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«Nada hay tan útil para aleccionar al pueblo de Dios como el ejemplo de los santos, porque, si bien es cierto que la elocuencia es muy importante para exhortar y en ocasiones es eficaz para persuadir, no lo es menos que los ejemplos son más poderosos que las palabras, y que una buena obra enseña más que un discurso». (san Agustín)

La historia de la Iglesia es, en gran medida, la historia de sus santos. Incluso se podría decir que la finalidad de la Iglesia es convertir en santos a todos sus miembros, si por santos entendemos aquellos que llegan a ser verdaderos imitadores de Cristo. Así, al menos, lo entendían los primeros cristianos, hasta el punto de que San Pablo usa la palabra “santos” para referirse a todos los fieles

(2 Cor. 13,12; Ef. 1,1). Este sentido se trasluce también en aquella frase que define a la Iglesia como un “Pueblo de Sacerdotes”.

Dios ha llamado a todos los hombres a ser santos: «Sean santos... porque Yo, el Señor, soy santo» (Lev. 19,2; Mt. 5, 48). Ser santo es participar de la santidad de Dios. Cristo vino al mundo para mostrarnos esa santidad divina, y el camino para alcanzarla.

Para san Pablo, la santidad es la plena madurez del hombre, es el hombre plenamente realizado. Pero esta santidad es algo que tenemos que conseguir aquí, en la tierra, en la vida presente, aunque sólo adquiera su perfección en la eternidad del cielo.

«Dios tiene un final destinado para la humanidad: la santidad. Su meta exclusiva es la producción de santos». (Oswald Chambers)

(Edith Stein)

Si Cristo es el único modelo de santidad, y los santos le imitaron, de aquí se deduce que ellos son también modelos, pues nos enseñan que es posible vivir el Evangelio, evitando así adaptarlo a nuestra comodidad y a las desviaciones de la cultura. Podríamos decir que, así como Jesús afirmaba que «quien me ve a Mí ve al Padre que me envió» (Jn.12, 45), quien ve a los santos ve también al Cristo que vive en ellos.

«Si Jesucristo resucitado está vivo, debe habitar en alguna parte y se debe poder encontrar su dirección, para encontrarle y tomar contacto con Él, si no afirmar la resurrección de Jesús significaría una entelequia. Ciertamente, hay lugares privilegiados donde se le puede encontrar, estoy pensando en particular en la Eucaristía y en el Evangelio: pero me pregunto si daría enseguida estas dos direcciones a uno que me preguntase y me confesarse su deseo de “ver” a Cristo.

Creo que si Jesús está vivo hoy, se le puede encontrar en ciertos hombres a los que se llama santos, que pueden decir, como San Pablo: «No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal. 2,2). Es a esos hombres a quienes hay que encontrar primero, verlos vivir y, después, leer el Evangelio para darse cuenta de cómo funciona un santo, es decir, un hombre que vive a Cristo resucitado». (Jean Lafrance, Mi vocación es el amor, p. 8)

El santo imita a Cristo practicando la virtud en grado heroico. Esta virtud heroica es el criterio que determina la santidad a los ojos de la Iglesia, aunque para su formalización canónica haga falta la constancia de los milagros. Sin embargo, el calificativo de heroica no quiere decir que esta virtud esté destinada a ser practicada solamente por unos pocos superdotados.

«Virtud heroica no quiere decir que el santo sea una especie de “gimnasta” de la santidad, que realiza unos ejercicios inasequibles para las personas normales. Quiere decir, por el contrario, que en la vida de un hombre se revela la presencia de Dios, y queda más patente todo lo que el hombre no es capaz de hacer por sí mismo. Quizá, en el fondo, se trate de una cuestión terminológica, porque el adjetivo “heroico” ha sido con frecuencia mal interpretado: virtud heroica no significa exactamente que uno hace cosas grandes por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él sólo ha estado disponible para dejar que Dios actuara. Con otras palabras, ser santo no es otra cosa que hablar con Dios como un amigo habla con el amigo. Esto es la santidad.

