Pues muchas cosas positivas se pueden hablar del capitalismo como que ha permitido el crecimiento de las economías, a través de la competencia ha permitido la estimulación de la innovación y la imaginación y el más beneficiado ha sido el cliente al tener opciones sobre las cuales elegir.
No obstante son muchos los aspectos negativos, la repartición del dinero no se da por igual entre todas las personas, existe riqueza en unos y pobreza en otros y actualmente no se puede hablar de un verdadero desarrollo social.
De acuerdo con la persuasiva explicación de los autores, no hay un capitalismo, sino cuatro: el guiado por el Estado, el capitalismo mercantilista, donde los funcionarios escogen a los amiguetes ganadores o a los desdichados perdedores; el capitalismo oligárquico, muy parecido al primero, donde un pequeño grupo de gentes adineradas pone el Estado a su servicio y convierte la actividad económica en un coto cerrado para su único beneficio; el gran capitalismo o capitalismo de las grandes empresas, donde el poder de los gigantes económicos hace girar la organización de la sociedad en provecho de sus enormes y ubicuos intereses; y -por último- el capitalismo empresarial, donde el Estado no asigna privilegios y se limita a crear las condiciones para el surgimiento incesante de empresas que deben sustentarse en mercados abiertos y competitivos gobernados por la agónica búsqueda de innovaciones, calidad y mejores precios con los que conquistar a los consumidores.
Ãste último es el "buen capitalismo" de que habla el libro, y aunque no existe en estado puro en ninguna parte, es evidente la relación que se advierte entre este modelo de producción y el buen desempeño económico. De diversas maneras y grados, esto es lo que sucede en las veinte naciones más prósperas y desarrolladas del planeta. Los autores, por supuesto, no prometen que el capitalismo empresarial traerá un mundo más justo y equitativo, e incluso defienden las virtudes de los desequilibrios como parte del impulso destructor que regenera constantemente al mercado, pero sà advierten que en las naciones que lo practican es donde se observan menores desigualdades. El Ãndice Gini, que mide las diferencias de ingreso en las naciones, demuestra que una sociedad como la danesa, paradigma del capitalismo empresarial, tiene un Ãndice de distribución de ingreso dos veces más equitativo que los paÃses latinoamericanos.
En realidad, Good Capitalism/Bad Capitalism no dice nada radicalmente nuevo, pero aporta algo muy importante al debate: una manera muy ordenada y convincente de presentar los argumentos, y lo hace sin recurrir a la jerga complicada de la economÃa. Es un libro para profanos. Por ejemplo, con tres o cuatro excepciones, para los presidentes latinoamericanos. Ojalá Insulza se anime a leerles el texto despacito y en voz alta. Se beneficiarÃan. Nunca es tarde para aprender un par de cosas
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Hola amigo.
Pues muchas cosas positivas se pueden hablar del capitalismo como que ha permitido el crecimiento de las economías, a través de la competencia ha permitido la estimulación de la innovación y la imaginación y el más beneficiado ha sido el cliente al tener opciones sobre las cuales elegir.
No obstante son muchos los aspectos negativos, la repartición del dinero no se da por igual entre todas las personas, existe riqueza en unos y pobreza en otros y actualmente no se puede hablar de un verdadero desarrollo social.
Esto es a grandes rasgos.
Suerte amigo.
Capitalismo Bueno y Capitalismo Malo
Pues ... la OEA, que no sirve para casi nada, aunque la presida José Miguel Insulza, un polÃtico competente, pudiera asumir con realismo su condición de club de debates y olvidarse de otras misiones gloriosas que casi nunca consigue llevar a buen puerto. No es serio firmar compromisos solemnes, como la Carta Democrática, y luego ignorar olÃmpicamente lo que está sucediendo en Venezuela, Bolivia o Ecuador (y lo que empieza a ocurrir en Nicaragua), donde las instituciones republicanas, frágil sustento del Estado de derecho, están siendo sistemáticamente demolidas desde el poder.
