En un pequeño pueblo viejo y deshabitado, llamado Dunwich, vivía una mujer junto a su padre, llamada Liviana Watheley que dio a luz a un hijo que tuvo como nombre Wilbur. Después del nacimiento por el pueblo corrieron muchos rumores pues el hijo no tenía padre conocido, pero el más extendido fue que el chico había sido concebido gracias a un conjuro.
A medida que el tiempo iba pasando Wilbur iba creciendo a un ritmo vertiginoso, cuando paralelamente en el pueblo empezaron a suceder hechos anormales. Su abuelo que poseía una granja de ganado no conseguía aumentar el número de las cabezas debido a que en muchas ocasiones cuando iba a la granja se encontraba con vacas muertas con claros signos de violencia, y por ello el número de ganado no ascendía nunca. Esto provocaba que la granja tuviese un ambiente enrarecido y desprendiera un olor nauseabundo que se podía comprobar en cualquier parte del pueblo.
Cuando Wilbur era casi adulto, su abuelo murió y el muchacho decidió seguir con el negocio de la granja de ganado del abuelo, pero seguía sufriendo los mismos problemas. Por otra parte el joven era un apasionado de los libros de brujería, de los que tenía numerosos ejemplares pero, curiosamente, le faltaba uno titulado Necromicón, y a pesar de sus esfuerzos no podía conseguirlo. Harto de intentarlo, decidió robarlo en la librería de Arkham. al entrar en la librería Wilbur fue atacado por un perro que le ocasionó la muerte. Cuando le practicaron la autopsia los doctores comprobaron al examinarlo, que de cintura para abajo no era humano. Tras mucha deliberación se acordaron de que Wilbur llevaba con él un pergamino y después de un largo tiempo uno de los doctores consiguió descifrar su contenido, en el cual se aclaraba cuál era el plan para acabar con la humanidad. Ante este hecho los doctores decidieron que había que hacerlo desaparecer mediante un conjuro.
El lugar elegido para hacer el conjuro fue Sentinel Hill y mientras el conjuro se estaba realizando en el pueblo no dejaban de suceder hechos todavía más extraños, como por ejemplo la aparición detrás de ellos de un ser enorme con diez trompas y aspecto gelatinoso al que pudieron vencer y darle muerte, aunque en su último aliento el monstruo gritó el nombre de su padre.
Después de finalizar el conjuro el nauseabundo hedor desapareció y se argumentó en el pueblo que aquella extraña bestia y Wilbur eran hermanos y que la bestia se mantenía oculta en la granja alimentándose de las vacas que su abuelo y hermano le compraban.
Es una historia en la cual no puedes predecir el desenlace final, y que tiene una línea argumental adecuada para nuestra edad. Desde que comienza el relato hasta que finaliza transcurren quince años, y se indica diciendo de cuando en cuando el año. En el relato predomina una mezcla de terror y acción, y sin dar un dramatismo especial a algunos acontecimientos, como por ejemplo la muerte de Wilbur.
LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ERNESTO
Jack Worthing tiene un secreto. Por un lado, disfruta de una vida tranquila y respetable en el campo, donde ejerce como protector de la bellísima (y fabulosamente rica) Cecilia Cardew. Pero, por otro, cuando necesita de mayor aliciente, Jack se escapa a la ciudad, donde asume la guisa del caprichoso Ernesto Worthing, su imaginario hermano. Ernesto es un hombre disoluto con gran preferencia por la vida extravagante, extremo que comparte con su íntimo amigo Algy Moncrieff. Sin embargo, el objetivo de la última excursión de Jack es proponer en matrimonio a la prima de Algy, Gwendolen. Gwendolen está convencida de que su destino es casarse con un hombre que se llama Ernesto; ignorante de la auténtica identidad de Jack, acepta de buen grado la oferta. No obstante, la madre de Gwendolen, la temida Lady Bracknell, tiene otros planes para su hija. Cuando pregunta a Jack por sus referencias sociales, descubre la verdad: que fue hallado, cuando era un bebé, en un bolso abandonado en una Estación de trenes, por lo que le niega su consentimiento. Jack se ve ahora obligado a deshacerse de Ernesto y a encontrar alguna evidencia de su abolengo, si es que pretende alguna vez casarse con Gwendolen. Mientras tanto, Algy se aprovecha de la preocupante situación de su amigo y decide visitar a su adorada Cecilia. Cuando se presenta a sí mismo como Ernesto, descubre encantado que Cecilia lleva tiempo abrigando sus propias fantasías acerca de casarse con el hermano errante. Se produce el flechazo y al instante deciden casarse. Pero cuando Jack regresa al campo con la noticia de que su hermano ha fallecido, las cosas empiezan a complicarse seriamente. Sin embargo, hay una sorpresa a la vuelta de la esquina, una que va a condicionar por igual a cada uno de ellos, y que revelará, de una vez por todas, la importancia de llamarse Ernesto.
