Las célebres legiones romanas fueron verdaderas maquinarias de guerra, disciplinadas en extremo, implacables en el combate y ciegas en la obediencia a sus oficiales. Podemos mencionar, entre otras, a la VII Claudia Pía Fidelis con la que César combatió en Britania o la IX Hispana, conformada por tropas reclutadas en España.
Una de esas legiones, la XII Fulminante estaba destinada a misiones especiales, incursionando ahí donde la legión común no podía combatir. La conformaba una tropa heterogénea, con efectivos provenientes principalmente de Italia, Galia y España aunque también muchos elementos de Oriente, en especial, Armenia. Muchos de esos soldados eran cristianos, condición que en los difíciles tiempos de las persecuciones debían mantener en secreto para no sufrir persecución.
Bajo el reinado de Marco Aurelio, emperador guerrero y filósofo, la Fulminante, que había combatido exitosamente contra los partos en operaciones especiales, fue destinada a luchar contra los quades en la provincia de Panonia, actual territorio de Austria y Hungría.
En el año 173 d. de C. ocurrió uno de los pasajes más sorprendentes e increíbles de toda la historia militar. En plena campaña de Marco Aurelio contra los germanos en las limes del Danubio la vexillatio de la legión XII al mando de un inexperto tribuno se adentró en tierra bárbara en una misión de reconocimiento, tras varios días de marcha y algunos encontronazos con los cuados, el destacamento estaba agotado y con pocas provisiones. El orgullo y la poca experiencia del tribuno hizo que condujera a la vexillatio a un callejón sin salida. Rodeado por los cuados, con unos legionarios exhaustos sin víveres, la suerte de los romanos estaba echada. Los cuados se lanzaron al ataque para aniquilarlos como presa fácil, y entonces ocurrió algo sorprendente, una fuerte tormenta comenzó sobre el campo de batalla y varios rayos cayeron sobre los jinetes cuados, que atónitos y asustados salieron huyendo. Los romanos celebraron este episodio como una ayuda divina y lo narraron como el fuego divino que cayó del cielo, pero lo cierto es que la casualidad meteorológica salvó la vida a unos legionarios, que incrédulos por su suerte volvieron a Roma como héroes, para pasar al olvido gastándose su paga extra en los rincones más lúgubres de la ciudad. Sobre este episodio, reflejado en la columna de Marco aurelio, hay disparidad en los escritos narrando lo sucedido, atribuyendose el milagro a diferentes dioses. La diversidad de escritos dentro de las comunidades romanas nos reflejan la diversidad cultural y religiosa que había en la legión romana.
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XII Legión Fulminante
Las célebres legiones romanas fueron verdaderas maquinarias de guerra, disciplinadas en extremo, implacables en el combate y ciegas en la obediencia a sus oficiales. Podemos mencionar, entre otras, a la VII Claudia Pía Fidelis con la que César combatió en Britania o la IX Hispana, conformada por tropas reclutadas en España.
Una de esas legiones, la XII Fulminante estaba destinada a misiones especiales, incursionando ahí donde la legión común no podía combatir. La conformaba una tropa heterogénea, con efectivos provenientes principalmente de Italia, Galia y España aunque también muchos elementos de Oriente, en especial, Armenia. Muchos de esos soldados eran cristianos, condición que en los difíciles tiempos de las persecuciones debían mantener en secreto para no sufrir persecución.
Bajo el reinado de Marco Aurelio, emperador guerrero y filósofo, la Fulminante, que había combatido exitosamente contra los partos en operaciones especiales, fue destinada a luchar contra los quades en la provincia de Panonia, actual territorio de Austria y Hungría.
En el año 173 d. de C. ocurrió uno de los pasajes más sorprendentes e increíbles de toda la historia militar. En plena campaña de Marco Aurelio contra los germanos en las limes del Danubio la vexillatio de la legión XII al mando de un inexperto tribuno se adentró en tierra bárbara en una misión de reconocimiento, tras varios días de marcha y algunos encontronazos con los cuados, el destacamento estaba agotado y con pocas provisiones. El orgullo y la poca experiencia del tribuno hizo que condujera a la vexillatio a un callejón sin salida. Rodeado por los cuados, con unos legionarios exhaustos sin víveres, la suerte de los romanos estaba echada. Los cuados se lanzaron al ataque para aniquilarlos como presa fácil, y entonces ocurrió algo sorprendente, una fuerte tormenta comenzó sobre el campo de batalla y varios rayos cayeron sobre los jinetes cuados, que atónitos y asustados salieron huyendo. Los romanos celebraron este episodio como una ayuda divina y lo narraron como el fuego divino que cayó del cielo, pero lo cierto es que la casualidad meteorológica salvó la vida a unos legionarios, que incrédulos por su suerte volvieron a Roma como héroes, para pasar al olvido gastándose su paga extra en los rincones más lúgubres de la ciudad. Sobre este episodio, reflejado en la columna de Marco aurelio, hay disparidad en los escritos narrando lo sucedido, atribuyendose el milagro a diferentes dioses. La diversidad de escritos dentro de las comunidades romanas nos reflejan la diversidad cultural y religiosa que había en la legión romana.