Quien tiene esta vinculación con Dios, quien mantiene un coloquio ininterrumpido con Él, puede atreverse a responder a nuevos desafíos, y no tiene miedo; porque quien está en las manos de Dios, cae siempre en las manos de Dios. Es así como desaparece el miedo y nace la valentía de responder a los retos del mundo de hoy». (Cardenal Joseph Ratzinger ¾S.S Benedicto XVI¾, L'Osservatore Romano, 6 de octubre de 2002)

Santa Teresa de Lisieux explicaba así, con su habitual sencillez, en qué consiste la virtud heroica que es la base de la santidad: la abnegación.

«La santidad no consiste en esta o aquella práctica, sino que consiste en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños entre los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre.

Siempre he deseado ser santa, pero, cuantas veces me he comparado con los santos, siempre he comprobado que entre ellos y yo existe la misma diferencia que entre una montaña cuya cima se pierde en los cielos y el oscuro grano de arena que a su paso pisan los caminantes.

Pero, en vez de desanimarme, me he dicho mi misma: Dios no podría inspirar deseos irrealizables; por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad.

Acrecerme es imposible; he de soportarme a mi misma tal y como soy, con todas mis imperfecciones».

Estas palabras dejan entrever asimismo que el camino de la santidad, aunque requiera heroísmo, está abierto para todos nosotros, no sólo como invitación, sino como exigencia, y es un error pensar que sólo incumbe a las personas consagradas, que es una “cosa de curas y monjas”. Desde el concilio Vaticano II se advierte una corriente dentro de la Iglesia que busca reconocer y alentar la santidad de los laicos. Hilarie Belloc escribió: «Los hombres y mujeres conversos son, quizás, el actor principal del creciente vigor de la Iglesia Católica en nuestro tiempo».

«Tienes obligación de santificarte. Tú también. ¿Quién piensa que ésta es labor exclusiva de sacerdotes y religiosos? A todos, sin excepción, dijo el Señor: “Sed perfectos, como mi Padre Celestial es perfecto”.

Todo hombre y toda mujer está llamado a amar a Dios con todo su corazón y con toda su mente y con toda su alma, y a amar a su prójimo como a sí mismo, no como una simple posibilidad teórica, sino como una realidad práctica. Dios llama a todos los bautizados a la plenitud de la santidad».

La mayoria de los santos que conocemos son solo imagenes.

Nunca sabremos quienes fueron en realidad porque solo tenemos sus hechos.

El hecho de que algunas personas les pidan milagros es debido a la enseñanza que recibimos de nuestros padres y abuelos o algunos otros antepasados.

Es solo creencia pero si lo haces de todo corazón asombrosamente da resultado.

Es cuestion de fé.

Por ignorancia, por que no conocen a Dios y no saben que no hay otro intermediario que no sea Cristo ( Juan 3:16 ), fijate no hay un versiculo en la Biblia donde diga que tenemos que ir a los santos para que sean intermediarios ya que elllos no son Dios, solo fueron seres humanos como nosotros pero nada que ver que de ir a pedirles ni nada de eso, la religion hace negocio con la incredulidad y la ignorancia de la gente. Dios bien lo dice y en la Biblia Catolica lo dice, que no hay Dios mas que El y solo El y que naide viene a El si no por Cristo. Nada que pedirle favorsitos a los santos ni nada de eso, por que eso no esta en la voluntad de Dios. espero que me haya explicado. Cuidate

Los Santos son intercesores y yo creo que estando cerca de Dios nos escuchan y nos ayudan a pedir nuestros milagros. Con los Santos (siento yo) pasa como con las personas hay algunos con los que te sientes más identificado y se vuelve una comunicación muy bonita. Hay Santos que por su propia entrega y vida pueden ser mejores intercesores. Que hermoso poder tener de nuestra parte a esos seres tan especiales para que nos ayuden a pedir por nuestros milagros. A lo que tu te refieres es cuando los milagros son conocidos y han sido propagados, los Santos son los intercesosres el milagro lo realiza Dios. Trata de buscar un Santo para tenerle devoción y se vuelve tu amigo y te ayuda en todo, te invito a que pruebes, verás que lindo es.