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EL HORROR DE DUNWICH
En un pequeño pueblo viejo y deshabitado, llamado Dunwich, vivía una mujer junto a su padre, llamada Liviana Watheley que dio a luz a un hijo que tuvo como nombre Wilbur. Después del nacimiento por el pueblo corrieron muchos rumores pues el hijo no tenía padre conocido, pero el más extendido fue que el chico había sido concebido gracias a un conjuro.
A medida que el tiempo iba pasando Wilbur iba creciendo a un ritmo vertiginoso, cuando paralelamente en el pueblo empezaron a suceder hechos anormales. Su abuelo que poseía una granja de ganado no conseguía aumentar el número de las cabezas debido a que en muchas ocasiones cuando iba a la granja se encontraba con vacas muertas con claros signos de violencia, y por ello el número de ganado no ascendía nunca. Esto provocaba que la granja tuviese un ambiente enrarecido y desprendiera un olor nauseabundo que se podía comprobar en cualquier parte del pueblo.
Cuando Wilbur era casi adulto, su abuelo murió y el muchacho decidió seguir con el negocio de la granja de ganado del abuelo, pero seguía sufriendo los mismos problemas. Por otra parte el joven era un apasionado de los libros de brujería, de los que tenía numerosos ejemplares pero, curiosamente, le faltaba uno titulado Necromicón, y a pesar de sus esfuerzos no podía conseguirlo. Harto de intentarlo, decidió robarlo en la librería de Arkham. al entrar en la librería Wilbur fue atacado por un perro que le ocasionó la muerte. Cuando le practicaron la autopsia los doctores comprobaron al examinarlo, que de cintura para abajo no era humano. Tras mucha deliberación se acordaron de que Wilbur llevaba con él un pergamino y después de un largo tiempo uno de los doctores consiguió descifrar su contenido, en el cual se aclaraba cuál era el plan para acabar con la humanidad. Ante este hecho los doctores decidieron que había que hacerlo desaparecer mediante un conjuro.
El lugar elegido para hacer el conjuro fue Sentinel Hill y mientras el conjuro se estaba realizando en el pueblo no dejaban de suceder hechos todavía más extraños, como por ejemplo la aparición detrás de ellos de un ser enorme con diez trompas y aspecto gelatinoso al que pudieron vencer y darle muerte, aunque en su último aliento el monstruo gritó el nombre de su padre.
Después de finalizar el conjuro el nauseabundo hedor desapareció y se argumentó en el pueblo que aquella extraña bestia y Wilbur eran hermanos y que la bestia se mantenía oculta en la granja alimentándose de las vacas que su abuelo y hermano le compraban.
Es una historia en la cual no puedes predecir el desenlace final, y que tiene una línea argumental adecuada para nuestra edad. Desde que comienza el relato hasta que finaliza transcurren quince años, y se indica diciendo de cuando en cuando el año. En el relato predomina una mezcla de terror y acción, y sin dar un dramatismo especial a algunos acontecimientos, como por ejemplo la muerte de Wilbur.
LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ERNESTO
Jack Worthing tiene un secreto. Por un lado, disfruta de una vida tranquila y respetable en el campo, donde ejerce como protector de la bellísima (y fabulosamente rica) Cecilia Cardew. Pero, por otro, cuando necesita de mayor aliciente, Jack se escapa a la ciudad, donde asume la guisa del caprichoso Ernesto Worthing, su imaginario hermano. Ernesto es un hombre disoluto con gran preferencia por la vida extravagante, extremo que comparte con su íntimo amigo Algy Moncrieff. Sin embargo, el objetivo de la última excursión de Jack es proponer en matrimonio a la prima de Algy, Gwendolen. Gwendolen está convencida de que su destino es casarse con un hombre que se llama Ernesto; ignorante de la auténtica identidad de Jack, acepta de buen grado la oferta. No obstante, la madre de Gwendolen, la temida Lady Bracknell, tiene otros planes para su hija. Cuando pregunta a Jack por sus referencias sociales, descubre la verdad: que fue hallado, cuando era un bebé, en un bolso abandonado en una Estación de trenes, por lo que le niega su consentimiento. Jack se ve ahora obligado a deshacerse de Ernesto y a encontrar alguna evidencia de su abolengo, si es que pretende alguna vez casarse con Gwendolen. Mientras tanto, Algy se aprovecha de la preocupante situación de su amigo y decide visitar a su adorada Cecilia. Cuando se presenta a sí mismo como Ernesto, descubre encantado que Cecilia lleva tiempo abrigando sus propias fantasías acerca de casarse con el hermano errante. Se produce el flechazo y al instante deciden casarse. Pero cuando Jack regresa al campo con la noticia de que su hermano ha fallecido, las cosas empiezan a complicarse seriamente. Sin embargo, hay una sorpresa a la vuelta de la esquina, una que va a condicionar por igual a cada uno de ellos, y que revelará, de una vez por todas, la importancia de llamarse Ernesto.