creo que te refieres a argentina y por lo que sé se destituyó al virrey Español que gobernaba y se creó una junta gubernamental conocida como la Primera Junta, presidida por Cornelio Saavedra. Los secretarios eran Mariano Moreno y Juan José Paso y también había 6 vocales, que participaban en las discusiones y votaciones de la Junta. Estos cambios se produjeron ya que en España hubo cambios y una crisis en la cual el rey fue preso. Entonces los porteños comenzaron a preguntarse si debían asumir el gobierno o mantener al virrey en su cargo hasta que el rey volviera a su trono...
Por el período histórico (1810 a 1820) creo que debe ser de las Provincias Unidas del Río de La Plata.
Para poder entender la situación política y económica, nos remitiremos a las consideraciones plasmadas por distintos autores. Oszlak en su estudio sobre la formación del Estado Argentino, explica que existe un débil fundamento de nacionalidad como basamento para la definitiva unión nacional, derivado de la dificultad de formar alianzas políticas estables, que articulen un sistema de dominación. Considera el significado que tenía la cuestión nacional para las distintas regiones en pugna, como la instauración de un sistema de dominación estable, mediante recursos administrativos y fiscales, fundamentales para el aparato institucional del Estado.
La Revolución de 1810 produjo la ruptura con el poder español; pero no instauró automáticamente el Estado Nación, la dominación española no había desarrollado una clase dirigente criolla, capaz de suplantar su liderazgo y legitimidad (Ejm. formas de gobierno: Primea Junta, Junta Grande o Gubernativa, 1er. triunvirato, 2do. Triunvirato y Directorio). El alejamiento del Paraguay, el Alto Perú y la Banda Oriental resaltó los débiles sentimientos nacionales y creó en los revolucionarios la conciencia de defender los territorios heredados. Si las luchas por la independencia creaban alguna forma de identidad colectiva, la misma se diluía en un ámbito localista, con tradiciones e intereses propios. Buenos Aires como antigua capital del Virreynato, se constituyo en un primer momento, en nuevo centro hegemónico, pero debió afrontar el reto de imponerse a las oligarquías provinciales, que tenían sus propios proyectos económicos. Separados por las distancias geográficas o las franjas territoriales bajo el dominio indígena, estos centros de poder se integraron en torno a la figura de caudillos locales, que reemplazaron la estructura republicana por una autocrática. La provincia unidad política heredada de la colonia, paso a oponerse a la hegemonía de Buenos Aires. Para Oszlak el localismo no era una forma aberrante de organización social y respondía al modelo en que habían quedado las relaciones de producción y los circuitos económicos del territorio, luego de la ruptura con el monopolio comercial de la antigua colonia española.
La expansión económica de la región pampeano-litoraleña durante la primer mitad del siglo XIX, estuvo estrechamente ligada a su inserción en el mercado internacional. Buenos Aires se erigía como provincia dominante del resto, debido al monopolio de su economía portuaria. La concentración del intercambio externo en su puerto, permitió que se diferencie como unidad político-económica. Para Oszlak los terratenientes porteños coincidieron en sostener la estabilidad política, mediante la ventaja del comercio, a costa de las demás provincias, fortaleciendo las condiciones de producción y desarrollando las vías de comunicación, entre el puerto y las unidades productivas. Para estos, la organización nacional significaba la pérdida del control de las rentas aduanaras y destinar recursos para la unificación del territorio. La región mediterránea abarcaba las provincias del Centro, Norte y Oeste del actual territorio argentino, comprendía un sistema productivo con desiguales características y grados de impulso. La zona central y norteña se configuro por las minas potosinas y el puerto de Lima, la región cuyana con la economía chilena. En cambio Catamarca y La Rioja, quedaron marginadas del circuito económico del Centro, Noroeste y Cuyo, formando una zona económicamente atrasada. El interior luego de la independencia entro en un paulatino estancamiento, debido a la disolución del circuito que las unía, la interrupción del tráfico con el Perú, la obstaculización del comercio con el litoral por las barreras aduaneras interiores y la competencia del comercio de importación. La expansión económica del interior dependía en gran medida de una instancia institucional que enajenara a Buenos Aires el control de su aduana, limitara las importaciones y destinará una porción de las rentas aduaneras para subsidiar a los gobiernos provinciales. La región del litoral tuvo un desarrollo ganadero anterior al de Buenos Aires; pero se vio relegada a un segundo plano por la supremacía del puerto porteño. La organización nacional implicaba, para el litoral, terminar con el monopolio de Buenos Aires aplicando cierto proteccionismo a los productos nacionales. La meta era aprovechar la menor distancia que unía al litoral con el interior y llegar a competir con Buenos Aires en la colocación de los productos en el comercio exterior; pero ¿Sería posible neutralizar la gravitación política de Buenos Aires y reducir su control económico?. Para el Litoral esto era posible mediante la nacionalización de la aduana y la apertura de los ríos interiores a la libre navegación. Para Enrique Barba la concentración financiera y comercial en Buenos Aires fue tal, que era casi imposible realizar transacciones comerciales de envergadura en otra plaza que no fuera esa.