Se le llama Santo a un persona cuando vivió una vida basada en Dios no cuando hace milagros.

Los llamados Santos Católicos son personas que están en el Cielo junto con Dios, nosotros podemos pedirles que oren e intercedan por nosotros para que Dios nos cumpla tal o cual milagro*

Es lo mismo que si le pidieras a algún amigo que esté más cercano a Dios que tú para que ore por ti por algo que desees.

el milagro lo hace Dios, por intercesion del santo, que es una persona que tanto lo amo en vida que merecio estar en su Gloria, y puede interceder por nosotros*

Por las creencias de poder en ellos

Los santos solo son "intermediarios" con Dios.....

porque tienen fe que haran milagros

Todas las personas realizan milagros, todos tienen esa capacidad.

El milagro no consta de algo mágico y alejado de la realidad, sino todo lo contrario, el milagro consta de la fuerza de voluntad con la que se superan los problemas cotidianos que aquejan al ser humano.

A los santos, se les pide fortaleza. Es como cuando fallece un pariente tuyo muy querido (una madre por ejemplo) y cuando te sientes desfallecer por las distintas cosas que suceden en la vida, le pides que te dé fortaleza y su bendición para salir adelante. De esta misma forma los católicos piden fuerzas a los distintos santos, para recibir fortaleza o tomar "impulso" para poder alcanzar la meta.

En términos menos religiosos lo explicaré de esta forma:

Un "Santo" es un intermediario de la deidad. Se le denomina santo debido a sus acciones y a su calidad como persona, por sus grandes virtudes en vida. El santo con el tiempo, va tomando una "identidad" que precisamente lo caracteriza, por ejemplo, un santo puede representar el trabajo. A dicho santo se le acude para pedirle fuerzas u oportunidad de conseguir empleo. Este ritual reacciona en nuestro cerebro de tal manera que el ser que lo pide, está alimentando esperanzas o fuerzas, concentración para poder alcanzar esa meta: conseguir empleo.

Los santos o las imágenes de los santos sirven como "objetos de concentración". Con concentración me refiero al enfoque directo que se le da al problema en sí, liberándonos de todos los impulsos nerviosos negativos que nos impidan mantenernos relajados y pensar correctamente. Una persona católica al observar a un santo que simbolize el empleo, asumirá en su mente rápidamente una concentración y voluntad para poder alcanzar la meta; claro está que esto es imposible si no se tiene una verdadera fe o voluntad de hacer las cosas.

Debido a que en el cerebro nada funciona mejor como perceción para concentración que las imágenes, es por ello que éstas son necesarias para la concentración humana. Las personas invidentes tienen un patrón distinto de funcionamiento en su cerebro. Si son invidentes desde que nacieron, no tienen la necesidad de imágen, es por ello que ante esa ausencia se acrecentan los demás sentidos, para tener una mejor percepción. El invidente que no lo fue toda su vida, seguirá desplegando imágenes en su cerebro para la concentración; pero también tiene la ventaja de la concentración en los demás sentidos que se acrecentan.

Las imágenes no son dañinas. Lo dañino está en el culto y veneración que se les da a las mismas fomentando el fanatismo y la dependencia a una figura estética sin vida. Las imágenes no son malas, sino lo que hacemos con ellas definirá si es productiva o no su existencia. De igual manera sucede con los santos, no son dañinos, pero lo serán si los utilizamos como pretexto para sacar dinero, para dañar gente, etc.

Namaste, saludos ...

No se gracias a Dios yo le puedo hablar directamente a el o a traves de Jesus y de nadie mas.

DTBM