Una historia, una vida, un recuerdo. Soplo de juventud que el tiempo y la distancia mueve, pero que no logra arrancar de la vida de los hombres y mujeres que se aferran a un estilo de vida, sin importar que la pobreza, la hostilidad y la falta de esperanza los humille. La historia tiene un comienzo muy peculiar, nuestro narrador nos cuenta las vivencias de su juventud, diciendo lo pintoresco que era Ton con su gorra de los Tigres del Licey, que de tanto usarla ya no era de color azul, sino una imitación a la que él llamó berrenda, un pantalón de kaky que se ponía planchatido los sábados por la traje para ir a jugar en la glorieta del Parque Salvador en San Pedro de Macorís. Un elemento conocido por los jóvenes con pocas habilidades en alguna disciplina deportiva, ea la discriminación, ya sea por impedimentos físicos o por poco coordinación de ideas por parte del "deportista"...Ton no escapa de esa situación siendo consolado con la famosa frase: "No te preocupes Ton, que tu entras ahorita de emergente". Todas esas cosas hacen que nuestro narrador sienta un cariño especial por los jóvenes como Ton, sin malicia en el alma con deseos de dar lo mejor de sí. Todas estas situaciones forjaron su niñez, hasta que un día sus padres decidieron mudarse del pueblo con esa expresión que yo llamo lapidaria: "Los años han pasado, comenzaron a pasar desde aquel día en que miré las aguas verdosas de la zanja, cuando papá cerró el candado y mamá se quedó mirando la casa por el vidrio trasero del carro y yo los saludé a ustedes, a ti, a Fremio, a Juan, a Toñin, que estaban en la esquina, y me quedé recordando esa cara que pusieron todos, un poco de tristeza y de rencor, cuando aquella mañana, (ocho y quince en la radio del carro) nos marchamos definitivamente del barrio y del pueblo". El tiempo transcurrió y él vivió todo su vida de estos recuerdos. No bastaron los logros personales: graduarse de médico, ir a España a estudiar, casarse, tener un hijo, un consultorio exitoso, esto no fue suficiente para alejar a Ton y sus amigos de toda su vida. Llega el día de los muertos que se celebra en República Dominicana y él llega a su pueblo antiguo, tenía un gran deseo de volver a recorrer, volver a jugar, quizá volver a caer en los mismos rincones donde tantas veces se sintió feliz, sin embargo nota que ya es tarde, que no puede volver sobre los pasos de la parte más pura de su vida. Mientras tomaba cerveza, ve a Ton y pasan por su mente muchas cosas, pensaba que Ton había mantenido la misma pureza que tenía desde pequeño, porque sólo los muchachos como Ton -decía para sí mismo- podían continuar así aun debajo de la pobreza, del olvido, de la indiferencia que se vive a diario. Se dio cuenta que era él que había cambiado y estaba indeciso porque no sabía si decirle a Ton quien era o dejar que éste termine de limpiar sus zapatos y luego marcharse para siempre.
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Hola Roberto.
Una historia, una vida, un recuerdo. Soplo de juventud que el tiempo y la distancia mueve, pero que no logra arrancar de la vida de los hombres y mujeres que se aferran a un estilo de vida, sin importar que la pobreza, la hostilidad y la falta de esperanza los humille. La historia tiene un comienzo muy peculiar, nuestro narrador nos cuenta las vivencias de su juventud, diciendo lo pintoresco que era Ton con su gorra de los Tigres del Licey, que de tanto usarla ya no era de color azul, sino una imitación a la que él llamó berrenda, un pantalón de kaky que se ponía planchatido los sábados por la traje para ir a jugar en la glorieta del Parque Salvador en San Pedro de Macorís. Un elemento conocido por los jóvenes con pocas habilidades en alguna disciplina deportiva, ea la discriminación, ya sea por impedimentos físicos o por poco coordinación de ideas por parte del "deportista"...Ton no escapa de esa situación siendo consolado con la famosa frase: "No te preocupes Ton, que tu entras ahorita de emergente". Todas esas cosas hacen que nuestro narrador sienta un cariño especial por los jóvenes como Ton, sin malicia en el alma con deseos de dar lo mejor de sí. Todas estas situaciones forjaron su niñez, hasta que un día sus padres decidieron mudarse del pueblo con esa expresión que yo llamo lapidaria: "Los años han pasado, comenzaron a pasar desde aquel día en que miré las aguas verdosas de la zanja, cuando papá cerró el candado y mamá se quedó mirando la casa por el vidrio trasero del carro y yo los saludé a ustedes, a ti, a Fremio, a Juan, a Toñin, que estaban en la esquina, y me quedé recordando esa cara que pusieron todos, un poco de tristeza y de rencor, cuando aquella mañana, (ocho y quince en la radio del carro) nos marchamos definitivamente del barrio y del pueblo". El tiempo transcurrió y él vivió todo su vida de estos recuerdos. No bastaron los logros personales: graduarse de médico, ir a España a estudiar, casarse, tener un hijo, un consultorio exitoso, esto no fue suficiente para alejar a Ton y sus amigos de toda su vida. Llega el día de los muertos que se celebra en República Dominicana y él llega a su pueblo antiguo, tenía un gran deseo de volver a recorrer, volver a jugar, quizá volver a caer en los mismos rincones donde tantas veces se sintió feliz, sin embargo nota que ya es tarde, que no puede volver sobre los pasos de la parte más pura de su vida. Mientras tomaba cerveza, ve a Ton y pasan por su mente muchas cosas, pensaba que Ton había mantenido la misma pureza que tenía desde pequeño, porque sólo los muchachos como Ton -decía para sí mismo- podían continuar así aun debajo de la pobreza, del olvido, de la indiferencia que se vive a diario. Se dio cuenta que era él que había cambiado y estaba indeciso porque no sabía si decirle a Ton quien era o dejar que éste termine de limpiar sus zapatos y luego marcharse para siempre.