Hacia mediados del siglo XIX el proceso político-económico se encontraba con profundos cambios generando expectativas de progreso, dado que las oligarquías del interior fueron desprendiéndose poco a poco de sus raíces localistas. Para Eduardo Saguier cada una de las provincias que componían estas zonas se debatieron ante el dilema de subordinarse a Buenos Aires o al Paraná. El orden base fundamental para el progreso, se exponía como condición primaria para la nacionalización de la sociedad. La libre navegación de los ríos y la eliminación de las aduanas interiores posibilitaron nuevos intercambios comerciales y la formación de un mercado. Este cambio se ve influenciado por ideas románticas y liberales como las de Alberdi, que articulaban la economía y el desarrollo de las fuerzas productivas, que se erigían como componentes esenciales de esa nacionalidad. La fórmula de la producción no era extraña: tierra- trabajo-capital y la Constitución de 1853 represento la normativa de esta nueva concepción. Los esfuerzos de la confederación por impulsar el comercio desde el puerto de Rosario, no dieron frutos y se pensaba que la única salvación era la anexión de la aduana porteña. Dos años después de Caseros el gobierno nacional se encontraba en una situación precaria, careciendo de un aparato recaudador efectivo que pudiera centralizar la recaudación aduanera. También carecía de un medio de circulación uniforme y de un banco. La centralización de las aduanas, las casas de monedas y los correos mediante un sistema de Administración de Hacienda y Crédito, igualmente fracaso. La construcción de Urquiza de un aparato institucional para la organización nacional, se vería afectado por la autoexclusión de Buenos Aires, que lo privó de la única fuente significativa de recursos fiscales. Las instituciones nacionales no pudieron superar los lazos que la ligaban con Entre Ríos. Según Oszlak las bases materiales para llevar a cabo la efectiva unificación nacional se hallaban en Buenos Aires. Al verse abolidas las aduanas internas y nacionalizar las externas, el interior se vio privado del único recurso para atender los gastos locales, hecho que el gobierno nacional debía subsanar. El enfrentamiento de la Confederación con Buenos Aires y su endeble situación financiera esterilizó todo esfuerzo organizativo.
Para Lettieri Buenos Aires manifestaba una reprochable continuidad de la concentración de ventajas políticas y rentísticas en el pueblo a su mando, a costa del resto de la República. Durante el sitio de 1852, las representaciones jugaron un papel primordial en la conciencia colectiva, para poder establecer una identidad en común, que legitimara el poder político, como por ejemplo las ideas-imágenes de la barbarie: “El Cacique Urquiza con sus trece ranchos”. El Estado de Buenos contó en todo momento con la posibilidad y sostenimiento de sus instituciones gracias a las rentas aduaneras y a su banco. El monopolio comercial ejercido por el puerto porteño hacía de su aduana un poderoso instrumento. Si bien Buenos Aires permaneció separado por el lapso de unos diez años, no dejo de ser reconocida como parte integrante de la nación. Para Oszlak la pasividad del interior era una importante circunstancia, para que el Litoral pudiera presionar libremente a Buenos Aires, constituyendo siempre en un aliado potencial para un ataque frontal contra los porteños. Para Eduardo Saguier en 1860 se diferenciaban tres actores políticos en la balanza de poder: Urquiza que podía contar con el apoyo de las provincias del Litoral y el gobierno blanco del Uruguay, Derqui con las provincias cuyanas y Mitre con Córdoba y San Luis. Con Mitre en el poder, Buenos Aires buscara realizar una política de acercamiento, para tratar de imponer su política económica y proceder a la definitiva unión nacional.
El 25 de Mayo de 1810 constituyó un acto de ruptura con el poder imperial pero no significó la automática suplantación de un Estado colonial por un Estado nacional.
