La ciudad de Dios es la principal obra de San Agustín. Fue escrita entre los años 413 y 426 para refutar la opinión de que la caída de Roma en poder de los godos de Alarico (año 410) había sido causada por la aceptación del cristianismo y por el abandono de los dioses del Imperio, que en castigo habían dejado a Roma desamparada en manos de los bárbaros. Agustín se enfrenta a esta opinión en los cinco primeros libros de los 22 que tiene la obra, mostrando que Roma había caído por su egoísmo y por su inmoralidad. Además, en los cinco libros siguientes, Agustín demuestra que ni el politeísmo popular ni la filosofía antigua fueron capaces de preservar el Imperio y dar la felicidad a sus habitantes.
Los otros doce libros están dedicados a presentar el nacimiento, desarrollo y culminación del enfrentamiento entre las dos ciudades, la terrena y la celestial, encarnada ésta en la Iglesia de Cristo. Así, los libros XI-XIV muestran cómo nacen las dos ciudades, los libros XV-XVIII presentan su desarrollo en este mundo, el libro XIX expone la finalidad de las dos ciudades y los libros XX-XXII están dedicados a su culminación tras el juicio final.
El libro XIX, es un libro muy bello, en el que San Agustín hace un profundo análisis de las nociones de justicia, paz y felicidad. En concreto, los capítulos 11-17 están dedicados al tema de la paz: definición (la paz es la tranquilidad del orden), formas de la paz, medios para conseguirla (las leyes), etc.
En la dirección de abajo puedes descargar el libro, no me quedó claro si lo tienes
En este capítulo, Agustín examina los argumentos que trataron otros filósofos sobre el bien y el mal, para ello recurre al libro "Filosofía" de Marco Varrón, quien era una estudioso del siglo I a.C. Marco Varrón afirmaba haber encontrado doscientas ochenta y ocho sectas y opiniones en toda la historia del pensamiento que versaban acerca del bien y el mal. Para este autor, de estas doscientas ochenta y ocho sólo rescataba tres como "importantes", y de esas tres, nada más que una como la "verdadera": la de la escuela peripatética de Aristóteles.
Agustín consideraba que, en el arduo compilado de Varrón, los filósofos por alguna razón no habían errado tanto en hallar que es lo que hace al hombre bienaventurado, eso que hace al hombre feliz: el bien. Para Agustín el hombre tiende siempre a desear el bien en y por sí mismo, lo desea en su forma completa y evitando caer en todo mal.
Cabe aclarar que para Agustín, la filosofía tendría como fin "el bien" y toda secta u opinión que no se ocupase de filosofar sobre el bien, pues, no era correcto llamarla una secta.
Del libro escrito por Varrón, Agustín cita las cuatro cosas que apetecen los hombres: el deleite, con que se mueve gustosamente el sentido sensual del cuerpo; la quietud con la cual uno está libre y sin padecer molestia alguna del cuerpo; la una y la otra, tanto el deleite como la quietud juntas; y los principios de la naturaleza (Varrón la llamaría la "primigenia"), en donde se halla el deleite, la quietud y varias otras cualidades tanto en el cuerpo como en el alma.
El deleite, para tres sectas dentro de la investigación de Varrón, era considerado como unido o enlazado a la virtud. Para las tres sectas que defendían ello, exponían que un hombre no engendraba hijos para que continuara la especie así porque sí, sino que tenía ese deleite en hacerlo gracias al gusto que trae consigo el sexo, de igual modo, el hombre gracias al deleite comía y bebía para vivir. Detrás de esta declaración Agustín hace su primera crítica en el libro decimonono a los filósofos anteriores que él. Para Agustín, el deleite se apetece por sí mismo y no porque participe de la virtud, si fuese así solamente se apetecería la virtud, la cual es superior que el deleite. La torpeza de los filósofos de estas tres sectas, sería juntar al deleite con la virtud, cuando ambas cualidades se apetecen por sí mismas y son ampliamente diferentes.
Capítulo II
En este capítulo, Agustín explica como Varrón va descartando sectas y opiniones hasta llegar a tres, que para él, son de importante consideración.
Acá se discute como llegar a que el hombre sea por fin bienaventurado, se ponen de manifiesto tres géneros de vida para llegar a la bienaventuranza: el ocioso, el activo y el templado y mezclado del uno y del otro género de vida. Agustín, derrumbando toda la incertidumbre de con cual género de vida se podría llegar a la bienaventuranza, dice que muchos pueden vivir en cualquiera de los tres géneros de vida y errar en el método para conseguir la bienaventuranza.
A su tiempo Varrón procede a descartar de doscientas ochenta y ocho sectas y opiniones, tan sólo tres, y también quita de las cuatro cualidades: el deleite, la quietud, la una y la otra y la llamada primigenia, a las tres primeras, ya que la primigenia contenía tanto el deleite como la quietud, y encima otras cualidades más.