¿Cómo pudiera el señor Insulza ganarse honradamente el pan al frente de una OEA modesta y pequeñita, pero razonablemente útil? PodrÃa, por ejemplo, convocar a los presidentes de América Latina para debatir el gran tema moral, polÃtico y económico que sacude a toda la región desde el RÃo Grande a la Patagonia: ¿por qué los latinoamericanos constituyen el segmento más pobre y atrasado de Occidente? ¿Por qué en sus universidades y centros tecnológicos, algunos de ellos con cuatrocientos años de existencia, apenas se producen hallazgos significativos? ¿Por qué la mitad de la población latinoamericana vive en la miseria? ¿Por qué -en suma- el capitalismo latinoamericano ha dado tan pobres resultados si se contrasta, por ejemplo, con el éxito de los paÃses escandinavos o con Canadá y Estados Unidos, las otras dos expresiones europeas del otro lado del Atlántico?
En realidad, casi todas esas preguntas ya fueron respondidas, indirectamente, en un excelente libro, Good Capitalism/Bad Capitalism, escrito por los economistas norteamericanos William J. Baumol, Robert E. Litan y Carl J. Schramm, publicado recientemente por Yale University Press. El tÃtulo agrega algo más para explicar de qué se trata: "la economÃa del crecimiento y la prosperidad". Y la tesis es sencilla de entender: el hecho de que existan propiedad privada y mercado no genera necesariamente desarrollo. En Haità y en Holanda hay mercado y propiedad privada, pero en un paÃs la gente se muere de hambre y en el otro las grandes preocupaciones comienzan a ser la obesidad y la longevidad excesiva.
De acuerdo con la persuasiva explicación de los autores, no hay un capitalismo, sino cuatro: el guiado por el Estado, el capitalismo mercantilista, donde los funcionarios escogen a los amiguetes ganadores o a los desdichados perdedores; el capitalismo oligárquico, muy parecido al primero, donde un pequeño grupo de gentes adineradas pone el Estado a su servicio y convierte la actividad económica en un coto cerrado para su único beneficio; el gran capitalismo o capitalismo de las grandes empresas, donde el poder de los gigantes económicos hace girar la organización de la sociedad en provecho de sus enormes y ubicuos intereses; y -por último- el capitalismo empresarial, donde el Estado no asigna privilegios y se limita a crear las condiciones para el surgimiento incesante de empresas que deben sustentarse en mercados abiertos y competitivos gobernados por la agónica búsqueda de innovaciones, calidad y mejores precios con los que conquistar a los consumidores.
Ãste último es el "buen capitalismo" de que habla el libro, y aunque no existe en estado puro en ninguna parte, es evidente la relación que se advierte entre este modelo de producción y el buen desempeño económico. De diversas maneras y grados, esto es lo que sucede en las veinte naciones más prósperas y desarrolladas del planeta. Los autores, por supuesto, no prometen que el capitalismo empresarial traerá un mundo más justo y equitativo, e incluso defienden las virtudes de los desequilibrios como parte del impulso destructor que regenera constantemente al mercado, pero sà advierten que en las naciones que lo practican es donde se observan menores desigualdades. El Ãndice Gini, que mide las diferencias de ingreso en las naciones, demuestra que una sociedad como la danesa, paradigma del capitalismo empresarial, tiene un Ãndice de distribución de ingreso dos veces más equitativo que los paÃses latinoamericanos.
En realidad, Good Capitalism/Bad Capitalism no dice nada radicalmente nuevo, pero aporta algo muy importante al debate: una manera muy ordenada y convincente de presentar los argumentos, y lo hace sin recurrir a la jerga complicada de la economÃa. Es un libro para profanos. Por ejemplo, con tres o cuatro excepciones, para los presidentes latinoamericanos. Ojalá Insulza se anime a leerles el texto despacito y en voz alta. Se beneficiarÃan. Nunca es tarde para aprender un par de cosas