Hasta ese momento, la unidad política del Virreinato del Río de la Plata se hallaba sostenida por un elaborado sistema institucional perfeccionado por las reformas borbónicas del siglo XVIII, que tendieron a desarrollar las economías locales y por ello acentuaron un regionalismo que más tarde se convertiría en un obstáculo para la unificación nacional.
Por otro lado las Invasiones Inglesas de 1806-1807 introducen al Río de la Plata en el conflicto que Inglaterra lleva adelante contra Francia y sus aliados. Estas invasiones pusieron en evidencia la ineficacia de los milicianos para llevar a cabo la defensa. Por lo tanto luego de éstas, se lleva a cabo una nueva organización de las milicias con un servicio obligatorio para vecinos de 16 a 50 años. Los comandantes son reclutados en los sectores altos de la sociedad. Esta nueva militarización estructura y vincula la movilización política entre las masas urbanas y la elite. También hace que la gravitación de los americanos por sobre los peninsulares sea más importante.
En 1809 el descontento en Buenos Aires se hace sentir luego de las revueltas en el Alto Perú, ya que éstas significaron el corte del flujo del metálico que de allí provenía. Por lo tanto el Virrey Cisneros otorga el comercio libre, poniendo en evidencia que la metrópoli ya no es capaz de cumplir su función como tal en la economía virreinal.
Además la crisis de la monarquía española acelera y le da un fundamento a la revolución que se estaba gestando.
El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 le otorga al Cabildo el poder que había quedado vacante y se eligieron los ministros de la Primera Junta de gobierno tanto en Buenos Aires como en las demás ciudades.
La ruptura del pacto colonial implica la construcción de un Estado y nación dialécticamente vinculados, esto significa establecer un nuevo orden político fundado en una nueva legitimidad política. Los primeros tramos del movimiento independentista estuvieron marcados por cierta ambigüedad ya que si bien los principios legitimantes de la revolución son el de la “voluntad general” del pueblo, pacto social y soberanía popular, solo se limitan a afirmar un estatuto de autonomía en el marco de la monarquía castellana. Ello es así en los primeros años de la revolución, aduciendo que estando el Rey cautivo, la soberanía estaba en los “pueblos”.
La década revolucionaria (1810-1820) se caracteriza por una política tendiente a construir un cuerpo político unificado, impulsado por la hegemonía de Buenos Aires, pero dentro del cuerpo de los ilustrados de la revolución existen dos grandes cuestiones a debatir: por un lado están las tendencias centralizadoras y autonómicas, es decir, la capital del antiguo virreinato Buenos Aires como el centro del poder y no los “pueblos soberanos” del resto del territorio; y por otro lado el conflicto que contrapone las formas antiguas y modernas de representación.
El debate marcado por las dos tendencias en pugna es político, pero no solo se resuelve en el terreno de la política sino también a través de la vía militar. La revolución cambia a la milicia urbana en ejército profesional y los oficiales, a sus propios ojos, son el primer estamento del nuevo Estado. La misma guerra es la que cambia a los dominadores, ya que existe un nuevo apego a las soluciones de violencia.
Para el nuevo régimen no será fácil hacerse obedecer por sus gobernados. Los Cabildos del Interior serán teatro de la lucha entre partidarios y adversarios del nuevo sistema.
La disidencia montevideana, partidarios del rey, controla los ríos. Córdoba se niega a enviar representantes a la Junta porteña por lo que el gobierno de Buenos Aires envía una misión para apresar y dar muerte a los cabecillas contrarrevolucionarios.
Potosí también se niega a reconocer la Junta porteña, igual que en Paraguay.
En el este, nordeste y el norte la revolución ha encontrado sus límites. La guerra es el nuevo horizonte del movimiento revolucionario y transformar en una máquina de guerra el aparato administrativo heredado será el primer paso del nuevo orden político. Pero una rápida militarización tuvo sus consecuencias económicas y sociales. Por un lado los recursos se obtenían en gran parte en el país, pero otros debían ser importados, y por otro el ejército provocaba deserciones difíciles de frenar.
La larga duración de la guerra se debe a las resistencias que encontró la revolución, debido a la heterogeneidad propia de Hispanoamérica. El localismo respondía a la modalidad que habían adquirido las relaciones de producción y los circuitos económicos en el territorio de las Provincias Unidas. Por ello los sentimientos localistas se hallaban teñidos por el diferente carácter que tenían los intereses materiales de las fuerzas sociales radicadas en las diversas regiones del territorio. En cada una de ellas la organización nacional asumía significados diferentes.
