El caso vocativo es un caso que se emplea para identificar el nombre al que se dirige el hablante. Se encuentra en latín, polaco, lituano y otras lenguas. Cuando se utiliza un vocativo, el elemento a quien se dirige el hablante se expone , directamente. Por ejemplo, en la oración, «No te entiendo, Juan», Juan es un vocativo que indica el receptor del mensaje, o persona a quien el hablante se dirige.
Algunas lenguas, (por ejemplo, el griego) tienen un caso nominal vocativo particular. En latín, la marca de vocativo de un nombre se corresponde con la marca de nominativo, excepto en el caso de los sustantivos masculinos singulares de segunda declinación. Un buen ejemplo es la famosa pregunta de Julio César, «Et tu, Brute?» («¿Y tú, Brutus?», que se entiende comúnmente como «¿Tú también, Brutus?»), donde «Brute» es el vocativo, mientras que «Brutus» sería el caso nominativo. Cuando traducimos nombres latinos al español, solemos emplear el nominativo. En español utilizamos algunas expresiones que sirven para marcar el vocativo, como por ejemplo «¡Oye muchacho!, ¿dónde está tu hermano?», pero las expresiones vocativas castellanas son interjecciones (¡Oh! y ¡Ay!, acompañadas de un nombre) o verbos en imperativo, no declinaciones del nombre, o se recurre a aislar el nombre entre pausas marcadas en la escritura con comas.
Una expresión en vocativo es una interjección, no cumple función de sujeto ni de objeto y suele emplearse en cualquier tipo de conversación. Ejemplos:
¡Buenos días, clase!
No olvides tu traje de baño, Jorge.
Jorge, ¿recordaste traer tu bañador?
No, Antonio, lo he olvidado.
Estoy orgulloso de ti, hijo.
Si yo fuera tú, María, estudiaría español en lugar de francés.
¡Ay, Paloma, qué cansado estoy!
¡Adiós, Madrid, que te quedas sin gente!
¡Adiós, paredes!
Mediante el caso vocativo se expresa la función del lenguaje conocida como función fática o de contacto, por la cual se verifica que existe un canal abierto de comunicación. En el pasado, cuando un barco se cruzaba con otro en alta mar de noche, o cuando alguien arribaba a una casa o alquería sin que se supiese si había alguien dentro, se solía expresar con una fórmula fática ad hoc que tenía la misma función que un vocativo: "¡Ah del barco!", o "¡Ah de la casa!".
En árabe no existe caso vocativo pero sí una partícula que sirve para marcar esta función, yā (يا), que se usó en castellano medieval; lo recoge por ejemplo el Cantar de Mio Cid: "hya Mío Cid..."
También ha pasado al castellano un vocativo en la palabra chaval, ya que chavalé, de la que procede, es en el idioma romaní (gitano) el vocativo de la palabra chabuk ("muchacho"), que por su parte ha dado lugar al castellano chavó.
El vocativo es el caso de la persona interperlada: se utiliza para llamar la atención de una segunda persona. El caso vocativo es un caso que se emplea para identificar el nombre al que se dirige el hablante.
Ejemplos:
¡Buenos días, clase!
No olvides tu traje de baño, Jorge.
Jorge, ¿recordaste traer tu bañador?
No, Antonio, lo he olvidado.
Estoy orgulloso de ti, hijo.
Si yo fuera tú, María, estudiaría español en lugar de francés.
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Una expresión en vocativo es una interjección, no cumple función de sujeto ni de objeto y suele emplearse en cualquier tipo de conversación. Ejemplos:
¡Buenos días, clase!
No olvides tu traje de baño, Jorge.
Jorge, ¿recordaste traer tu bañador?
No, Antonio, lo he olvidado.
Estoy orgulloso de ti, hijo.
Si yo fuera tú, María, estudiaría español en lugar de francés.
¡Ay, Paloma, qué cansado estoy!
¡Adiós, Madrid, que te quedas sin gente!
¡Adiós, paredes!
Espero que te refieras a "caso Vocativo" suerte
El caso vocativo es un caso que se emplea para identificar el nombre al que se dirige el hablante. Se encuentra en latín, polaco, lituano y otras lenguas. Cuando se utiliza un vocativo, el elemento a quien se dirige el hablante se expone , directamente. Por ejemplo, en la oración, «No te entiendo, Juan», Juan es un vocativo que indica el receptor del mensaje, o persona a quien el hablante se dirige.
Algunas lenguas, (por ejemplo, el griego) tienen un caso nominal vocativo particular. En latín, la marca de vocativo de un nombre se corresponde con la marca de nominativo, excepto en el caso de los sustantivos masculinos singulares de segunda declinación. Un buen ejemplo es la famosa pregunta de Julio César, «Et tu, Brute?» («¿Y tú, Brutus?», que se entiende comúnmente como «¿Tú también, Brutus?»), donde «Brute» es el vocativo, mientras que «Brutus» sería el caso nominativo. Cuando traducimos nombres latinos al español, solemos emplear el nominativo. En español utilizamos algunas expresiones que sirven para marcar el vocativo, como por ejemplo «¡Oye muchacho!, ¿dónde está tu hermano?», pero las expresiones vocativas castellanas son interjecciones (¡Oh! y ¡Ay!, acompañadas de un nombre) o verbos en imperativo, no declinaciones del nombre, o se recurre a aislar el nombre entre pausas marcadas en la escritura con comas.
Una expresión en vocativo es una interjección, no cumple función de sujeto ni de objeto y suele emplearse en cualquier tipo de conversación. Ejemplos:
¡Buenos días, clase!
No olvides tu traje de baño, Jorge.
Jorge, ¿recordaste traer tu bañador?
No, Antonio, lo he olvidado.
Estoy orgulloso de ti, hijo.
Si yo fuera tú, María, estudiaría español en lugar de francés.
¡Ay, Paloma, qué cansado estoy!
¡Adiós, Madrid, que te quedas sin gente!
¡Adiós, paredes!
Mediante el caso vocativo se expresa la función del lenguaje conocida como función fática o de contacto, por la cual se verifica que existe un canal abierto de comunicación. En el pasado, cuando un barco se cruzaba con otro en alta mar de noche, o cuando alguien arribaba a una casa o alquería sin que se supiese si había alguien dentro, se solía expresar con una fórmula fática ad hoc que tenía la misma función que un vocativo: "¡Ah del barco!", o "¡Ah de la casa!".
En árabe no existe caso vocativo pero sí una partícula que sirve para marcar esta función, yā (يا), que se usó en castellano medieval; lo recoge por ejemplo el Cantar de Mio Cid: "hya Mío Cid..."
También ha pasado al castellano un vocativo en la palabra chaval, ya que chavalé, de la que procede, es en el idioma romaní (gitano) el vocativo de la palabra chabuk ("muchacho"), que por su parte ha dado lugar al castellano chavó.
El vocativo es el caso de la persona interperlada: se utiliza para llamar la atención de una segunda persona. El caso vocativo es un caso que se emplea para identificar el nombre al que se dirige el hablante.
Ejemplos:
¡Buenos días, clase!
No olvides tu traje de baño, Jorge.
Jorge, ¿recordaste traer tu bañador?
No, Antonio, lo he olvidado.
Estoy orgulloso de ti, hijo.
Si yo fuera tú, María, estudiaría español en lugar de francés.
¡Ay, Paloma, qué cansado estoy!
¡Adiós, Madrid, que te quedas sin gente!
¡Adiós, paredes!