Capítulo III
Es aquí cuando Varrón, de las tres sectas que buscan el sumo bien del hombre, se queda con la que le parece correcta.
Para determinar cual de las tres sectas es la correcta, Varrón antes indagaría qué es lo que busca la filosofía. Encontraría que ésta tiene por objeto filosofar sobre el sumo bien del hombre. Pero surge otra interrogante, ¿Qué es el hombre? En la naturaleza del hombre se hallarían dos cosas, cuerpo y alma, y no se dudaría que el alma es superior al cuerpo, pero Varrón se preguntaría si sólo el alma constituye al cuerpo, llegando a la conclusión que tanto cuerpo como alma se corresponden mutuamente.
Tras este razonamiento, Varrón opinará que la felicidad del hombre dependería de bienes del alma y bienes del cuerpo y que la virtud, el "arte de vivir", debería acoger la primigenia, para que el hombre desee todas las cosas como sí mismas y con el fin de gozar de todas y despreciar algunas cuando la necesidad lo llame.
Agustín criticaría el fin del razonamiento de Varrón, alegando que la virtud no se antepone a los bienes ni del alma ni del cuerpo y que donde no hay virtud, no hay ni pueden existir bienes, de modo que no se debe de llamar bienes a los que se usan equivocadamente, sino a los que se usen con utilidad y virtud.
Capítulo IV
En este capítulo Agustín comienza preguntándose ¿Qué opinan los cristianos del sumo bien y del sumo mal?, responde que la vida eterna (el paraíso) es el sumo bien y que la muerte eterna (el infierno) es el sumo mal, y que para librarse del infierno y conseguir el paraíso es necesario vivir bien, o sea
La ciudad de Dios (cuyo título latino original es De Civitate Dei contra paganos, es decir La ciudad de Dios contra los paganos) es una obra en 22 libros de Agustín de Hipona que fue escrita durante su vejez y a lo largo de quince años, entre el 412 y el 426. Es una apología del cristianismo, en la que se confronta la Ciudad Celestial a la Ciudad Pagana. La numerosas digresiones permiten al autor tratar temas de muy diversa índole, como la naturaleza de Dios, el martirio o el judaísmo, el origen y la sustancialidad del bien y del mal, el pecado y la culpa, la muerte, el derecho y la ley, la contingencia y la necesidad, el tiempo y el espacio, la Providencia, el destino y la historia, entre otros muchos temas.
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RESEÑA:
La ciudad de Dios es la principal obra de San Agustín. Fue escrita entre los años 413 y 426 para refutar la opinión de que la caída de Roma en poder de los godos de Alarico (año 410) había sido causada por la aceptación del cristianismo y por el abandono de los dioses del Imperio, que en castigo habían dejado a Roma desamparada en manos de los bárbaros. Agustín se enfrenta a esta opinión en los cinco primeros libros de los 22 que tiene la obra, mostrando que Roma había caído por su egoísmo y por su inmoralidad. Además, en los cinco libros siguientes, Agustín demuestra que ni el politeísmo popular ni la filosofía antigua fueron capaces de preservar el Imperio y dar la felicidad a sus habitantes.
Los otros doce libros están dedicados a presentar el nacimiento, desarrollo y culminación del enfrentamiento entre las dos ciudades, la terrena y la celestial, encarnada ésta en la Iglesia de Cristo. Así, los libros XI-XIV muestran cómo nacen las dos ciudades, los libros XV-XVIII presentan su desarrollo en este mundo, el libro XIX expone la finalidad de las dos ciudades y los libros XX-XXII están dedicados a su culminación tras el juicio final.
El libro XIX, es un libro muy bello, en el que San Agustín hace un profundo análisis de las nociones de justicia, paz y felicidad. En concreto, los capítulos 11-17 están dedicados al tema de la paz: definición (la paz es la tranquilidad del orden), formas de la paz, medios para conseguirla (las leyes), etc.
En la dirección de abajo puedes descargar el libro, no me quedó claro si lo tienes
Capítulo I
En este capítulo, Agustín examina los argumentos que trataron otros filósofos sobre el bien y el mal, para ello recurre al libro "Filosofía" de Marco Varrón, quien era una estudioso del siglo I a.C. Marco Varrón afirmaba haber encontrado doscientas ochenta y ocho sectas y opiniones en toda la historia del pensamiento que versaban acerca del bien y el mal. Para este autor, de estas doscientas ochenta y ocho sólo rescataba tres como "importantes", y de esas tres, nada más que una como la "verdadera": la de la escuela peripatética de Aristóteles.
Agustín consideraba que, en el arduo compilado de Varrón, los filósofos por alguna razón no habían errado tanto en hallar que es lo que hace al hombre bienaventurado, eso que hace al hombre feliz: el bien. Para Agustín el hombre tiende siempre a desear el bien en y por sí mismo, lo desea en su forma completa y evitando caer en todo mal.
