pasó la noche entera construyendo una enorme lista con todos los nombres que habÃa oÃdo en su vida. Al dÃa siguiente, leyó la lista al hombrecito, quien negó cada nombre que la reina pronunció.
Sin darse por vencida, la reina envió emisarios por toda la ciudad para que buscaran los nombres más extravagantes. Cuando regresaron, traÃan nombres como Areopajita, Buenasnoches. Pero ninguno era el correcto.
Al tercer dÃa, ya desesperada, la reina envió a sus emisarios a los rincones más alejados del reino para buscar el nombre misterioso.
Muy tarde, regresó el último emisario, con una extraña historia para contar.
- Majestad, me he topado con un raro hombrecillo en el bosque. Bailaba y cantaba junto a una hoguera. Y decÃa: “La reina perderá, pues mi nombre nunca sabrá. Soy el gran Rumpelstiltskin”.
Sin perder tiempo, la reina interrogó al hombrecito:
- ¿Acaso te llamas Alfalfa?
- No, ese no es mi nombre.
- ¿Tal vez sea Zebulón?
- Tampoco.
- ¿Entonces, será que te llamas Rumpelstiltkin?- preguntó la reina.
Dichas estas palabras, el hombrecito se puso azul de rabia, golpeó muy fuerte el piso con su pie, tanto, que abrió una gran grieta, por la cual desapareció.
Nunca se volvió a escuchar del hombrecito, y la reina vivió feliz para siempre con su esposo y su hija.
ESPERO QUE TE SIRVA, SALUDOS!!!