Buenos Aires identificó la expansión de la revolución con la de su hegemonía, para esto no dudó en utilizar los medios heredados del antiguo orden, manteniendo las mismas relaciones jerárquicas que antes unían la capital virreinal y las que estaban subordinadas. La hegemonía porteña se hace sentir en la medida en que la hegemonía administrativa se dobla de predominio militar.
Entre 1810 y 1815 la batalla en el norte estará llena de alternativas, pero no llevará a una conclusión definitoria. Fue Paraguay el primero en tomar una trayectoria propia, ya que luego de varias incursiones militares de Buenos Aires aplastadas por las fuerzas paraguayas, harán su propia revolución que le dará su independencia en 1813. Pero será Montevideo el que presente el mayor peligro para las aspiraciones de Buenos Aires, ya que la escuadra realista domina los ríos y abastece a esta ciudad. Además los portugueses con la excusa de ayudar a los realistas pretenden ocupar la Banda Oriental. Con un gran despliegue, logran que Montevideo firme su rendición en 1813, pero ahora tienen en mira la disidencia artiguista que se expande por todo el litoral y la Banda Oriental en donde se forma la Liga de los Pueblos Libres. Córdoba muy pronto se unirá a ésta. Artigas planea reunir un congreso con representantes de todas las provincias reorganizadas bajo su égida en 1815. Por el momento Artigas es el triunfador.
Por otro lado los primeros cinco años de la revolución fueron de una incansable experimentación política. En 1810 de Cabildo Abierto se pasa a la Primera Junta, luego a la Junta Grande, ya con representantes de las provincias del interior. En 1811 se produce la concentración de poder con la constitución del Primer Triunvirato. Pero éste no tiene mucha vida, ya que la presión de San Martín y Alvear para que se convoque a un congreso general, hace que se nombre un Segundo Triunvirato en 1812. Este nuevo congreso es conocido como la Asamblea del año XIII, quien delega las funciones ejecutivas en el Triunvirato. Esta Asamblea debía proveer las bases legales e institucionales para el nuevo gobierno revolucionario autónomo, aunque no completamente independiente de España.
En 1814 el Triunvirato deja paso a un poder ejecutivo unipersonal, de este modo la asamblea crea un cargo de Director Supremo, haciendo una mayor concentración del poder. Pero en este momento el gobierno se enfrenta a dos grandes problemáticas: por un lado la expansión del federalismo en el Litoral y, por el otro, la situación internacional que ve a Fernando VII otra vez en el trono español. En 1815 el segundo Director Supremo, Alvear, manda a Río de Janeiro al Dr. García con la misión secreta de solicitar al embajador británico su apoyo para una incorporación del Río de la Plata a los dominios del rey de Inglaterra. El resultado fue la disolución de la asamblea y el destierro de Alvear que marca el fracaso de la dirección revolucionaria.
A partir de este momento el movimiento federal parece extenderse por todo el territorio. Por lo tanto se tratará de reemplazar la Asamblea por un Congreso Constituyente que se reunirá en Tucumán en un clima de hostilidad hacia la influencia porteña. Este organismo logrará encerrar a la disidencia federal en su Litoral originario mediante la declaración de la Independencia en 1816, pero no hay acuerdo en cuanto a la forma de gobierno. En 1819 se promulga la primera constitución nacional, que fue producto de un cambio de conciencia de derechos y garantías sociales, políticas y jurídicas. La fuente de inspiración fue obtenida de las declaraciones de la Revolución Francesa y la declaración de los Estados Unidos. Esta primera constitución siguió una tendencia centralista como consecuencia de todos los conflictos durante las guerras de independencia. Esta constitución fue jurada por todas las provincias menos por el Litoral, pero su vigencia fue efímera ya que para 1820 había desaparecido el Directorio, el Congreso y la propia constitución.
El gobierno nacional sucumbió a un desgaste político provocado en parte por el descontento creciente que el costo de la guerra suscitaba, en parte por la tendencia a cerrar el círculo de los participantes en el poder que el régimen de Pueyrredón fue manifestando.
Lo que va a quedar en evidencia con la crisis del 20’ son los límites que tienen las clases dominantes regionales para alcanzar una dimensión nacional. La primacía que alcanza la fragmentación sobre la unificación se debe a la inexistencia de un Estado que asuma la defensa de los intereses de una clase social dominante, pero estas clases tampoco tienen la fuerza como para hacer posible un proyecto separatista.