Cabe aclarar que para Agustín, la filosofía tendría como fin "el bien" y toda secta u opinión que no se ocupase de filosofar sobre el bien, pues, no era correcto llamarla una secta.
Del libro escrito por Varrón, Agustín cita las cuatro cosas que apetecen los hombres: el deleite, con que se mueve gustosamente el sentido sensual del cuerpo; la quietud con la cual uno está libre y sin padecer molestia alguna del cuerpo; la una y la otra, tanto el deleite como la quietud juntas; y los principios de la naturaleza (Varrón la llamaría la "primigenia"), en donde se halla el deleite, la quietud y varias otras cualidades tanto en el cuerpo como en el alma.
El deleite, para tres sectas dentro de la investigación de Varrón, era considerado como unido o enlazado a la virtud. Para las tres sectas que defendían ello, exponían que un hombre no engendraba hijos para que continuara la especie así porque sí, sino que tenía ese deleite en hacerlo gracias al gusto que trae consigo el sexo, de igual modo, el hombre gracias al deleite comía y bebía para vivir. Detrás de esta declaración Agustín hace su primera crítica en el libro decimonono a los filósofos anteriores que él. Para Agustín, el deleite se apetece por sí mismo y no porque participe de la virtud, si fuese así solamente se apetecería la virtud, la cual es superior que el deleite. La torpeza de los filósofos de estas tres sectas, sería juntar al deleite con la virtud, cuando ambas cualidades se apetecen por sí mismas y son ampliamente diferentes.
Capítulo II
En este capítulo, Agustín explica como Varrón va descartando sectas y opiniones hasta llegar a tres, que para él, son de importante consideración.
Acá se discute como llegar a que el hombre sea por fin bienaventurado, se ponen de manifiesto tres géneros de vida para llegar a la bienaventuranza: el ocioso, el activo y el templado y mezclado del uno y del otro género de vida. Agustín, derrumbando toda la incertidumbre de con cual género de vida se podría llegar a la bienaventuranza, dice que muchos pueden vivir en cualquiera de los tres géneros de vida y errar en el método para conseguir la bienaventuranza.
A su tiempo Varrón procede a descartar de doscientas ochenta y ocho sectas y opiniones, tan sólo tres, y también quita de las cuatro cualidades: el deleite, la quietud, la una y la otra y la llamada primigenia, a las tres primeras, ya que la primigenia contenía tanto el deleite como la quietud, y encima otras cualidades más.
Capítulo III
Es aquí cuando Varrón, de las tres sectas que buscan el sumo bien del hombre, se queda con la que le parece correcta.
Para determinar cual de las tres sectas es la correcta, Varrón antes indagaría qué es lo que busca la filosofía. Encontraría que ésta tiene por objeto filosofar sobre el sumo bien del hombre. Pero surge otra interrogante, ¿Qué es el hombre? En la naturaleza del hombre se hallarían dos cosas, cuerpo y alma, y no se dudaría que el alma es superior al cuerpo, pero Varrón se preguntaría si sólo el alma constituye al cuerpo, llegando a la conclusión que tanto cuerpo como alma se corresponden mutuamente.
Tras este razonamiento, Varrón opinará que la felicidad del hombre dependería de bienes del alma y bienes del cuerpo y que la virtud, el "arte de vivir", debería acoger la primigenia, para que el hombre desee todas las cosas como sí mismas y con el fin de gozar de todas y despreciar algunas cuando la necesidad lo llame.
Agustín criticaría el fin del razonamiento de Varrón, alegando que la virtud no se antepone a los bienes ni del alma ni del cuerpo y que donde no hay virtud, no hay ni pueden existir bienes, de modo que no se debe de llamar bienes a los que se usan equivocadamente, sino a los que se usen con utilidad y virtud.
Capítulo IV
En este capítulo Agustín comienza preguntándose ¿Qué opinan los cristianos del sumo bien y del sumo mal?, responde que la vida eterna (el paraíso) es el sumo bien y que la muerte eterna (el infierno) es el sumo mal, y que para librarse del infierno y conseguir el paraíso es necesario vivir bien, o sea
La ciudad de Dios (cuyo título latino original es De Civitate Dei contra paganos, es decir La ciudad de Dios contra los paganos) es una obra en 22 libros de Agustín de Hipona que fue escrita durante su vejez y a lo largo de quince años, entre el 412 y el 426. Es una apología del cristianismo, en la que se confronta la Ciudad Celestial a la Ciudad Pagana. La numerosas digresiones permiten al autor tratar temas de muy diversa índole, como la naturaleza de Dios, el martirio o el judaísmo, el origen y la sustancialidad del bien y del mal, el pecado y la culpa, la muerte, el derecho y la ley, la contingencia y la necesidad, el tiempo y el espacio, la Providencia, el destino y la historia, entre otros muchos temas.