El amor por la historia, el reflexionar sobre el por que de las cosas. Buscaba la verdad por la verdad misma, hacia ver que la condicion suprema del hombre es la libertad y la capacidad de pensamiento, aceptaba que en ocasiones no se realiza el bien, que para el era consecuencia de un acto inteligente, racional, pero confiaba en que a la larga, ningun mal puede dañar al hombre bueno, ya sea en la vida, ya sea en la muerte.
Creo que te equivocas ZeVax pues Socrates y los cristianos no coexistieron Socrates existió 470 anos antes de cristo por eso no tubo acuerdos con la iglesia católica y quizás por eso no menciona a San AgustÃn y ni a los cristianos as un breve análisis de lo que quieres plasmar pues denotas ignorancia en el tema y confundes temas y fechas en fin no explicas nada y evidencias que no entendiste la historia que según tratas de entender y explicar. estudia mas ZeVax
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El amor por la historia, el reflexionar sobre el por que de las cosas. Buscaba la verdad por la verdad misma, hacia ver que la condicion suprema del hombre es la libertad y la capacidad de pensamiento, aceptaba que en ocasiones no se realiza el bien, que para el era consecuencia de un acto inteligente, racional, pero confiaba en que a la larga, ningun mal puede dañar al hombre bueno, ya sea en la vida, ya sea en la muerte.
Creo que te equivocas ZeVax pues Socrates y los cristianos no coexistieron Socrates existió 470 anos antes de cristo por eso no tubo acuerdos con la iglesia católica y quizás por eso no menciona a San AgustÃn y ni a los cristianos as un breve análisis de lo que quieres plasmar pues denotas ignorancia en el tema y confundes temas y fechas en fin no explicas nada y evidencias que no entendiste la historia que según tratas de entender y explicar. estudia mas ZeVax
Suerte.
no morirse.
El carácter general de la obra de Sócrates puede ser juzgado desde su actitud sobre asuntos doctrinales. Viviendo en una época de amargas polémicas, él trato de evitar animosidades y los odios engendrados por diferencias teológicas. Estaba en completo acuerdo con la facción católica que se oponÃa a los arrianos, eunomianos, macedonios y otros herejes. Sin embargo, el tono moderado que usaba al hablar de los novacianos, y las referencias favorables que hizo de ellos, ha llevado a algunos autores a la creencia de que él pertenecÃa a dicha secta, pero es generalmente admitido que las expresiones que usaba se basaban en su deseo de imparcialidad y su deseo de dar incluso a sus enemigos el crédito por cualquier bien que pudiera hallar en ellos. Su actitud hacia la Iglesia era una de constante respeto y sumisión. Ãl honraba a los clérigos debido a su vocación sagrado, y abrigaba la más profunda veneración por los monjes y el espÃritu monástico. Sin embargo, su ardiente abogacÃa y defensa del cristianismo no le impidió usar los escritos de autores paganos, ni de instar a los cristianos a estudiarlos. Aunque tituló su obra Ekklesiastike historia, Sócrates no se circunscribió sólo a relatar eventos en la historia eclesiástica. Le prestó atención a la historia militar de su época, porque consideraba necesario narrar esos hechos, pero principalmente “para que las mentes de los lectores no se saciaran con la repetición de las contenciosas disputas de los obispos, y sus insidiosas intenciones mutuas, pero muy especialmente para que se hiciera aparente que cada vez que se perturbaban los asuntos del Estado, como por alguna simpatÃa vital, los de la Iglesia se perturbaban también” (Introd. a Libro V). Aunque asà reconocÃa la Ãntima relación entre los asuntos civiles y eclesiásticos, Sócrates no tenÃa una teorÃa definida sobre la Iglesia y el Estado.
Sócrates tenÃa una idea restringida sobre el alcance y la función de la historia. En su mente, la tarea de un historiador consistÃa en registrar los problemas de la humanidad, porque hasta tanto la paz continuara, aquellos que desearan escribir historias no encontrarÃan material para su propósito (VII, XLVIII). Como un ejemplo de composición histórica la obra de Sócrates está en una categorÃa muy elevada. La simplicidad de estilo que cultivó, que fue reprochada por Focio, iba completamente al paso de su método y espÃritu. Ni el más pequeño de sus méritos fue la diligencia que exhibió en la recolección de su evidencia. TenÃa un instinto verdaderamente cientÃfico para fuentes primarias, y el número de autores a los que se acercó prueba el alcance de su lectura y la cabalidad de sus investigaciones. Además de usar las obras de hombres tales como San Atanasio, Evagrio del Ponto, Paladio, Nestorio, él extrajo libremente de documentos públicos y oficiales, actas conciliares, cartas encÃclicas, etc. Como podÃa esperarse al escribir sobre eventos tan cercanos a su propio tiempo, él tenÃa que depender frecuentemente de los informes de testigos, pero incluso entonces él usaba su evidencia con prudencia y precaución.
Sin embargo, a pesar de su industria e imparcialidad, su obra no carece de serios defectos. Aunque se limitó tanto a asuntos de la Iglesia Oriental, él es culpable de muchas omisiones serias respecto a otras partes de la cristiandad. AsÃ, cuando habla de la Iglesia en Oriente, a menudo comete errores y omisiones. Por ejemplo, en su historia no menciona a San AgustÃn. En cuanto a asuntos de cronologÃa también falla frecuentemente, pero no es un pecador persistente a este respecto. La objeción que más a menudo se hace de Sócrates como historiador es que él fue muy crédulo y estaba listo a prestar oÃdos a historias de milagros y portentos. Sin embargo, esta es una falla de la época y no del hombre y era compartida por autores paganos tanto como cristianos. Sin embargo, su caracterÃstica más notable es el esfuerzo obvio para ser completamente imparcial, hasta donde la imparcialidad fuera consistente con la convicción. Ãl mantenÃa las escalas equitativamente, y aun cuando él diferÃa ampliamente de los hombres en materia de doctrina, él no permitÃa que su disensión encontrara expresión en denuncias o abuso. Su “Historia de la Iglesia” fue publicada por Stephen (ParÃs, 1544) y por Valesio (ParÃs, 1668, reimpresa en Oxford por Parker, 1844, y en P.G., LXVII). Una buena traducción se halla en los Padres Post-Nicenos, II (Nueva York, 1890), con una excelente memoria sobre Sócrates por Zenos.