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creo que te refieres a argentina y por lo que sé se destituyó al virrey Español que gobernaba y se creó una junta gubernamental conocida como la Primera Junta, presidida por Cornelio Saavedra. Los secretarios eran Mariano Moreno y Juan José Paso y también había 6 vocales, que participaban en las discusiones y votaciones de la Junta. Estos cambios se produjeron ya que en España hubo cambios y una crisis en la cual el rey fue preso. Entonces los porteños comenzaron a preguntarse si debían asumir el gobierno o mantener al virrey en su cargo hasta que el rey volviera a su trono...
Por el período histórico (1810 a 1820) creo que debe ser de las Provincias Unidas del Río de La Plata.
Para poder entender la situación política y económica, nos remitiremos a las consideraciones plasmadas por distintos autores. Oszlak en su estudio sobre la formación del Estado Argentino, explica que existe un débil fundamento de nacionalidad como basamento para la definitiva unión nacional, derivado de la dificultad de formar alianzas políticas estables, que articulen un sistema de dominación. Considera el significado que tenía la cuestión nacional para las distintas regiones en pugna, como la instauración de un sistema de dominación estable, mediante recursos administrativos y fiscales, fundamentales para el aparato institucional del Estado.
La Revolución de 1810 produjo la ruptura con el poder español; pero no instauró automáticamente el Estado Nación, la dominación española no había desarrollado una clase dirigente criolla, capaz de suplantar su liderazgo y legitimidad (Ejm. formas de gobierno: Primea Junta, Junta Grande o Gubernativa, 1er. triunvirato, 2do. Triunvirato y Directorio). El alejamiento del Paraguay, el Alto Perú y la Banda Oriental resaltó los débiles sentimientos nacionales y creó en los revolucionarios la conciencia de defender los territorios heredados. Si las luchas por la independencia creaban alguna forma de identidad colectiva, la misma se diluía en un ámbito localista, con tradiciones e intereses propios. Buenos Aires como antigua capital del Virreynato, se constituyo en un primer momento, en nuevo centro hegemónico, pero debió afrontar el reto de imponerse a las oligarquías provinciales, que tenían sus propios proyectos económicos. Separados por las distancias geográficas o las franjas territoriales bajo el dominio indígena, estos centros de poder se integraron en torno a la figura de caudillos locales, que reemplazaron la estructura republicana por una autocrática. La provincia unidad política heredada de la colonia, paso a oponerse a la hegemonía de Buenos Aires. Para Oszlak el localismo no era una forma aberrante de organización social y respondía al modelo en que habían quedado las relaciones de producción y los circuitos económicos del territorio, luego de la ruptura con el monopolio comercial de la antigua colonia española.
La expansión económica de la región pampeano-litoraleña durante la primer mitad del siglo XIX, estuvo estrechamente ligada a su inserción en el mercado internacional. Buenos Aires se erigía como provincia dominante del resto, debido al monopolio de su economía portuaria. La concentración del intercambio externo en su puerto, permitió que se diferencie como unidad político-económica. Para Oszlak los terratenientes porteños coincidieron en sostener la estabilidad política, mediante la ventaja del comercio, a costa de las demás provincias, fortaleciendo las condiciones de producción y desarrollando las vías de comunicación, entre el puerto y las unidades productivas. Para estos, la organización nacional significaba la pérdida del control de las rentas aduanaras y destinar recursos para la unificación del territorio. La región mediterránea abarcaba las provincias del Centro, Norte y Oeste del actual territorio argentino, comprendía un sistema productivo con desiguales características y grados de impulso. La zona central y norteña se configuro por las minas potosinas y el puerto de Lima, la región cuyana con la economía chilena. En cambio Catamarca y La Rioja, quedaron marginadas del circuito económico del Centro, Noroeste y Cuyo, formando una zona económicamente atrasada. El interior luego de la independencia entro en un paulatino estancamiento, debido a la disolución del circuito que las unía, la interrupción del tráfico con el Perú, la obstaculización del comercio con el litoral por las barreras aduaneras interiores y la competencia del comercio de importación. La expansión económica del interior dependía en gran medida de una instancia institucional que enajenara a Buenos Aires el control de su aduana, limitara las importaciones y destinará una porción de las rentas aduaneras para subsidiar a los gobiernos provinciales. La región del litoral tuvo un desarrollo ganadero anterior al de Buenos Aires; pero se vio relegada a un segundo plano por la supremacía del puerto porteño. La organización nacional implicaba, para el litoral, terminar con el monopolio de Buenos Aires aplicando cierto proteccionismo a los productos nacionales. La meta era aprovechar la menor distancia que unía al litoral con el interior y llegar a competir con Buenos Aires en la colocación de los productos en el comercio exterior; pero ¿Sería posible neutralizar la gravitación política de Buenos Aires y reducir su control económico?. Para el Litoral esto era posible mediante la nacionalización de la aduana y la apertura de los ríos interiores a la libre navegación. Para Enrique Barba la concentración financiera y comercial en Buenos Aires fue tal, que era casi imposible realizar transacciones comerciales de envergadura en otra plaza que no fuera esa.
