El declive militar romano previo entre los siglos IV y V y las andanzas de los pueblos germánicos
La frontera militar del imperio romano en Occidente había dejado de existir, de hecho, cuando el ejército imperial, ya fuertemente germanizado, fue incapaz de impedir la entrada de los vándalos, burgundios y otras tribus bárbaras en la Galia el último día del año 406. Los vándalos se asentaron primero en España, desde donde se trasladaron por mar el año 429 para fundar un reino en las provincias todavía relativamente prósperas del norte de África.
Los burgundios se dirigieron hacia el sudeste para fundar un reino que, según una tradición tardía, tenía su centro en Worms, hasta entonces ciudad de poca importancia. El año 436, Worms fue ocupada por el último representante efectivo de la autoridad imperial en la Galia, Aecio. Siete años más tarde, a éste le pareció oportuno permitir el asentamiento de lo que quedaba de las huestes burgundias alrededor de la orilla occidental del lago Lemán. Inesperadamente, este asentamiento se convertiría en el núcleo de un segundo reino burgundio que se extendía hacia el oeste y el sur y que, andando el tiempo, daría nombre a la región de Borgoña, con límites más amplios de los actuales.
Los visigodos, admitidos en el imperio romano el año 376 en su huida ante los temibles hunos, que habían irrumpido sobre ellos procedentes de Asia, invadieron la península italiana a principios del siglo V en su incesante búsqueda de alimentos, botín y, quizás, buenas tierras. El año 410 saquearon la misma Roma, acontecimiento que conmovió por igual a los cristianos y a los últimos paganos cultos. Ocho años más tarde, se habían asentado entre el río Loira y los Pirineos como federados imperiales (aliados militares), regidos por reyes que residían en Burdeos y en Tolosa. Sin embargo, el año 475, el rey Eurico denunció el tratado y proclamó la independencia de su reino.
Las provincias imperiales de la zona del Danubio habían caído unos 20 años antes en poder de los ostrogodos, que amenazaban Constantinopla. Después del año 488, su rey, Teodorico, fue convencido para que guiase a su pueblo a Italia y expulsase a Odoacro: antes de cinco años, Teodorico entraba triunfalmente en Rávena. Durante los tres decenios siguientes, tanto godos como romanos reconocieron y aplaudieron su gobierno, mientras otras tribus bárbaras trataban de aliarse con él.
En la primera mitad del siglo V, varios grupos de francos dominaban gran parte del noroeste de Europa. Ocupaban el fértil valle del Mosela y toda la región al norte del río. Más tarde, el dominio del bajo Rin pasó a sus vecinos los salios, cuya nueva estirpe de enérgicos caudillos, denominados merovingios, condujo a sus subditos hacia la región más urbanizada -aunque entonces agrícolamente declinante- que constituye hoy la parte occidental de Bélgica. Desde allí, el rey Clovis o Clodoveo hacía sentir su autoridad hacia el oeste sobre casi toda la Francia al norte del Loira y, hacia el sur, sobre los pequeños reinos francos situados en el Rin medio y los valles de sus afluentes.
El año 507 los ejércitos de Clodoveo derrotaron a los visigodos de modo tan aplastante que sus reyes se vieron obligados a abandonar prácticamente todos los territorios al norte de los Pirineos. Hasta su total conquista por los invasores árabes, el año 711, los visigodos gobernaron la península ibérica desde Toledo. Los hijos de Clodoveo se anexionaron el reino burgundio y llevaron a los francos por vez primera hasta las costas mediterráneas.
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El declive militar romano previo entre los siglos IV y V y las andanzas de los pueblos germánicos
La frontera militar del imperio romano en Occidente había dejado de existir, de hecho, cuando el ejército imperial, ya fuertemente germanizado, fue incapaz de impedir la entrada de los vándalos, burgundios y otras tribus bárbaras en la Galia el último día del año 406. Los vándalos se asentaron primero en España, desde donde se trasladaron por mar el año 429 para fundar un reino en las provincias todavía relativamente prósperas del norte de África.
Los burgundios se dirigieron hacia el sudeste para fundar un reino que, según una tradición tardía, tenía su centro en Worms, hasta entonces ciudad de poca importancia. El año 436, Worms fue ocupada por el último representante efectivo de la autoridad imperial en la Galia, Aecio. Siete años más tarde, a éste le pareció oportuno permitir el asentamiento de lo que quedaba de las huestes burgundias alrededor de la orilla occidental del lago Lemán. Inesperadamente, este asentamiento se convertiría en el núcleo de un segundo reino burgundio que se extendía hacia el oeste y el sur y que, andando el tiempo, daría nombre a la región de Borgoña, con límites más amplios de los actuales.
Los visigodos, admitidos en el imperio romano el año 376 en su huida ante los temibles hunos, que habían irrumpido sobre ellos procedentes de Asia, invadieron la península italiana a principios del siglo V en su incesante búsqueda de alimentos, botín y, quizás, buenas tierras. El año 410 saquearon la misma Roma, acontecimiento que conmovió por igual a los cristianos y a los últimos paganos cultos. Ocho años más tarde, se habían asentado entre el río Loira y los Pirineos como federados imperiales (aliados militares), regidos por reyes que residían en Burdeos y en Tolosa. Sin embargo, el año 475, el rey Eurico denunció el tratado y proclamó la independencia de su reino.
Las provincias imperiales de la zona del Danubio habían caído unos 20 años antes en poder de los ostrogodos, que amenazaban Constantinopla. Después del año 488, su rey, Teodorico, fue convencido para que guiase a su pueblo a Italia y expulsase a Odoacro: antes de cinco años, Teodorico entraba triunfalmente en Rávena. Durante los tres decenios siguientes, tanto godos como romanos reconocieron y aplaudieron su gobierno, mientras otras tribus bárbaras trataban de aliarse con él.
En la primera mitad del siglo V, varios grupos de francos dominaban gran parte del noroeste de Europa. Ocupaban el fértil valle del Mosela y toda la región al norte del río. Más tarde, el dominio del bajo Rin pasó a sus vecinos los salios, cuya nueva estirpe de enérgicos caudillos, denominados merovingios, condujo a sus subditos hacia la región más urbanizada -aunque entonces agrícolamente declinante- que constituye hoy la parte occidental de Bélgica. Desde allí, el rey Clovis o Clodoveo hacía sentir su autoridad hacia el oeste sobre casi toda la Francia al norte del Loira y, hacia el sur, sobre los pequeños reinos francos situados en el Rin medio y los valles de sus afluentes.
El año 507 los ejércitos de Clodoveo derrotaron a los visigodos de modo tan aplastante que sus reyes se vieron obligados a abandonar prácticamente todos los territorios al norte de los Pirineos. Hasta su total conquista por los invasores árabes, el año 711, los visigodos gobernaron la península ibérica desde Toledo. Los hijos de Clodoveo se anexionaron el reino burgundio y llevaron a los francos por vez primera hasta las costas mediterráneas.
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