Esa frase pertenece a la película colombiana "La Vendedora de Rosas" de 1998, dirigida por Víctor Gaviria y protagonizada por Lady Tabares. Es pronunciada por «Chingga», un niño que aparenta tener entre 8 y 12 años. La protagonista Mónica lo encuentra en una calle de aspecto turbulento y, con su característico tono protector, le pregunta por qué anda descalzo si ella le regaló días antes unos zapatos. Entonces el chico responde de ese modo.
Mediante esta frase se interrelacionan dos actitudes ante la realidad: la decorosa de Mónica y la mordaz de Chingga. La frase, más que revelar una supuesta conexión lógica entre la tenencia de zapatos y la ausencia de casa, describe intuitivamente no solo el desarraigo sino también un estoico desenmascaramiento del pauperismo. Chingga es un chico de la calle, donde abundan el delito, las drogas, el alcohol y la prostitución, y ante la desgracia de no tener un hogar protector parece no tener sentido preocuparse por los zapatos.
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Esa frase pertenece a la película colombiana "La Vendedora de Rosas" de 1998, dirigida por Víctor Gaviria y protagonizada por Lady Tabares. Es pronunciada por «Chingga», un niño que aparenta tener entre 8 y 12 años. La protagonista Mónica lo encuentra en una calle de aspecto turbulento y, con su característico tono protector, le pregunta por qué anda descalzo si ella le regaló días antes unos zapatos. Entonces el chico responde de ese modo.
Mediante esta frase se interrelacionan dos actitudes ante la realidad: la decorosa de Mónica y la mordaz de Chingga. La frase, más que revelar una supuesta conexión lógica entre la tenencia de zapatos y la ausencia de casa, describe intuitivamente no solo el desarraigo sino también un estoico desenmascaramiento del pauperismo. Chingga es un chico de la calle, donde abundan el delito, las drogas, el alcohol y la prostitución, y ante la desgracia de no tener un hogar protector parece no tener sentido preocuparse por los zapatos.