Hacia mediados del siglo XIX el proceso político-económico se encontraba con profundos cambios generando expectativas de progreso, dado que las oligarquías del interior fueron desprendiéndose poco a poco de sus raíces localistas. Para Eduardo Saguier cada una de las provincias que componían estas zonas se debatieron ante el dilema de subordinarse a Buenos Aires o al Paraná. El orden base fundamental para el progreso, se exponía como condición primaria para la nacionalización de la sociedad. La libre navegación de los ríos y la eliminación de las aduanas interiores posibilitaron nuevos intercambios comerciales y la formación de un mercado. Este cambio se ve influenciado por ideas románticas y liberales como las de Alberdi, que articulaban la economía y el desarrollo de las fuerzas productivas, que se erigían como componentes esenciales de esa nacionalidad. La fórmula de la producción no era extraña: tierra- trabajo-capital y la Constitución de 1853 represento la normativa de esta nueva concepción. Los esfuerzos de la confederación por impulsar el comercio desde el puerto de Rosario, no dieron frutos y se pensaba que la única salvación era la anexión de la aduana porteña. Dos años después de Caseros el gobierno nacional se encontraba en una situación precaria, careciendo de un aparato recaudador efectivo que pudiera centralizar la recaudación aduanera. También carecía de un medio de circulación uniforme y de un banco. La centralización de las aduanas, las casas de monedas y los correos mediante un sistema de Administración de Hacienda y Crédito, igualmente fracaso. La construcción de Urquiza de un aparato institucional para la organización nacional, se vería afectado por la autoexclusión de Buenos Aires, que lo privó de la única fuente significativa de recursos fiscales. Las instituciones nacionales no pudieron superar los lazos que la ligaban con Entre Ríos. Según Oszlak las bases materiales para llevar a cabo la efectiva unificación nacional se hallaban en Buenos Aires. Al verse abolidas las aduanas internas y nacionalizar las externas, el interior se vio privado del único recurso para atender los gastos locales, hecho que el gobierno nacional debía subsanar. El enfrentamiento de la Confederación con Buenos Aires y su endeble situación financiera esterilizó todo esfuerzo organizativo.
Para Lettieri Buenos Aires manifestaba una reprochable continuidad de la concentración de ventajas políticas y rentísticas en el pueblo a su mando, a costa del resto de la República. Durante el sitio de 1852, las representaciones jugaron un papel primordial en la conciencia colectiva, para poder establecer una identidad en común, que legitimara el poder político, como por ejemplo las ideas-imágenes de la barbarie: “El Cacique Urquiza con sus trece ranchos”. El Estado de Buenos contó en todo momento con la posibilidad y sostenimiento de sus instituciones gracias a las rentas aduaneras y a su banco. El monopolio comercial ejercido por el puerto porteño hacía de su aduana un poderoso instrumento. Si bien Buenos Aires permaneció separado por el lapso de unos diez años, no dejo de ser reconocida como parte integrante de la nación. Para Oszlak la pasividad del interior era una importante circunstancia, para que el Litoral pudiera presionar libremente a Buenos Aires, constituyendo siempre en un aliado potencial para un ataque frontal contra los porteños. Para Eduardo Saguier en 1860 se diferenciaban tres actores políticos en la balanza de poder: Urquiza que podía contar con el apoyo de las provincias del Litoral y el gobierno blanco del Uruguay, Derqui con las provincias cuyanas y Mitre con Córdoba y San Luis. Con Mitre en el poder, Buenos Aires buscara realizar una política de acercamiento, para tratar de imponer su política económica y proceder a la definitiva unión nacional.
El 25 de Mayo de 1810 constituyó un acto de ruptura con el poder imperial pero no significó la automática suplantación de un Estado colonial por un Estado nacional.
Hasta ese momento, la unidad política del Virreinato del Río de la Plata se hallaba sostenida por un elaborado sistema institucional perfeccionado por las reformas borbónicas del siglo XVIII, que tendieron a desarrollar las economías locales y por ello acentuaron un regionalismo que más tarde se convertiría en un obstáculo para la unificación nacional.
Por otro lado las Invasiones Inglesas de 1806-1807 introducen al Río de la Plata en el conflicto que Inglaterra lleva adelante contra Francia y sus aliados. Estas invasiones pusieron en evidencia la ineficacia de los milicianos para llevar a cabo la defensa. Por lo tanto luego de éstas, se lleva a cabo una nueva organización de las milicias con un servicio obligatorio para vecinos de 16 a 50 años. Los comandantes son reclutados en los sectores altos de la sociedad. Esta nueva militarización estructura y vincula la movilización política entre las masas urbanas y la elite. También hace que la gravitación de los americanos por sobre los peninsulares sea más importante.
En 1809 el descontento en Buenos Aires se hace sentir luego de las revueltas en el Alto Perú, ya que éstas significaron el corte del flujo del metálico que de allí provenía. Por lo tanto el Virrey Cisneros otorga el comercio libre, poniendo en evidencia que la metrópoli ya no es capaz de cumplir su función como tal en la economía virreinal.
Además la crisis de la monarquía española acelera y le da un fundamento a la revolución que se estaba gestando.
El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 le otorga al Cabildo el poder que había quedado vacante y se eligieron los ministros de la Primera Junta de gobierno tanto en Buenos Aires como en las demás ciudades.
La ruptura del pacto colonial implica la construcción de un Estado y nación dialécticamente vinculados, esto significa establecer un nuevo orden político fundado en una nueva legitimidad política. Los primeros tramos del movimiento independentista estuvieron marcados por cierta ambigüedad ya que si bien los principios legitimantes de la revolución son el de la “voluntad general” del pueblo, pacto social y soberanía popular, solo se limitan a afirmar un estatuto de autonomía en el marco de la monarquía castellana. Ello es así en los primeros años de la revolución, aduciendo que estando el Rey cautivo, la soberanía estaba en los “pueblos”.
La década revolucionaria (1810-1820) se caracteriza por una política tendiente a construir un cuerpo político unificado, impulsado por la hegemonía de Buenos Aires, pero dentro del cuerpo de los ilustrados de la revolución existen dos grandes cuestiones a debatir: por un lado están las tendencias centralizadoras y autonómicas, es decir, la capital del antiguo virreinato Buenos Aires como el centro del poder y no los “pueblos soberanos” del resto del territorio; y por otro lado el conflicto que contrapone las formas antiguas y modernas de representación.
El debate marcado por las dos tendencias en pugna es político, pero no solo se resuelve en el terreno de la política sino también a través de la vía militar. La revolución cambia a la milicia urbana en ejército profesional y los oficiales, a sus propios ojos, son el primer estamento del nuevo Estado. La misma guerra es la que cambia a los dominadores, ya que existe un nuevo apego a las soluciones de violencia.
Para el nuevo régimen no será fácil hacerse obedecer por sus gobernados. Los Cabildos del Interior serán teatro de la lucha entre partidarios y adversarios del nuevo sistema.
La disidencia montevideana, partidarios del rey, controla los ríos. Córdoba se niega a enviar representantes a la Junta porteña por lo que el gobierno de Buenos Aires envía una misión para apresar y dar muerte a los cabecillas contrarrevolucionarios.
Potosí también se niega a reconocer la Junta porteña, igual que en Paraguay.
En el este, nordeste y el norte la revolución ha encontrado sus límites. La guerra es el nuevo horizonte del movimiento revolucionario y transformar en una máquina de guerra el aparato administrativo heredado será el primer paso del nuevo orden político. Pero una rápida militarización tuvo sus consecuencias económicas y sociales. Por un lado los recursos se obtenían en gran parte en el país, pero otros debían ser importados, y por otro el ejército provocaba deserciones difíciles de frenar.
La larga duración de la guerra se debe a las resistencias que encontró la revolución, debido a la heterogeneidad propia de Hispanoamérica. El localismo respondía a la modalidad que habían adquirido las relaciones de producción y los circuitos económicos en el territorio de las Provincias Unidas. Por ello los sentimientos localistas se hallaban teñidos por el diferente carácter que tenían los intereses materiales de las fuerzas sociales radicadas en las diversas regiones del territorio. En cada una de ellas la organización nacional asumía significados diferentes.
Buenos Aires identificó la expansión de la revolución con la de su hegemonía, para esto no dudó en utilizar los medios heredados del antiguo orden, manteniendo las mismas relaciones jerárquicas que antes unían la capital virreinal y las que estaban subordinadas. La hegemonía porteña se hace sentir en la medida en que la hegemonía administrativa se dobla de predominio militar.
Entre 1810 y 1815 la batalla en el norte estará llena de alternativas, pero no llevará a una conclusión definitoria. Fue Paraguay el primero en tomar una trayectoria propia, ya que luego de varias incursiones militares de Buenos Aires aplastadas por las fuerzas paraguayas, harán su propia revolución que le dará su independencia en 1813. Pero será Montevideo el que presente el mayor peligro para las aspiraciones de Buenos Aires, ya que la escuadra realista domina los ríos y abastece a esta ciudad. Además los portugueses con la excusa de ayudar a los realistas pretenden ocupar la Banda Oriental. Con un gran despliegue, logran que Montevideo firme su rendición en 1813, pero ahora tienen en mira la disidencia artiguista que se expande por todo el litoral y la Banda Oriental en donde se forma la Liga de los Pueblos Libres. Córdoba muy pronto se unirá a ésta. Artigas planea reunir un congreso con representantes de todas las provincias reorganizadas bajo su égida en 1815. Por el momento Artigas es el triunfador.
Por otro lado los primeros cinco años de la revolución fueron de una incansable experimentación política. En 1810 de Cabildo Abierto se pasa a la Primera Junta, luego a la Junta Grande, ya con representantes de las provincias del interior. En 1811 se produce la concentración de poder con la constitución del Primer Triunvirato. Pero éste no tiene mucha vida, ya que la presión de San Martín y Alvear para que se convoque a un congreso general, hace que se nombre un Segundo Triunvirato en 1812. Este nuevo congreso es conocido como la Asamblea del año XIII, quien delega las funciones ejecutivas en el Triunvirato. Esta Asamblea debía proveer las bases legales e institucionales para el nuevo gobierno revolucionario autónomo, aunque no completamente independiente de España.
En 1814 el Triunvirato deja paso a un poder ejecutivo unipersonal, de este modo la asamblea crea un cargo de Director Supremo, haciendo una mayor concentración del poder. Pero en este momento el gobierno se enfrenta a dos grandes problemáticas: por un lado la expansión del federalismo en el Litoral y, por el otro, la situación internacional que ve a Fernando VII otra vez en el trono español. En 1815 el segundo Director Supremo, Alvear, manda a Río de Janeiro al Dr. García con la misión secreta de solicitar al embajador británico su apoyo para una incorporación del Río de la Plata a los dominios del rey de Inglaterra. El resultado fue la disolución de la asamblea y el destierro de Alvear que marca el fracaso de la dirección revolucionaria.
A partir de este momento el movimiento federal parece extenderse por todo el territorio. Por lo tanto se tratará de reemplazar la Asamblea por un Congreso Constituyente que se reunirá en Tucumán en un clima de hostilidad hacia la influencia porteña. Este organismo logrará encerrar a la disidencia federal en su Litoral originario mediante la declaración de la Independencia en 1816, pero no hay acuerdo en cuanto a la forma de gobierno. En 1819 se promulga la primera constitución nacional, que fue producto de un cambio de conciencia de derechos y garantías sociales, políticas y jurídicas. La fuente de inspiración fue obtenida de las declaraciones de la Revolución Francesa y la declaración de los Estados Unidos. Esta primera constitución siguió una tendencia centralista como consecuencia de todos los conflictos durante las guerras de independencia. Esta constitución fue jurada por todas las provincias menos por el Litoral, pero su vigencia fue efímera ya que para 1820 había desaparecido el Directorio, el Congreso y la propia constitución.
El gobierno nacional sucumbió a un desgaste político provocado en parte por el descontento creciente que el costo de la guerra suscitaba, en parte por la tendencia a cerrar el círculo de los participantes en el poder que el régimen de Pueyrredón fue manifestando.
Lo que va a quedar en evidencia con la crisis del 20’ son los límites que tienen las clases dominantes regionales para alcanzar una dimensión nacional. La primacía que alcanza la fragmentación sobre la unificación se debe a la inexistencia de un Estado que asuma la defensa de los intereses de una clase social dominante, pero estas clases tampoco tienen la fuerza como para hacer posible un proyecto separatista.
¿En qué país?
Si me decis cambios institucionales de que país te respondo...